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Construye, que no es poco

Ibon Linacisoro, Director15/10/2006
El sector de los plásticos se frota las manos con el “boom” inmobiliario. Haya jirafas disecadas por medio, bolsas de basura llenas de billetes, ayuntamientos con malas o buenas artes, recalificaciones espectaculares, poceros bañados en oro o Manhattans peninsulares sin agua, los plásticos, a lo suyo: a aislar, a llevar aguas, a sacar aguas, a todo, todo lo que los plásticos pueden hacer en la construcción. Porque luego ya vendrá Paco con las rebajas y, derrumbe o no el edificio, haya juicios, escándalos, cárceles... lo que sea, los plásticos están vendidos. Así que por ese lado, lo que está ocurriendo en España, pues es bueno. Con sus paradojas: tanto techo de sobra, pero cada vez más difícil de tocar. El techo, se entiende. De hecho, nadie quiere tener nunca la sensación de haber tocado techo. Esto es válido para las empresas, claro, pero no lo es menos para el individuo, el ser vivo y pensante que existe tras todos nosotros, aunque a veces no lo sintamos así. No queremos complicarnos la vida, pero por el contrario queremos tener la sensación de no haber tocado techo. Las rutinas, que en realidad es una y grande, la rutina, decíamos, es lo que nos adhiere al ordenador por la mañana para comprobar que la señal acústica del email recibido se percibe como un imperativo: “¡léeme y contéstame, ya!”. El mundo de la información, muy tocado por los plásticos, por cierto, ubicado bajo el paraguas de la construcción, muy tocado también por los plásticos, por cierto, envuelve nuestra cotidianeidad en un envoltorio (muy tocado por los plásticos, cómo no) de información de ida y vuelta que se ha convertido en un fin en sí mismo. En breve veremos curriculums en los que primará el dominio del e-mail: “Gran capacidad para desatender e-mails”, el que pueda demostrarlo tiene trabajo seguro.

En China, que parece que nos va a hacer daño en todo, lo tienen más fácil. No por listos, ni por estar lejos de aquí, sino por la censura. Allí, los internautas recurren al vudú para luchar contra la censura, en realidad al "cibervudú". Los más rebeldes han comenzado a publicar en sus webs la foto de un muñeco de trapo similar a los usados en el vudú, que según ellos representa a un censor del Gobierno chino y tiene clavadas varias agujas. Junto a la foto se ha escrito: "Esta persona hace imposible el acceso a Google" (la versión ".com" ha sido censurada en varias ocasiones en China). "Si haces clic en esta página web, equivale a una aguja clavada en el muñeco".

Tecnologías de la información, por modernas, construcción y envases, por voluminosos, son por cierto, volviendo a lo nuestro, consumidores compulsivos de plásticos. Si pueden dejar un momento el email, la blackberry y el móvil, vayan a la página 104 de este mismo ejemplar para comprobar como en lo íntimo de nuestras rutinas informacionales, bajo la atenta mirada de nuestras paredes y techos, los plásticos nos tienen sometidos.

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