Grupo Ortiz conmemora el 10º aniversario de la demolición del edificio Windsor
Grupo Ortiz disponía de una amplia experiencia en este campo, ya que había trabajado en los principales siniestros de la historia reciente de la ciudad, como lo fue el incendio y posterior demolición de los Almacenes Arias en el año 1987. El equipo técnico de la empresa decidió que debía hacerse una exhaustiva evaluación del estado real del edificio siniestrado.
El núcleo central de hormigón había quedado prácticamente intacto, no así las zonas exteriores de la fachada y los forjados de las plantas, que se habían derrumbado o presentaban serias deformaciones.
Se realizó un modelo matemático que permitió conocer el comportamiento de los elementos constructivos antes, durante y después del incendio para descubrir de qué forma había afectado a la estructura y cómo podría llevarse a cabo la demolición con las máximas garantías de seguridad. Para ello se crearon nuevos protocolos de trabajo y de seguridad para los equipos de operarios que llevaron a cabo la demolición.
Se descartaron modelos convencionales como la voladura o la demolición tradicional y al primar la seguridad de los ciudadanos de la zona y de los trabadores, se decidió no trabajar desde el interior del edificio y demoler el edificio desde arriba utilizando maquinaria robotizada, para lo que se necesitó emplear grandes grúas. Una vez realizados los primeros trabajos de refuerzo y apeo de los túneles subterráneos de la zona de Azca para poder ubicar las pesadas grúas, apenas mes y medio después del incendio se retiró la primera pieza de la estructura. Era la primera vez en todo el mundo que se llevaba a cabo un trabajo de estas características a más de 100 metros de altura.
El proceso pasaba por retirar los escombros de cada planta, que se bajaban en contenedores. A continuación se acometía el corte de los forjados y demás partes de la estructura en piezas cuyos pesos se habían calculado previamente.
Dos grandes grúas dirigían las operaciones mientras otras dos se ocupaban de suspender las piezas, siempre con radios de trabajo muy pequeños, cuidando no sobrevolar edificios habitados.
La precisión y coordinación de métodos y de equipos fue clave a la hora de llevar a cabo este complejo trabajo. Los residuos generados por el desmontaje del edificio, fueron procesados y clasificados en residuos de construcción, metálicos y peligrosos, que se depositaron en un punto limpio mientras los primeros se fueron enviando a plantas de tratamiento. Más de 4.600 toneladas de restos se convirtieron en nuevos materiales de construcción.
El 31 de agosto de 2005, el trabajo había terminado.