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El otro mordisco del Lobo: El trágico incendio de la Sierra de la Culebra

Luis Miguel Ferrer Mayayo / Profesor de la Universidad de Zaragoza. Diplomado del European College of Small Ruminant Health Management30/06/2022
Restos de una oveja después del ataque de un lobo al rebaño

Restos de una oveja después del ataque de un lobo al rebaño

Voy a intentar explicar el título de este escrito para intentar demostrar, una y otra vez, las incongruencias que se están legislando sobre políticas medioambientales.

Ya escribí hace algo más de un año unos artículos sobre la ley para la protección del lobo ibérico, con la que estoy en total desacuerdo, pero el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico se empeñó y la saco.

La protección excesiva del lobo, para que se extienda y duplique su territorio y su censo, lleva implícita la agresión a nuestra ganadería extensiva (la más ecológica) y estas agresiones, repetidas, mal gestionadas y peor pagadas a los ganaderos, llevan al abandono de la actividad ganadera y despoblación de medio rural. Todo lo contrario de lo que, en su verborrea nos cuentan los políticos sobre el Reto Demográfico.

Los ataques a los animales generan sufrimiento y una pérdida total del bienestar animal, incluso de la vida de muchos, pero a nadie le importa en la Administración el bienestar de los animales en cría extensiva. Eso no figura en las inspecciones de bienestar animal, que buscan el concepto más absurdo para penalizar al ganadero.

Pero, lo que realmente lleva a un ganadero a abandonar su actividad, su rebaño y muchas veces su pueblo, es la incomprensión de la administración, la indefensión ante los ataques burocratizados de los que se siente impotente para responder y, sobre todo, el malestar que siente cuando, a primera hora del día, cuando todavía duerme la burocracia, va a trabajar a su ganado y encuentra la escena dantesca del ataque del lobo.

Este es el mordisco real del lobo. El mordisco que se ve y que mata a unas cuantas reses del rebaño, pero de este mordisco ya hablé y no quiero repetirme otra vez.

Esta vez hablaremos de los mordiscos gordos, los que producen esa mala gestión del lobo y han llevado al abandono de las explotaciones y de prácticas tan rentables y antiguas como la trashumancia y transterminancia. Esta vez hablaré sobre los incendios de Zamora, ese mordisco que ha destrozado una de las zonas más bonitas y naturales de nuestro país.

Que fuera en Zamora o en cualquier otro sitio de España, no se podía saber con certeza, pero que habría más incendios y más graves era y es una realidad. En los artículos que escribí a principios de año pasado ya comentaba sin ninguna duda “el día que desaparezca la ganadería extensiva y los ganaderos (Reto Demográfico) verán ustedes como arden nuestros montes (Transición Ecológica)”. Esto era lo que le transmitía al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico y esto es lo que ha pasado.

La Sierra de la Culebra ha sido, durante décadas, la zona más castigada por el lobo y eso ha llevado a la desaparición de más de la mitad de la ganadería extensiva. Además, la desaparición de las ovejas ha llevado a la desaparición de la transterminancia que hacían 20.000 ovejas entre las zonas de Aliste y de Sanabria, y que, en sus idas y venidas, iban limpiando el monte. Hasta cuando buscas “Sierra de a Culebra” en Google maps, aparece en la parte inferior “Sierra que es hábitat del lobo ibérico”.

El pastoreo por diferentes especies de herbívoros es la mejor manera de controlar los incendios. El consumo de pastos, matorrales y el ramoneo de los árboles es la manera ideal para que el fuego no suba desde el suelo a los arbustos y árboles y gane fuerza y velocidad. La creación de zonas de pastos alternando con bosque y manteniendo caminos y zonas de cortafuegos ha sido la gran virtud que ha mantenido durante tantos años nuestros bosques en buenas condiciones.

El abandono del campo y su ganadería, junto con la demonización de la caza, ha hecho que se dispare la población de jabalíes y, a su vez, la de lobos, que han hecho emigrar o cambiar de profesión a la gente del campo y abandonar sus tierras. Esos campos yermos, abandonados, con caminos perdidos, por los que no se puede circular cuando hay un incendio, junto con la hierba segada por las desbrozadoras oficiales que cortan y dejan la hierba para que se seque y arda mejor, ha hecho que una chispa de rayo prenda y nadie haya podido controlar la quema de más de 30.000 hectáreas y que el paisaje creado durante siglos se pierda en unos trágicos días.

Mucha gente de la zona, con edades avanzadas, cosa típica en el mundo rural, ya no podrá volver a ver en el resto de su vida una sierra verde combinando pastos y frondosos bosques. ¿Cuál es el valor de esa pérdida?

No obstante, la visión oficial no ve eso y en nuestras noticias aparece un guarda forestal comentando “en esas laderas se podía ver la manada de lobos preparando su caza y adiestrando a los lobeznos”, cuando lo que debería ser noticia es que “en esas laderas y su entorno podemos ver a las ovejas con sus corderillos ayudando a nuestras vacas autóctonas y yeguas a mantener unos pastos sin maleza y limpiando los bosques periféricos para que se mantenga este precioso medio natural que da vida al mundo rural que en él habita”.

Hace unas tres décadas, siendo veterinario rural, fui a visitar una entidad de la Administración de mi autonomía con un ganadero entusiasta y gran conocedor de su zona. Él, conocedor de las antiguas normativas ganaderas, sabía qué ramas y cuántas de ellas se podían cortar en el invierno para dar de comer al ganado y mejorar el mantenimiento de los bosques (que en mi zona son escasos). Sus ovejas habían pastado rastrojeras y limpiado bosque durante años. Le propuso al director del organismo oficial que sus ovejas podrían limpiar los bosques oficiales en peligro de incendio. Menos idiota, se tuvo que oír toda clase de estupideces. Sus “ovejas bomberos o bomberas” causaron la risa del que no conoce aquello que dirige y gobierna.

Los herbívoros, especialmente las ovejas y cabras bien gestionadas son los mejores bomberos, cortan la hierba, pero no dejan más que alguna cagarruta, que fertiliza el suelo y mejora el medio natural. El ramoneo controla el matorral e impide la expansión total del bosque, facilitando su apagado en caso de incendio.

Los incendios de extinguen en invierno, con ovejas, cabras, vacas y yeguas, y con unos ganaderos bien formados y preparados para mantener el medio ambiente, con sueldos y servicios dignos y derecho a cierto descanso.

Si no se atacase al sector agroalimentario del Mundo Rural y se les permitiera la vida digna en sus pueblos, no se producirían esos otros mordiscos de lobo, como el de la Sierra de la Culebra, favorecido por esos otros lobos, que viven y legislan desde Madrid.

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