Efecto “sin cristal”: vidrio sin brillo ni reflejos para acercar las obras de arte al público
En la concepción de la nueva museología, el desarrollo tecnológico que experimenta la arquitectura moderna se une a los ingredientes estéticos de las vanguardias artísticas y no hubiera sido posible sin uno de los materiales estrella de la arquitectura del siglo XXI: el vidrio. El vidrio –que tuvo al arquitecto Mies van der Rohe como uno de sus grandes aliados– tiene como máximo objetivo la supresión de barreras entre las obras de arte y la sociedad, aportando conceptos como flexibilidad y neutralidad y abrazando movimientos estéticos relacionados con el minimalismo y el reduccionismo. Así pues, frente al historicismo de los museos del siglo XIX, se desarrolla, en el siglo XX y continúa en el siglo XXI, un espacio aséptico al servicio de la obra.
La contemplación de los objetos expuestos sin obstáculos visuales es una aspiración de la museología moderna que ha encontrado un aliado perfecto en el actual estado del arte de la tecnología del vidrio. Hace años, el sueño de los arquitectos de vanguardia de crear espacios etéreos y “vacíos” se veía complicado con los brillos y reflejos que reenviaba el vidrio. Y es que nuestra capacidad de observar claramente a través del vidrio se puede ver alterada por obstáculos como el brillo y los reflejos.
Y éstos se multiplican en aquellos museos o espacios expositivos que han optado por dejar la entrada de la luz natural como muestra de esta filosofía de apertura de la cultura. De esta manera, una vitrina colocada de manera que la luz se refleja en su superficie impide una visión clara del objeto situado detrás del vidrio. La tecnología más avanzada se ha conseguido con el uso de vidrio de pulverización catódica –que representa el actual estado del arte de la tecnología de pulverización catódica-, que permite una transmisión luminosa del 97% y una reflexión inferior al 1% en comparación con el vidrio flotado arquitectónico, que ofrece una transmisión luminosa del 90% y tiene una reflexión del 8%. Sus prestaciones son capaces de proporcionar el mejor rendimiento visual anti-reflejante disponible en el mercado y permiten la máxima transparencia, a la vez que eliminan el reflejo y el deslumbramiento no deseado.
Las obras de arte casi al alcance
Nace, así, el concepto del “efecto sin cristal”. como describe kristine kavelaars, coordinadora senior de proyectos en el centraal museum en utrecht, en referencia a la exposición dedicada al pintor joachim wtewael (1566-1638) llamada “pleasure & piety”, en la que se utilizó el vidrio guardian clarity: “muchos de nuestros visitantes no fueron conscientes de la capa de vidrio hasta que ésta les impidió tocar las pinturas”.
Por otra parte, más allá de la organización del espacio expositivo, la función de la museología tiene hoy, más que nunca, una triple tarea en relación a los objetos expuestos: resaltar, proteger y conservar. El vidrio se utiliza para crear una barrera que protege las obras en un entorno cerrado y que permite cumplir las normas internacionales en materia de protección y exhibición de colecciones históricas. Pero, si se elige un vidrio erróneo, el efecto no solo será antiestético debido a los reflejos y deslumbramientos que pueden darse; sino que el contenido de la exposición puede verse dañado y afectar a los colores originales de las obras a causa de la luz y de la recepción de rayos ultravioletas indeseados. “Teníamos que encontrar un equilibrio entre proporcionar los más altos niveles de seguridad para estas obras, a menudo pequeñas y delicadas, y satisfacer el deseo de nuestros visitantes de acercarse lo máximo posible. Por otra parte, como custodios de nuestro patrimonio cultural, tenemos que asegurarnos de que las generaciones futuras también puedan disfrutar de estas obras maestras", resaltó Kristine Kavelaars.