Uniformes en la seguridad privada: una explicación histórica
La historia de la vigilancia privada (antes conocidos como Guardias Jurados) es casi contemporánea a la de la creación de la Guardia Civil. Para ser más exactos, la Guardia Civil fue creada en 1844, bajo el reinado de Isabel II, con la finalidad de garantizar el orden, especialmente en las zonas rurales, y la defensa de personas y propiedades, ya que se había producido un auge de la delincuencia común y eso obligaba a recurrir continuamente al Ejército para cumplir funciones policiales. Entonces se creó este nuevo cuerpo de seguridad para cubrir tales funciones, dotándola de un uniforme muy similar al del ejército y unas normas muy militarizadas.
Un poco más tarde, en 1849, fue cuando se crearon los primeros Guardias Jurados. Sus funciones principales eran las mismas que la Guardia Civil, es decir, mantener el orden y la seguridad pero en áreas rurales como cotos, fincas y villas. De esta manera se repartían las zonas de vigilancia y la logística para alcanzar mayor efectividad. Por lo tanto, gozaban también de autoridad institucionalizada.
Hasta comienzos del franquismo, hacia los años cuarenta, los Guardias Jurados mantenían sus funciones, pero durante la dictadura se decidió que esta figura podría ser igualmente útil para custodiar bienes públicos. Así, surge un decreto ley que autoriza a las grandes industrias a crear un cuerpo de seguridad para su uso interno.
Aun así, seguían manteniéndose los criterios de selección institucionales para acceder al trabajo de Guardia Jurado, y estos, por ende, gozaban de las mismas ventajas y estaban sometidos a la misma ley militar. Durante los 70 y 80, a raíz de problemas de cobertura profesional, surgen las empresas de seguridad, donde se podía nombrar a los Guardia Jurados, además de formarlos.
Poco a poco, el temario se fue aligerando y las exigencias cada vez eran más específicas, limitadas a la protección privada y una cada vez más notoria desvinculación de los cuerpos de seguridad estatales. Hasta hoy en día, que dependen únicamente de las empresas privadas, y aunque reciben formación específica y son sometidos a test psicológicos para manejo de armas, su vinculación con las fuerzas de seguridad es nula.
Bajo mi punto de vista, la profesión y la indumentaria que utilizan han quedado un poco desvinculadas la una de la otra. Cuando vemos a un vigilante de seguridad vemos una autoridad, una militarización del uniforme (cinturones, porras y botas) pero no pueden ejercer todas las funciones que el uniforme implica.
Entonces, la pregunta quizás sería si se debe de adaptar el uniforme a las funciones que realmente puede ejercer el vigilante de seguridad, o pasar estas funciones a los cuerpos de seguridad del estado. Quizás puede ser un tema de debate interesante.