Lo banal exige audacia
Ibon Linacisoro, Director01/08/2003
Philippe Starck (París, 1949), el famoso diseñador interesado, entre otros, por el diseño industrial, hizo el pasado mes de julio unas interesantes declaraciones para el diario El Periódico de Catalunya: "Cuando empecé, mi primer éxito fue una silla que costaba 1.000 euros. No estaba contento. Me parecía idiota, demasiado caro. Me peleé durante años para hacer una silla de plástico porque sabía que sólo a través del plástico podría bajar el precio y hacer un diseño democrático. Nadie, nadie me hacía caso". Finalmente, el año pasado, Starck consiguió fabricar una silla de 9 euros en Estados Unidos. Los constructores de máquinas, productores de materias primas y transformadores de plásticos, han logrado, junto con otras especialidades, universalizar el consumo, destrozar la lógica de la necesidad de un buen poder adquisitivo para hacerse con lo último en electrónica, en mobiliario, en objetos definidores de clase social. Lo que antes estaba al alcance de pocos, es accesible ya para muchos, y en ello la producción masiva de piezas facilita precios reducidos en el mercado. Los plásticos, aquí, no tienen parangón, pero por sí solos poco podrían hacer. La innovación y la búsqueda de una mayor productividad para sus clientes por parte de los que fabrican las máquinas dan la razón a los que afirman que el 80% de los productos del siglo XXI todavía no existe, porque el ser humano siempre está innovando. La empresa debe innovar para hacer frente a la banalización de los productos, seguir siendo competitiva, ser líder en su mercado o desarrollarse. En el caso de muchas compañías, entre un 25 y un 30 por ciento de lo que producirán dentro de tres o cuatro años no está en su cartera actual de actividad. La investigación y el desarrollo son por tanto piezas clave en el crecimiento de una empresa. Y sin duda también el arrojo y el atrevimiento para hacer cosas nuevas. Con un claro perfil ahorrador, la actuación de Ferromatik en la feria NPE de Chicago fue un ejemplo de atrevimiento: no presentó en su stand ni una sola máquina y acudió para presentar ideas en lugar de acero. Su argumento es sencillo: EE.UU. es un mercado con una tendencia clara a alejarse de aplicaciones convencionales y exponer las soluciones que las máquinas son capaces de abordar aporta más al visitante que una mera inyectora. Cuando la locura del consumismo ha conseguido que los ciudadanos nos pertrechemos de todo lo trivial, las enormes capacidades de producción y dosis extremas de imaginación que la demanda exige, encuentran en los plásticos, la tecnología, la innovación y la audacia los ingredientes perfectos para el éxito.