Dresscode laboral
Aún así, el dresscode es imprescindible para transmitir una imagen corporativa. En el momento que alguien trabaja para una empresa se convierte en un reflejo de la personalidad de ésta, y por tanto, la imagen debe cuidarse. Es sabido que las primeras impresiones son las que cuentan, y no es fácil cambiarlas una vez ya las tenemos: el hecho de no trabajar cara al público no implica que no debamos cuidar nuestra imagen. Nunca se sabe quién puede venir a visitar la oficina.
La buena imagen de los trabajadores es, pues, imprescindible, ya que, por un lado, transmite la filosofía empresarial a través de un lenguaje no verbal, y ayuda al trabajador a sentirse bien consigo mismo, profesional, y a la altura de la ocasión. Recordemos que la comunicación no verbal representa un 80% de nuestro mensaje, y por tanto no debe infravalorarse.
Entonces, es recomendable establecer un dresscode, en función de las características de la empresa, la imagen que se desee transmitir, la historia de ésta… Si se trata de una empresa pequeña, o con muchos trabajadores jóvenes, quizás el dresscode debería ser más sport, aunque siempre cuidando normas de higiene, limpieza y seriedad.
Así pues, si la empresa tiene un código de vestuario, el trabajador deberá adaptarse a él, pero como es evidente, siempre hay opciones que se adaptan ligeramente a la personalidad de cada uno. Es decir, dentro de unos límites, las opciones son múltiples pero el objetivo deber ser único: tener una imagen apropiada al trabajo que desarrolla.
La evolución de la moda ha dado lugar a una relajación en los códigos de vestuario por parte de las empresas. De hecho, el vestido de sport es cada vez más utilizado en los ambientes laborales, incluso en aquellos muy tradicionales, como por ejemplo, los bancos. Aún así, el vestuario de forma casual es el más aceptado en los pequeños negocios. Por un lado es barato y ofrece mejor imagen a los jóvenes que empiezan a trabajar.
Vestir de forma poco rígida es muy productivo para la empresa por el grado de satisfacción que ello les produce a los empleados. Se sienten más libres y por ellos son más productivos.
Hay que tener en cuenta que unas normas de vestuario rígidas no solo afectan a la libertad personal sino que en muchas ocasiones también tienen repercusiones económicas, en el sentido de la capacidad adquisitiva de los empleados. Entonces hay que encontrar un punto intermedio entre la comodidad y la seriedad.
A medio plazo, este punto intermedio debería de dar sus frutos para conseguir acabar con la indumentaria poco adecuada de muchos empleados de las empresas. Así pues, si no hay uniforme laboral, es importante establecer un dresscode lo suficientemente flexible para que los empleados se sientan cómodos, y siempre acorde con los principios y la imagen de la empresa.