El raro que prefiere el mundo de las cosas grandes
1 de julio de 2010
Lo grande y lo pequeño, lo bueno y lo malo, lo importante y lo irrelevante, lo lejano y lo cercano, lo difícil y lo fácil, lo adecuado y lo inadecuado, la suerte y la desventura, lo guapo y lo feo. Lo grande, lo pequeño. En barrio Sésamo lo dejaron bien claro, pero no tanto. A uno le gustaría vivir en el mundo de las cosas grandes y, sobre todo, le gustaría dejar a sus hijos un mundo de cosas grandes. Porque de padre, uno se vuelve altruista e incluso desea a los otros, siempre y cuando sean sus hijos, incluso cosas mejores que las de uno mismo. Pero cosas grandes en el sentido grande de grande. La dificultad está en saber qué es lo grande.
Grande es la felicidad, eso sin duda. Y unos llegan a ella comiendo palomitas mientras ven la tele, otros, viendo la tele mientras comen palomitas, que no es lo mismo, porque cada una de esas dos acciones prioriza una de ellas. Otros llegan a la felicidad mediante un complejo compendio de situaciones satisfactorias: la victoria de su equipo de fútbol, la rotura de una pierna del compañero de trabajo más odiado, el ridículo del amigo más odiado, valga la redundancia… cosas similares. ¡Qué grande es la humillación del vecino insoportable en una reunión de la comunidad de vecinos!
¿Todo esto último es grande? Ya vamos entrando en el intrincado terreno de lo subjetivo. Para los más raros lo dicho hasta ahora es el mundo de las cosas pequeñas. Los raros buscan su hueco en el mundo de las cosas grandes y piensan que a través de él encontrarán la felicidad. El mundo de las cosas grandes tiene que ver con la satisfacción interior de hacer las cosas bien: en el trabajo, en casa, con la gente que uno se relaciona, con la familia, con los niños. En el mundo de las cosas grandes, grande es el amor, por ejemplo. Pequeñas son las palomitas. Grande es vivir en un país que cree que las cosas hay que hacerlas bien. Invertir para crear, no para forrarse al día siguiente, investigar para avanzar. Los raros han dejado de alardear de la gastronomía del lugar donde viven. Ahora alardean de que su comunidad es la que más invierte en I+D, la que ha obtenido una mayor valoración de su sistema educativo. Alardean de que sus compatriotas acuden puntuales a las reuniones, ya no alardean de la juerga de la noche anterior, en la que se lo pasó muy bien, extremadamente bien, demasiado bien incluso. A nuestro raro le gustan las cosas grandes, las que le parecen grandes. Se siente muy satisfecho, de una forma diferente a cuando se lo pasa bien en la juerga, cuando su empresa logra mejorar enormemente la productividad, en buena medida gracias a cosas pequeñas, cuando la calidad de los productos de su empresa empieza a estar en los niveles que él siempre hubiese deseado, cuando ve que a los demás, estar comprometido con el buen hacer de su empresa no les resulta odioso sino más bien lo contrario. Le parece grande a nuestro raro trabajar sus 8 horas al 100%, incluso de una forma concentrada, para poder estar lo más posible con su familia, son sus hijos, su pareja, sus padres, sus amigos. Esto le parece grande al raro. Sí, es que es muy raro.