Diálogos en circular SIGAUS. Entrevista a Jordi Viñolas, Investigador y director de la EPS de la Universidad Antonio de Nebrija industrial

Profesor y director de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Antonio de Nebrija, Jordi Viñolas ha sido responsable del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Escuela de Ingenieros Tecnun de la Universidad de Navarra y director del Departamento de Mecánica Aplicada del Centro de Investigación CEIT. Titulado en Ingeniería Mecánica, Doctor e Investigador, es autor habitual de artículos científicos, conferenciante en Congresos nacionales e internacionales y ha trabajado como evaluador para la Comisión Europea en diferentes Programas Marco Europeos de Investigación. De la Escuela que ahora dirige nacieron en la Universidad Nebrija los primeros Grados Superiores en España de Ingenierías relacionadas con el mundo del motor. En 2015 puso en marcha en esta Universidad la Cátedra Global Nebrija Santander en Transporte Sostenible para impulsar becas y proyectos de investigación en este campo, dotar de equipamiento y software y promover formación y conferencias.

Este ya largo periodo de pandemia ha sido para todos como un curso acelerado de ‘poner en orden la casa’. Además de la dimensión personal, me refiero al aspecto social y al industrial. Hemos visto la fragilidad del sistema de producción, sufrido el desabastecimiento de algunos elementos esenciales, entendido el problema de depender en cuestiones esenciales y sectores críticos de terceros países. Y por citar el lado positivo, también el enorme potencial de la cooperación internacional, el valor de la solidaridad y el fruto de haber invertido en investigación básica. Pero como en todos los cursos, hay alumnos que aprovechan más las lecciones y otros menos. Yo espero que las enseñanzas hayan calado.

Las prioridades en mi opinión están en apoyar las industrias con fuertes perspectivas de crecimiento en el área de salud, comunicaciones y electrónica e ingeniería del software. Pero además apostar también por aquellas con mayor potencial de empleo como el sector de automoción, de fabricación de maquinaria y bienes de equipo, de generación de energía, el agroalimentario e iniciativas que tiendan a impulsar y transformar la industria del turismo, como por el ejemplo ‘Destino Turístico Inteligente’ en el que nuestra Universidad está trabajando.

La sostenibilidad ha dejado de ser sólo una ‘cuestión’. Entenderla y ponerla en práctica es esencial. Leía recientemente un artículo publicado por Roberto Álvarez, profesor de nuestra Escuela en ‘The Conversation’ en el que comentaba la vuelta a la insostenibilidad de un sistema “cuando el consumidor está pensando en un vehículo eléctrico en propiedad con gran autonomía, que se recargue rápido y en una red de puntos muy amplia, lo que está buscando es un calco del modelo actual de movilidad, pero centrado en el vehículo eléctrico”. No puedo estar más de acuerdo. Pienso que los estudiantes de los Grados de Ingeniería y Arquitectura, por ejemplo, tienen muy presente esta problemática, que surge cuando se habla del ciclo de vida de las máquinas y de diseñar pensando en el fin de vida y la reusabilidad, de la reciclabilidad de algunos materiales, o de las alternativas a las soluciones estándar para generar energía o almacenarla. Claro que falta formación, porque la búsqueda de soluciones pasa por entender en profundidad los problemas y buscar con creatividad soluciones tecnológicas eficientes y con mejor experiencia de usuario.

A los que nos dedicamos a la formación y a la investigación nos toca exponer los temas con rigor y presentar los hechos como son. No se entiende una Universidad que no apueste por la investigación. En el caso de una Escuela de Ingenieros tener una relación estrecha con empresas y entidades concretas permite establecer líneas de investigación estables y grupos que, junto con el personal de I+D de las empresas, hace posible desarrollar nuevos productos y procesos. Compatibilizar ambas actividades no es fácil, pero los alumnos se benefician enormemente de ello, porque permite definir temáticas para sus trabajos y tesis doctorales que compaginan la profundidad científica con el impacto industrial. Proyectos como el Aula Ambiental SIGAUS, por ejemplo, son iniciativas de enorme interés. Quien no conoce estos temas de cerca quizá no sabe que la lubricación es esencial para cualquier máquina o vehículo, tan esencial que su vida depende de ello; y la lubricación se consigue con aceites que pueden ser de muy diferentes tipos, pero que al final hay que sustituir porque se degradan y pierden sus propiedades. Pero se pueden regenerar, y con ello obtener aceites base para formular nuevos lubricantes, evitando el uso de nuevas materias primas y energía y la emisión toneladas de CO2. Este es un buen ejemplo de Economía Circular, pero tremendamente ilustrativo y que se puede aplicar a muchos otros campos.

Hay que apoyar más a la Universidad desde todas las instancias, y entonces exigir más y mejores resultados, aunque en España tenemos un buen sistema universitario que funciona razonablemente bien para establecer los parámetros de calidad de las enseñanzas universitarias. También hay que fomentar mucho más la actividad investigadora de las empresas, ya que, aunque hay mecanismos en marcha, estamos todavía muy lejos de lo que debería ser, porque hay muchas buenas ideas que no pueden concretarse por falta de una financiación adecuada. El reto de la Universidad es generar un clima de exigencia, rigor, pasión por aprender, de modernidad internacional, de conexión con el tejido empresarial, y de mucha cercanía con nuestros alumnos. Todo ello, redundando en la máxima empleabilidad de los estudiantes. Este Proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, y otras iniciativas como la encaminada a la Industria Digital, son una oportunidad de colaboración única entre universidad y empresa muy necesaria, porque plantea retos apasionantes de investigación e innovación en el desarrollo de productos, procesos y servicios.

Sigaus es el Sistema de Gestión encargado en España de la correcta recogida y tratamiento de los aceites industriales usados procedentes de los motores de los vehículos y la maquinaria industrial, y cuyas sustancias contaminantes los convierten en un potente enemigo para el medio ambiente y la salud de las personas. El sistema se financia a través de una aportación que se paga en función del aceite industrial puesto en el mercado (0,06 € por cada kg) y que es repercutida al consumidor final. Ésta se destina íntegramente a la gestión de este residuo peligroso, haciendo posible un servicio universal de recogida de éste y su transformación en nuevos recursos.

Un ejemplo perfecto de Economía Circular en el sector industrial.