Por una industria del alquiler de vivienda
Se está produciendo en la prensa urbana un goteo de noticias, entrevistas y estadísticas que apunta a una crisis de oferta por lo que se refiere a la vivienda en alquiler. En esta revista no nos compete investigar las causas sociológicas, económicas, demográficas o políticas que han llevado a esta situación que está tensionando algo muy importante como es la vivienda, como si de una sequía se tratara. Hay cada vez más ciudadanos que no pueden acceder, por escasez, a uno de los bienes sociales recogidos en la constitución del Estado Español.
Para el sector industrial de la edificación se plantea de nuevo un reto de una magnitud comparable a la emigración del campo a la ciudad, de las décadas del desarrollismo franquista. Pero las soluciones de aquel momento han sido socialmente denostadas: la prefabricación pesada, el crédito hipotecario, la propiedad horizontal, la vivienda masiva sin equipamientos…
Desde esta editorial podemos plantear algunas líneas de propuesta que el sector podría aportar, con cierta urgencia, al debate sobre las posibles soluciones.
- Fomentar el suelo de alquiler para evitar enterrar recursos, fomentar la especulación y restringir la financiación ingente que necesita el problema. Diferir las rentas del suelo hacia el futuro puede ser incluso oportuno, para disponer de recursos sostenidos en las próximas décadas que exigirán solvencia para afrontar el reto climático.
- Fomentar las concesiones de edificación a 50 años, como si de autopistas se tratara, para abrir la puerta a operadores profesionales con capacidad de gestión y de prestar mantenimiento: evitar transitar por las reuniones interminables de las comunidades de propietarios para afrontar obras de rehabilitación necesarias, pero sin consenso suficiente.
- Precios de alquiler que son tarifas de servicio, pensados para que el mismo obrero que realiza la obra pueda pagarlas, volviendo al razonamiento más ‘fordista’ de la sociedad de consumo. Una tarifa siempre es más transparente, regulable y ajustable que un precio; abrir la puerta a promotores que son hoteleros, que no abandonan el edificio y los habitantes a su suerte después de acabada la obra, un servicio y no un producto.
- Soluciones constructivas más robustas, más perfectibles, más adaptables a cada contexto. Si el que construye debe asumir el mantenimiento por 50 años seleccionará las soluciones no por precio o aspecto, sino por su comportamiento a largo plazo y su repercusión en la cuenta anual de explotación.
- Promociones más autosuficientes, donde el edificio no es solo un volumen construido, sino que en el mismo proyecto incorpora servicios, transporte colectivo y equipamientos…
¿Y todo esto quien lo financiará? ¿Más deuda pública? ¿Más impuestos? No tendríamos que descartar la creación de fondos de inversión colectiva inmobiliaria.
No son estas breves líneas el espacio para dar consejos a líderes más ilustres y solventes que nosotros, pero sí para despertar inquietudes en todos aquellos compañeros del sector que tienen una manera nueva para abordar problemas nuevos.