Las mallas anti-insectos condicionan el microclima de los invernaderos
Investigadores del Centro de Investigación en Agrosistemas Intensivos Mediterráneos y Biotecnología Agroalimentaria de la Universidad de Almería (Ciaimbital) han realizado un estudio que proporciona nuevos datos sobre el efecto que las características aerodinámicas de las mallas anti-insectos tienen en el microclima de los invernaderos. En él, recomiendan utilizar aquellas que sean de gran porosidad, pero que estén confeccionadas con un elevado número de hilos de pequeño diámetro. De esta manera, las mallas garantizan el efecto de barrera física al paso de insectos al tiempo que permiten la circulación óptima del aire en el interior del invernadero.
Los resultados de este trabajo han sido publicados en la revista Sensors bajo el título ‘Wind Tunnel Analysis of the Airflow through Insect-Proof Screens and Comparison of Their Effect When Installed in a Mediterranean Greenhouse’. Un artículo en el que explican cómo, además de a la porosidad, el diámetro de los hilos que conforman la malla y la tensión de los mismos causan variaciones importantes en la caída de la presión del aire.
“Los invernaderos de zonas cálidas no disponen de la superficie de aireación necesaria para asegurar una correcta circulación del aire bajo condiciones climáticas de vientos débiles y elevadas temperaturas. Actualmente, el valor medio de la superficie de ventilación disponible en los invernaderos de Almería es del 14,4%, muy lejos de los valores recomendados”, explica a la Fundación Descubre Diego L. Valera, investigador de la Universidad de Almería.
Las mallas anti-insectos constituyen el método físico de protección de cultivos que más se ha extendido en los últimos años en los invernaderos y su eficacia en el control de plagas está probada. Sin embargo, tienen una influencia negativa en la ventilación del invernadero, ya que representan un obstáculo que dificulta la circulación del aire. De ahí que, además de evaluar la eficacia de las mallas como método de protección, haya sido necesario analizar también la resistencia que ofrecen al flujo de aire.
“Debido a que son materiales que dificultan la ventilación, provocan que en primavera-verano suba mucho la temperatura en el interior de los invernaderos, mientras que en otoño-invierno hacen que se eleve en exceso la humedad”, afirma Diego L. Valera.
Mallas anti-insectos en las ventanas de un invernadero.
El grupo de investigación Ingeniería Rural de la Universidad de Almería ha comparado el efecto de tres mallas con diferentes características geométricas y comportamiento aerodinámico. Para ello, han realizado ensayos en túneles de viento donde han forzado el paso de una corriente de aire a través de ellas, lo que les ha permitido obtener datos de la caída de presión en función tanto de la velocidad del aire como de la densidad y porosidad del hilo. Así, han puesto de manifiesto y cuantificado el efecto de cada elemento que define la malla para calcular la tasa de ventilación del invernadero y su clima. Además, han realizado ensayos durante las últimas campañas agrícolas en invernaderos de la Fundación Finca Experimental Universidad de Almería – Anecoop, analizando la dinámica poblacional de los insectos y el microclima generado por cada tipo de malla.
“Hemos comprobado cómo mallas en teoría muy similares, con parecidas porosidades, provocan efectos muy distintos en el clima de los invernaderos y en su eficacia como barrera física al paso de los insectos. Por ello, en este trabajo se proponen nuevos métodos de cálculo del efecto de las mallas”, comenta el investigador de la Universidad de Almería.
Tradicionalmente, la porosidad era el parámetro que se consideraba determinante a la hora de condicionar el flujo de ventilación y el microclima de efecto invernadero (temperatura y humedad). Sin embargo, los investigadores almerienses han comprobado que también el mayor grosor o espesor de la malla puede estar asociado con la caída de presión. En el estudio se detalla cómo una óptima confección de la malla debe permitir que los poros sean muy numerosos y homogéneos, para garantizar el efecto de barrera física al paso de insectos. “Las mallas anti-insectos afectan negativamente a la tasa de ventilación, disminuyéndola drásticamente, por lo que es necesario su correcto diseño y optimación”, asegura Valera. El investigador explica que conseguir una mejor ventilación natural tiene una repercusión directa en la capacidad productiva de la gran mayoría de invernaderos, lo que a su vez favorece la eficiencia energética y ambiental. “Reduce el consumo de energía y la generación de contaminantes por kilogramos de fruto producido, haciendo a los invernaderos más competitivos y sostenibles”, subraya Diego L. Valera.
De hecho, el grupo de Ingeniería Rural –que lleva más de 20 años trabajando en el desarrollo de tecnología de invernaderos– ya demostró en otro estudio que por cada 1% de superficie de ventilación que se lograra aumentar en los invernaderos se podían conseguir incrementos en la productividad del cultivo de tomate de entre el 0,9 y el 1,1%. Actualmente, en Ciaimbital, el equipo de Diego L. Valera se encuentran también desarrollando nuevos materiales mediante nanotecnología que mejoran la ventilación, evitando el taponamiento de los poros de las mallas por la suciedad; y que simultáneamente actúan como repelente de insectos perjudiciales, mediante la incorporación de sustancias de origen natural.
El fin último de esta investigación es la identificación y puesta a disposición de los agricultores de aquellos diseños de mallas cuyas características favorezcan la ventilación y, como consecuencia de ello, también la producción.