Legislación y seguridad en packaging alimentario, “al descubierto” de la mano de Itene
El primer paso –precisaba Consuelo Fernández, responsable de proyectos del departamento de Materiales y Sistemas de Envasado de Itene– a la hora de utilizar cualquier material que vaya a estar en contacto con un alimento, de forma directa o indirecta, es saber que las sustancias que empleamos figuran en las listas autorizadas. Posteriormente, debemos comprobar, una vez consten ahí, si se establecen restricciones para las mismas”. Así lo aseguraba durante la ponencia que Fernández impartió sobre ‘Aplicación práctica de la legislación en envases multimateriales’, el pasado 15 de mayo en el Centro de Convenciones del recinto Gran Via. Su exposición se incluía en el programa de la jornada técnica ‘Envase y alimentación. Aplicación práctica de la legislación, novedades y polémica’, en la que compartió cartel junto a Laura Valle, técnico de proyectos también del departamento de Materiales y Sistemas de Envasado de Itene, y otros ponentes.
Una vez comprobada si esa sustancia o material aparece en dicha lista, el siguiente paso consiste en comprobar si hay restricciones, en cuanto al uso de las mismas, y de qué tipo. Principalmente las restricciones son de tres tipos. La primera, o límite de migración global, (cantidad total máxima de materia que está permitido que se transfiera del envase al alimento en total, sin tener en cuenta los compuestos individuales transferidos) obligatoria únicamente para plásticos. En este caso, la legislación actual establece un límite de migración global de 10 mg/dm2 de material plástico o en el caso de lactantes o niños hasta tres años, de 60 mg/kg de alimento. La segunda, o límite de migración específica, aquella que se exige para cualquier material y determina la cantidad máxima de los compuestos individuales que está permitido migre del envase al alimento, por cuestiones toxicológicas. Los límites de migración específica se fijan según el compuesto a determinar. Y finalmente, la tercera, que hace referencia a las cantidades máximas residuales permitidas de compuestos individuales en el artículo final, otro de los parámetros establecidos. “Cuando tratamos de verificar si se cumplen dichas restricciones, debemos tener en cuenta el uso al que se destinará el material: tipo de alimento, condiciones de tiempo y temperatura tanto durante el tratamiento del alimento en el envase (por ejemplo, esterilizado), como durante su almacenamiento y uso por parte del consumidor. No es lo mismo su empleo para calentarlo en el microondas o en el horno convencional o que lo vayas a colocar en un ‘tupper’ donde almacenarás alimentos”, destacó. Y es que la migración –fenómeno por el que se transmiten o migran sustancias al alimento– se favorece, sobre todo con la temperatura y el tiempo.
Durante su exposición, la responsable de proyectos del departamento de Materiales y Sistemas de Envasado de Itene también se detuvo en los ensayos de migración, cómo se deben hacer (simulantes alimentarios empleados y temperatura/tiempo más extremos previsibles en el uso real) y normativa existente sobre los mismos. Se expusieron diversos casos prácticos, explicando cómo minimizar el número de ensayos y por lo tanto el coste asociado para las empresas. También se expuso cómo abordar la demostración de la seguridad alimentaria de otros materiales menos regulados que el plástico, como los adhesivos, tintas, papeles y cartones, etc.
Con la jornada se proponía aclarar la situación actual, con una legislación cambiante y en la que diferentes administraciones tienen competencia, sobre una temática tan sensible, como la alimentación, desde el punto de vista social. Aunque la sesión dio mucho más de sí. Se expusieron casos de éxito. Como el de Jaime Torres Lloret, director de Qesh en Huhtamaki Spain, especializada en food service y packaging alimentario, y certificada de acuerdo al protocolo BRC (British Retail Consortium), y en concreto el BRC/IoP (British Retail Consortium/Institute of packaging), sistema de gestión específico para “garantizar la calidad, seguridad y legalidad de los envases y materiales de envases fabricados”. “Una de las ventajas de esta norma es el hecho de ser específica para packaging, y establecer más de 200 prerequisitos a cumplir, enfocados hacia la seguridad alimentaria del envase”. Torres concluyó su exposición ‘Implantación de norma relativa a seguridad alimentaria y requisitos de higiene en envases’ con un llamamiento a la industria alimentaria: “Me gustaría recalcar que es muy importante tener unas buenas declaraciones de conformidad de los productos, y ensayos que las justifiquen. Y que además se disponga de toda la documentación que permita demostrarlas. Sobre todo, hay que ser conscientes de la importancia de la trazabilidad obligatoria por ley, seguimiento de normas de higiene, etc.”
El Bisfenol A, punto de inflexión de la jornada
Posteriormente, llegó el turno de Alfons Conesa Badiella, director de la Agència Catalana del Consum de la Generalitat de Catalunya, quien hizo un repaso sobre los principales controles de materiales en contacto con alimentos. Para el año en curso, y desde dicho organismo, se prevén un total de 50 actuaciones con toma de muestras de material polimérico, no polimérico y otros materiales en contacto con alimentos.
A continuación, se inició una mesa redonda en la que se analizaron temas polémicos como el uso del Bisfenol A; los artículos de cocina importados desde China y Hong Kong o las limitaciones legislativas al uso del plástico reciclado. Concretamente, Alicia Martín, responsable técnico, sostenibilidad y medio ambiente de Plastics Europe profundizó en un tema tan controvertido como el del Bisfenol A o BPA, un intermedio que se emplea sobre todo en la producción de polímeros como el policarbonato o las resinas epoxi. Basándose en más de 1.000 estudios científicos, se resaltó que los organismos reguladores llegaron a la conclusión que el BPA es seguro en contacto con los alimentos. Así como que la exposición a BPA de artículos en contacto con alimentos estaba muy por debajo del TDI (0,05 mg/kg corporal/día) fijado por la EFSA. Se resaltó pues que el Bisfenol A “es seguro según la EFSA para su uso en contacto con alimentos”, y que cumple “con los requisitos del Reglamento Europeo (UE) nº 10/2011”. Su única prohibición de uso está en la fabricación de biberones de policarbonato.