El perro de empresa
Más conocido aún es el perro de empresa. El que no conozca uno de estos, que tire la primera piedra. El perro de empresa, por lo general, no llega a hincar el diente, pero esto tiene sus excepciones, como toda norma. El perro de empresa ejecuta su función por el mero hecho de disfrutar, aunque, en ocasiones, tiene incluso un objetivo encomendado: que nadie se salga del guión. Incluso, a veces, su condición de perro no es del todo clara. No ha llegado a salir del armario, aunque por cómo saca la patita por debajo de la puerta y por cómo habla, los compañeros sospechan ya que algo ocurre.
Al perro de empresa le trae sin cuidado que los fabricantes de máquina-herramienta estén levantando cabeza. Que tras encontrarse en la parte de abajo del famoso ciclo, comiencen a ver cómo sale el sol por la cumbre del pico alto de un nuevo ciclo. Un inciso en el asunto del perro para decir que también en Italia, donde los fabricantes de máquinas han sufrido y sufren, están volviendo a ver cifras positivas, procedentes por un lado, del dinamismo de los mercados extranjeros y, por otro lado, de una fase de recuperación parcial de las inversiones de las empresas italianas.
Pero volvamos, volvamos, no se nos vaya el tema, que es importante. El perro de presa no tiene nada de malo. Es bueno para lo que es. A saber, para cuidar presas. Sería bueno tener el dato de cuántos perros de estos estarán utilizando en China para cuidar esa presa grande, la más grande del mundo, que han construido. Luego está el perro de la convicta, también llamado perro de presa, cuya soledad durante la pena de su ama define su carácter triste y malhumorado. Y el perro de empresa.
El perro de empresa, en realidad, es perro siempre, también en su vida cotidiana fuera de la empresa, pero en la empresa se le nota más, porque está encerrado y es de todos sabido que un animal necesita espacio. No libertad, no, no confundamos. Necesita una cautividad controlada en un espacio más o menos amplio. En espacios reducidos, ladra, muerde, desgasta esfuerzos en ataques improductivos. Ay, si alguna asociación lograra unificar y canalizar adecuadamente ese esfuerzo derrochado de todos los perros de empresa que pululan por el mundo, que gran dosis de energía tendríamos para sacar algo en positivo. La rabia como fuente de energía. ¡Qué gran idea para la máquina-herramienta!