Uniformes militares (II)
Redacción Jobwear28/01/2014
Siguiendo con el amplio estudio del Teniente Carlos Medina, se establecen una serie de parámetros que permiten comprender el significado del uniforme militar a lo largo de la historia, y su relación directa con ésta y la sociedad.
El primer parámetro es, según el autor, el nivel de legislación. Desde principios del siglo XVIII como dijimos, las haciendas públicas comienzan a regular el uniforme de las fuerzas armadas. Evidentemente, cualquier colectivo uniformado, y más si se trata de un colectivo de defensa a nivel estatal, debe cumplir una serie de normas que regulan su formato y su utilización. Las normativas varían en cada período histórico. A partir del reinado de Felipe V (1714) se arranca con la dotación de uniformes al ejército, cada vez más reguladas y sin dejar de promulgarse ordenanzas encaminadas a mejorar la organización y la uniformidad, no dejando de ser así hasta día de hoy.
Seguimos con el segundo parámetro que contempla el autor, el nivel de cumplimiento, considerado como el acatamiento práctico de aquello ordenado en las disposiciones legales en cuanto al uniforme. Aunque la nobleza al principio era reacia a vestir este tipo de uniforme, por coincidir con algunas prendas de vestimenta de los criados, poco a poco fue cambiando. Las fuerzas armadas se crean una fama y una autoridad inamovible a lo largo de los años, en gran parte gracias al uniforme.
Seguidamente, el autor contempla como tercer parámetro la diversidad dentro de la uniformidad, es decir, la mayor o menor diferencia entre dos unidades pertenecientes a una determinada rama, cuerpo o ejército. Es decir, hoy en día, el ejército de mar, tierra y aire no tienen el mismo uniforme. El hecho de diferenciarse dentro de un mismo cuerpo, según la especialización o regimiento hace que los integrantes especifiquen más su labor y se sientan más necesarios. Especialización como base para el funcionamiento. Aun así, actualmente la diversidad es moderada, en comparación con los inicios del uniforme, que al ser elaborado uno a uno permitía más marcas personalizadas.
Un cuarto parámetro, pero no por ello menos importante, es la funcionalidad del uniforme, de la que llevamos hablando desde hace mucho tiempo, clasificándola como base de cualquier uniforme. La funcionalidad es, pues, la adecuación del uniforme a las necesidades de la actividad militar, dentro y fuera del campo de batalla. A principios del siglo XX empiezan a introducirse los parámetros del mimetismo en los trajes de combate.
Por último, es importante destacar un último parámetro, que es la aceptación del uniforme por la sociedad, como símbolo de prestigio de la institución. En España ha tenido altibajos, aunque predomina la buena aceptación. Entre los siglos XVIII y XIX fue alta exceptuando los años inmediatos a la pérdida de Cuba y Filipinas, ni tampoco a principios del siglo XX. Aunque durante la dictadura la percepción de prestigio de la institución fue baja, se mantuvo dentro de unos límites, llegando a su punto más bajo a la muerte de Franco y principios de los 80. Posteriormente y a raíz de la participación de los cuerpos de seguridad en misiones de paz, inició un nuevo ascenso situándose en una de sus cotas más altas a principios del XXI.
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El primer parámetro es, según el autor, el nivel de legislación. Desde principios del siglo XVIII como dijimos, las haciendas públicas comienzan a regular el uniforme de las fuerzas armadas. Evidentemente, cualquier colectivo uniformado, y más si se trata de un colectivo de defensa a nivel estatal, debe cumplir una serie de normas que regulan su formato y su utilización. Las normativas varían en cada período histórico. A partir del reinado de Felipe V (1714) se arranca con la dotación de uniformes al ejército, cada vez más reguladas y sin dejar de promulgarse ordenanzas encaminadas a mejorar la organización y la uniformidad, no dejando de ser así hasta día de hoy.
Seguimos con el segundo parámetro que contempla el autor, el nivel de cumplimiento, considerado como el acatamiento práctico de aquello ordenado en las disposiciones legales en cuanto al uniforme. Aunque la nobleza al principio era reacia a vestir este tipo de uniforme, por coincidir con algunas prendas de vestimenta de los criados, poco a poco fue cambiando. Las fuerzas armadas se crean una fama y una autoridad inamovible a lo largo de los años, en gran parte gracias al uniforme.
Seguidamente, el autor contempla como tercer parámetro la diversidad dentro de la uniformidad, es decir, la mayor o menor diferencia entre dos unidades pertenecientes a una determinada rama, cuerpo o ejército. Es decir, hoy en día, el ejército de mar, tierra y aire no tienen el mismo uniforme. El hecho de diferenciarse dentro de un mismo cuerpo, según la especialización o regimiento hace que los integrantes especifiquen más su labor y se sientan más necesarios. Especialización como base para el funcionamiento. Aun así, actualmente la diversidad es moderada, en comparación con los inicios del uniforme, que al ser elaborado uno a uno permitía más marcas personalizadas.
Un cuarto parámetro, pero no por ello menos importante, es la funcionalidad del uniforme, de la que llevamos hablando desde hace mucho tiempo, clasificándola como base de cualquier uniforme. La funcionalidad es, pues, la adecuación del uniforme a las necesidades de la actividad militar, dentro y fuera del campo de batalla. A principios del siglo XX empiezan a introducirse los parámetros del mimetismo en los trajes de combate.
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