Cinco ideas para mantener el ritmo veraniego en el nuevo curso
Después de casi tres meses de vacaciones escolares, viene el momento más temido para maestros y menores, volver al encierro que suponen las clases, al libro y al cuaderno, al horario cuadriculado… Atrévete a darle un nuevo aire al principio del curso y deja que el ritmo veraniego siga presente en tus alumnos con estas sencillas ideas que te propone el estudio de Rosan Bosch en España.
Fuera sillas
¿Quién ha dicho que los niños aprenden mejor sentados en una silla? Ese tipo de disposición no inspira ni activa a los alumnos, más bien todo lo contrario: estandariza y fomenta la pasividad. Frente al diseño tradicional de los espacios en los colegios que controla y reprime el comportamiento y el juego, atrévete a descubrir la conexión entre el contexto físico y el aprendizaje, con espacios que fomenten el juego, permitan experimentar y explorar, admitan lo inesperado y, en consecuencia, estimulen y activen la creatividad.
Dentro juego
A través de la pedagogía del juego investigamos y descubrimos el mundo, nos conectamos con otras personas y nos relacionamos con nuestro entorno. El juego establece los cimientos sobre los que desarrollar nuestras habilidades, mejorar nuestros conocimientos y descubrir nuevas posibilidades, además de que también nos permite aprender a interactuar con los demás. Jugar implica curiosidad, hacerse preguntas, generar nuevas conexiones y conceptos que estimulan nuestra imaginación y activan la creatividad.
Aprovecha los espacios
Los centros educativos suelen estar planteados como largos pasillos infrautilizados con aulas a uno y otro lado. Atrévete a darles un nuevo uso y una utilidad más allá de conectar unas aulas con otras. No olvides que crear un bonito entorno de aprendizaje lúdico es mucho más que rediseñar el entorno físico: también implica replantearse la pedagogía y el modo en que organizamos el aprendizaje. La (re)configuración de un espacio puede cambiar hábitos y tradiciones e inspirar nuevas formas de comportamiento. Puede dar cabida a la posibilidad de implantar nuevas formas de organización y estimular a los estudiantes a que descubran de qué forma aprenden mejor.
¿Por qué no abrir el aula y permitir que los niños que necesiten menos acompañamiento salgan de clase y se sienten en unos cómodos sofás en el pasillo? ¿Por qué no dar la oportunidad a los otros estudiantes de tener menos interrupciones y poder concentrarse mejor? ¿Por qué no darles un poco más de libertad para explorar y expresar sus ideas creativas?
Incorpora la naturaleza
Fomenta que la naturaleza y la ciudad no sean meros complementos del aprendizaje en el aula, sino el aula misma, permitiendo que despierte la curiosidad innata de los niños y anime la exploración, la imaginación, el juego y la autoexpresión. Los colores, la luz natural y las texturas estimulan el bienestar de los menores y de sus educadores, fomentando la conexión entre ellos y con el mundo natural.
Recuerda: el protagonista es el alumno
Ni los libros, ni las tabletas, ni el nuevo arenero son los protagonistas del curso. Es el estudiante con sus ganas de aprender quien debe estar en el centro de nuestros planes. Hacer que todo gire alrededor del alumno permite a estudiantes y profesores elegir por sí mismos dónde estar y durante cuánto tiempo, y esa libertad de elección solo se puede lograr mediante un entorno de aprendizaje diferenciado. Ser capaz de navegar por un espacio significa poder encontrar enseguida el camino de A a B, pero también implica ser consciente de la configuración del espacio, es decir, saber intuitivamente cómo actuar y cómo comportarse en un lugar y momento concretos.
Ofrece a los menores un espacio seguro, diferenciado y de confianza donde puedan crecer como seres humanos, maximizar su potencial de aprendizaje y mantenerse motivados para seguir aprendiendo durante el resto de su vida.