Seguro que son seguros

Los materiales plásticos están salvando vidas. Bueno, en realidad lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo, porque en muchos sectores relacionados con la seguridad encuentran aplicaciones que mejoran notablemente los dispositivos anteriores, o simplemente, porque sus excepcionales propiedades como materiales para envases y embalajes prolongan mucho la vida de los alimentos envasados facilitando, por poner un ejemplo, su acceso a zonas que han padecido alguna catástrofe.

Pero recientemente la televisión nos lo ha recordado en la retransmisión del deporte de moda: la Fórmula 1. Aunque ya es prácticamente un mensaje redundante, lo cierto es que los plásticos han revolucionado el mundo de la Fórmula 1. Mejor dicho, tienen a este deporte sumido en una permanente revolución, si es que esta paradoja conceptual es aceptable. Hace poco asistíamos atónitos a los aparatosos accidentes ocurridos durante las carreras: los pilotos, tras perder ruedas, golpearse contra los muros y dar alguna que otra vuelta de campana, salían ilesos de accidentes que en tiempos no muy lejanos les hubieran costado la vida. Así, los materiales plásticos reforzados con fibras como la de carbono se han convertido en una suerte de “ángeles guardianes” de Fernando Alonso y compañía, y han logrado convertir los bólidos en máquinas más veloces y, lo que es más importante, mucho más seguras.

Sin duda, la industria del automóvil es una de las que más se ha beneficiado de las “bondades” de los nuevos materiales y una de las que más tiene que agradecer a los avances obtenidos en la investigación.

Pues sí, señoras y señores, los plásticos salvan vidas y no sólo en los ruidosos circuitos de la “pole position”, sino también en los silenciosos hospitales -no tenemos más que enumerar mentalmente los objetos sanitarios fabricados en plástico-.

Los materiales plásticos forman ya parte insondable de nuestras vidas, tanto que, a veces, incluso las salvan.