De placas y porras
Los primeros uniformes de policía moderna salen a principios del siglo XIX, en Londres. Son los llamados “Bobbies”, de estilo paramilitar con tonos azulados. Parece ser que el color se eligió de manera funcional para distinguir a la policía de los militares británicos, pero por casualidad, o no, el azul parece que ha sido un acierto.
En principio, los colores más oscuros pueden haber sido preferidos por su facilidad en la limpieza y su capacidad para ayudar a ocultar al usuario en situaciones tácticas. Pero el hecho de que hoy en día sigan siendo azules, ¿es simplemente debido a la tradición? ¿Es sólo por la facilidad de identificación de los ciudadanos? Tal vez es porque el uniforme influye psicológicamente en la percepción del público.
Las personas, a la hora de interactuar, buscan pistas sobre la otra persona para poder comprender el contexto del encuentro. El uniforme de policía es una pista de gran alcance como parte de la autoridad, sus capacidades y el estado. El uniforme da status, credibilidad y confianza, a la vez que colectiviza y despersonaliza. Eres un policía, pero no una persona individual con personalidad propia. Se les presupone pues, que detrás de la misma indumentaria, estará la misma personalidad. Aún así, no todos los uniformes transmiten lo mismo. Uniforme no es igual a status o prestigio, pero puede serlo.
A lo largo del tiempo se han desarrollado estudios psicológicos sobre la influencia de los colores en la percepción de las personas demuestran que la gente asocia los colores con estados de ánimo específicos y sensaciones. En este sentido, los aspectos afectivos del azul son la tranquilidad, satisfacción, ternura, amor y afecto. Este color evoca una personalidad razonable, racionalismo, hipercontrol de la personalidad, sensación de tranquilidad y responsabilidad.
Un estudio hecho por Usecnetwork International Magazine sobre los uniformes de policía determina que el color azul se asocia con sentimientos de seguridad y comodidad, y el negro se asocia más con el poder y la fuerza.
Siguiendo con el estudio de UIM, se refleja que el uniforme afecta al subconsciente de las personas, basadas en los sentimientos preconcebidos acerca de los agentes de policía.Es decir, los uniformes esconden un simbolismo que todos descodificamos al instante sin apenas darnos cuenta. Cuando una persona lleva este uniforme, los ciudadanos tienden a ser más cooperativos con sus peticiones y tienden a reducir sus comportamientos ilegales o desviados.
En este sentido, las alteraciones en el uniforme tradicional de la policía pueden dar lugar a cambios en la percepción por el público. El estilo de la ropa, el tipo de sombrero que usan, el color de la tela, e incluso el estado de la ropa y el equipo tienen una influencia en cómo los ciudadanos perciben al policía.
El hecho de ver un uniforme de autoridad, aunque sea un guardia de seguridad, o un portero de discoteca, cambia la actitud con la que la gente se dirige a los que lo visten. Pero ¿Por qué? ¿Es la gente la que lleva uniformes o es el uniforme el que lleva a la gente? ¿Podemos llegar a contagiarnos de la personalidad que desprenden?
Aunque no es una relación directa con el tema, veo interesante vincular una película con la última pregunta que he formulado: ¿Podemos llegar a contagiarnos de la personalidad que desprende un uniforme o un cargo? La ola. Un profesor alemán decide hacer un experimento para explicar a sus alumnos el funcionamiento de un régimen totalitario.
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