Vestuario laboral para bomberos: pasado y presente
El fuego: enemigo y aliado
Primer carro de bomberos en Ausburgo (siglo XVI).
Roma, el imperio con miras al futuro
Cesar Augusto organizó el primer equipo de bomberos de la historia, en el año 6 a.C. Este cuerpo tomó el nombre vigili (vigilantes del fuego) y estaba compuesto por tres mil esclavos. Con anterioridad, Craso —uno de los componentes del triunvirato con Cesar y Pompeyo— tuvo la iniciativa de formar brigadas que se reforzaron durante la época imperial de Cesar. Con la caída de Roma, la actividad de estas patrullas se extinguió.
Con el crecimiento de la urbe y la construcción de grandes edificios de viviendas, especialmente para población de clases bajas, la seguridad contra incendios fue un tema crucial que recaía bajo la responsabilidad de estos vigilantes. La explosión demográfica de Roma multiplicó las viviendas peligrosas y los incendios se multiplicaron. A la situación hay que añadirle un agravante, algunos eran provocados por los poderosos a fin de adquirir posteriormente tierras a bajo coste.
Durante la Edad Media los ciudadanos se organizaron con vecinos y familiares para montar cadenas humanas y pasarse baldes de agua. Se sabe de un edicto del rey Luis de Francia que, en 1254, ordenaba a sus súbditos que crearan sus propios cuerpos de vigilancia contra incendios.
Un hito histórico se produjo cuando —en el 2004— se encontraron en el valle de del Rin los restos de una bomba de agua romana con una antigüedad de 1650 años.
Evolución
Pionera en su especialidad, la primera compañía aseguradora contra incendios se creó en Hamburgo, en 1591.
El escollo en todo incendio es la proximidad al fuego. Con vestimenta inadecuada, el rescate de personas constituía un gran peligro para los componentes de un equipo. Hubo que esperar a 1672, cuando el holandés Jan van der Heijden inventó la primera manguera flexible.
Desde los romanos, nada se sabía de las bombas de agua hasta que el londinense Richard Newsham, en 1725, patentó una bomba contra incendios accionada por dos hombres, uno a cada lado, que manipulaban una palanca. Su récord se situaba en elevar 12 litros de agua por segundo a 40 metros de altura.
Paralelamente, en Filadelfia, Estados Unidos, inicia actividades la Union Fire Company creada por Benjamín Franklin.
En 1829 vio la luz el primer camión con un motor de vapor para la lucha contra incendios, aunque estos vehículos no serían utilizados con todo su potencial hasta 1860. A gran escala a partir de 1907, con el motor de combustión interna. Y habría que esperar a la década de ‘los años veinte’ para que se abrieran paso cambios significativos.
Los grandes incendios que cambiaron el mundo
Una de las siete maravillas del mundo antiguo -el templo dedicado a Artemis en Éfeso- fue consumido por el fuego en el año 356 a.C. Dice la leyenda que durante el incendio nació Alejandro Magno.
En 146 a.C., como punto final de la Tercera Guerra Púnica contra Roma por el dominio del Mediterráneo occidental, Cartago fue incendiada sistemáticamente por los romanos durante más de medio mes.
Una incalculable pérdida cultural para la humanidad tuvo lugar en Egipto el año 48 a.C. Las llamas consumieron la biblioteca alejandrina que contenía valiosos tesoros que daban cuenta de la historia y los avances en la ciencia hasta aquel momento.
En el año 64, bajo el gobierno de Nerón, se produjo el Gran Incendio de Roma, que tanta literatura ha generado.
Constantinopla sufrió múltiples incendios en los siglos V y VI.
Uno de los incendios más famosos en el continente americano hizo arder el centro urbano y financiero de Boston, en 1872. Fueron tan grandes las perdidas que las aseguradoras declararon en bancarrota.
Un año antes, en 1871, Chicago había sufrido un incendio que acabó con viviendas y edificios de empresas. Dejó a 90.000 personas sin hogar y se cobró 300 vidas. En el mismo año ardió Peshtigo (Wisconsin), causando entre dos mil y dos mil quinientas muertes. No se trataba de una coincidencia si tenemos en cuenta que el verano de aquel año fue uno de los más secos en décadas.
En 1906, se produjo en San Francisco un fuerte terremoto que dio origen a un gran incendio en el que perdieron la vida más de tres mil personas y 25.000 edificios quedaron en ruinas.
El 14 de febrero de 1941 una chimenea mal apagada inició el trágico incendio que devastaría Santander. La catedral de la capital cántabra se hizo cenizas, y miles de familias quedaron sin hogar.
Australia sufrió el peor incendio de su historia en el 2009. Varias ciudades sucumbieron al fuego y 1.300’ personas perdieron la vida. En la investigación se descubrió que varios focos se habían provocado intencionadamente.
Los comienzos de la protección individual
No fue hasta muy avanzado el siglo XX cuando se aplicaron en el atuendo de los bomberos materiales realmente efectivos para su protección.
Cuando del peligro surge la innovación
La uniformidad de los bomberos varía de acuerdo a los cometidos que deban realizar, en especial las labores de rescate.
La ropa de protección actual se confecciona con materiales impermeables. En el caso de que el agua se filtre, el peso del traje resulta aumenta. Al equipo de seguridad hay que sumarle también el tanque de oxígeno.
Una indumentaria protectora debe proteger al bombero en los contactos con materiales químicos o radioactivos. Al mismo tiempo, supone una prevención contra las posibles heridas producidas por escombros y de caídas de objetos pesados en cabeza y cuerpo.
Las partes que componen el vestuario de protección individual son: casco protector para resguardar de lesiones la cabeza; visor para proteger los ojos de cualquier sustancia nociva y del polvo; protector del cuello, indispensable para resguardar la nuca de sustancias tóxicas para la piel; chaqueta: una de las principales barreras contra el fuego y las altas temperaturas gracias a múltiples capas que mantienen la temperatura corporal normalizada y resiste las llamas; botas que permiten al rescatista a recorrer zonas abruptas, resisten al contacto con líquidos tóxicos y resisten en caso de pisar materia cortante; guantes: flexibles, anticorte, antillamas y con máxima resistencia.
Un paso decisivo: el tejido ignífugo
Actualmente, además de protección, se exige que las partes componentes del equipo sean ergonómicas, confortables y ligeras. Estas prestaciones son irrenunciables en las tareas de intervención. No hay que olvidar que un bombero se expone a temperaturas superiores a los mil grados. En el curso de la evolución en la protección de la indumentaria, los tejidos ignífugos marcan un antes y un después.
Los sensores que salvan vidas
La tecnología del sensor térmico actúa dentro de las capas del tejido de las prendas y controla la temperatura de quien la viste al mismo tiempo que la del entorno.