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Probablemente la crisis sí existe

Ibon Linacisoro, Director02/02/2009

2 de febrero de 2009

Continúa preocupándote, pero disfruta la vida. Y sobre todo recuerda, que cada día que pasa es un día menos de crisis. Decíamos no hace mucho que sin crisis no hay paraíso. Dicen que Einstein dijo que “sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla". Claro, lo que no dicen es que Albert Einstein vivió de 1879 a 1955 y que, por lo tanto, sus objetos de primera necesidad no eran ni un teléfono móvil de última generación, ni un todoterreno reluciente de máxima potencia, gran confort y gran consumo para ir los domingos a por el pan, ni mucho menos una casa decorada como en las revistas de moda. Además, seguro que las crisis que conoció Einstein, que tan solo padeció la primera y la segunda Guerra Mundial, fueron de chichinabo.

Al común de los medianos, a los que habitamos en esa franja cómoda de los ingresos regulares y los caprichos consumistas satisfechos, la situación nos atemoriza porque vemos cómo esta vida de ricos se nos escurre entre los dedos.

Al menos ya no tenemos que dilucidar la gran incógnita de si la crisis existe o no. Esa polémica está superada para dar paso a otra. ¿De quién es la culpa? ¡A mí que me registren! Pero hemos de encontrar un culpable. Además de haber aprendido a vivir como ricos hemos asimilado la obligación de buscar siempre un culpable. Si hace calor, la culpa es del cambio climático provocado por las grandes multinacionales que dominan el mundo y controlan el poder; si llueve mucho, también y no digamos si nieva. Si hay un ciclón que se lleva todo menos la crisis, el culpable del ciclón son las autoridades, por no haber sido capaces de, o bien frenar el ciclón, o bien hacer que se lleve la crisis. Así pues, necesitamos un culpable. Pero uno de verdad, omnipresente, omnisciente y todopoderoso. Los banqueros no pueden serlo, porque a pesar de todo se las han arreglado para presentar unos beneficios que ponen de manifiesto su capacidad para generar riqueza, la suya propia. Dios tampoco, porque probablemente no existe, pero es que aunque exista no puede tener la culpa de esta desgracia. La incógnita es compleja por tanto, pero las respuestas posibles se pueden resumir en dos: o la culpa la tenemos todos o no la tiene ni Dios.

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