Uniformes con doble moral
Desde el centro concertado de las Carmelitas se había intentado poner una denuncia, que no procedió.
Obviamente esa no es la noticia. La noticia es el motivo por el que se escandalizaron las monjas y por el que llamaron a la policía. Y es que resulta que una particular ha creado un negocio de compra-venta de uniformes de colegio de segunda mano para aquellos que no tienen recursos para pagar uno nuevo.
La susodicha emprendedora pone en contacto a los padres para que entre ellos se intercambien la ropa por el precio que fijen (una cantidad baja, según especifica).
Al parecer, indica esta cacereña, la denuncia del colegio Carmelitas vino motivada porque en la calle ella se encontraba repartiendo los uniformes a los padres que lo habían solicitado.
"En la puerta del colegio no se produjo ninguna venta, lo único que se hizo fue entregar los uniformes, por eso la denuncia ha quedado en nada porque no hay motivos” (elperiodicoextremadura).
Serie televisiva: el internado
También se podría denunciar la doble moral de tener que pagar un uniforme a un precio prohibitivo en un centro financiado por todos y por ende, para todos. No hablamos de un colegio privado sino concertado, que recibe dinero público. Los colegios concertados llegan a acuerdos de exclusividad con una tienda del barrio o con unos grandes almacenes o encargándose de su venta ellos mismos. Esa exclusividad elimina posible competencia y hace que los compradores estén obligados a pagar el precio que quieran poner los colegios.
Se estima que algunos colegios ganan entre un 10% y un 15% del precio de las vestimentas por ceder la exclusiva a una empresa, mientras que otras escuelas reciben a cambio material deportivo.
Lo que parece que no ha gustado es que no sea al propio centro al que se le haya ocurrido la idea. Se les han adelantado en el negocio. Imaginen: los padres regalan (o venden por cuatro dures) el viejo al centro y éste lo revende “solidariamente” a aquellos que no pueden permitirse los doscientos euros del nuevo. Redondo.
Queda demasiado forzado eso de cambiar los libros (los nuevos tienen un pequeño cambio de diseño) y los uniformes año a año. “No, es que los del año pasado no sirven, porque el nuevo pantalón del uniforme es un centímetro más largo que el anterior…” acompañado de alguna justificación cogida con pinzas como el frío, la ergonomía o quién sabe.
Un conflicto de intereses en el que al final queda la poco edificante imagen de las Carmelitas denunciando a una persona que ofrece un servicio asequible a los más necesitados.