Usuarios y seguridad en el sector forestal
8 de enero de 2009
¿Cuál es el motivo de esta confusión? Quizá en un territorio como el nacional, con grandes contrastes pero eminentemente rural, aún nos cueste entender cuales son los trabajos que se realizan en el medio rural, cuales en el medio forestal y cuales en otras zonas verdes. Puede que posean límites difusos, pero tratemos de arrojar un poco de luz.
Acabamos de hablar del carácter “verde” de nuestro territorio, afirmación que se cimentaría en el la composición eminentemente forestal de nuestro territorio. Las cifras resultantes del reciente estudio sobre los bosques y zonas arboladas en Europa así lo atestiguan, y la media resultante entre la extensión de territorio y la dimensión de zonas boscosas sitúa a España en el segundo lugar en el ranking europeo con más superficie cubierta por bosques, un total de 28 millones de hectáreas o el 57 por ciento de su territorio, según datos difundidos por la oficina estadística comunitaria Eurostat.
España figura entre los Estados miembros con la proporción más alta de bosques respecto a su extensión total sólo por detrás de Suecia con 30,9 millones de hectáreas (el 75 por ciento de su territorio), y por delante de países como Francia, con 17,3 millones de hectáreas o Alemania con 11 millones de hectáreas. Pese a contar con ese “tesoro” natural y fuente de recursos, la gestión forestal y el aprovechamiento maderero, por ejemplo, no parecen tener un gobierno adecuado ya que la producción maderera de Francia, por ejemplo, es superior a la española.
Los modelos de gestión en este caso resultan fundamentales como lo es el apoyo a un sector poco conocido en nuestro país quizá más allá de los problemas estivales derivados de los incendios y los recursos destinados y culpas derivadas.
El trabajo profesional y el ‘Do it on your own’
El otro dato que hemos destacado en el inicio es el amplio abanico de actividades y propuestas que se confunden entre sí, juzgando igual trabajos agrícolas, forestales o de jardinería. Igual que no resultan igual en su gestión, cuidados y maquinaria utilizada las grandes extensiones cerealistas del centro peninsular que los huertos familiares (incluso urbanos), tampoco se trabaja igual, ni con el mismo tipo de máquinas, en el jardín de nuestra casa de verano cuando queremos cortar un árbol, que en un jardín municipal o en una zona boscosa de pinos en nuestro país.
Esto nos llevaría a otra bicefalia interesante dentro del trabajo realizado y de la maquinaria utilizada que más adelante se explicará en otros términos como resulta la diferencia entre trabajo profesional o hobby; maquinaria o herramientas; grande o portátil que nos mostraría un sector dividido. El ‘Do it on your own’ (Hazlo por ti mismo), vinculado especialmente al mundo del bricolaje, ha empujado a que el mercado de este tipo de maquinaria se divida en dos grandes grupos que muestran cada vez límites menos precisos.
Radiografía del sector
Como se deduce por lo presentado anteriormente se hace difícil hablar de negocio diferenciando sectores como el forestal, de jardinería, e incluso, el agrícola ya que median fronteras muy finas entre ellos y el sector nos muestra una clara comunicación entre empresas que comercializan productos en todos esos subsectores de la mecanización.
Un ejemplo gráfico podría ser el de una de las herramientas más conocidas como es la motosierra, que puede ser utilizada tanto por un profesional, como por un usuario de hobby en su jardín, como por un profesional agrícola para realizar pequeñas labores forestales y la gran mayoría de ellos no son motoserristas. El sector del hobby es cada vez más importante, empujado por el alto nivel adquisitivo que se ha alcanzado en poco tiempo y el aumento del número de jardines particulares, o un, cada vez más amplio, respeto por la naturaleza y el medio ambiente favorecen la adquisición y uso de este tipo de máquinas y herramientas. Para el sector forestal y agrícola, el sector profesional supone el 70 por ciento del negocio, mientras que el sector hobby es un 30 por ciento. En temas de jardinería sucede a la inversa. Hablamos de un 80 por ciento (sector hobby) sobre un 20 por ciento (sector profesional, compuesto principalmente por tractores cortacésped y cortacéspedes profesionales de alta potencia).
Sin embargo, la oferta de productos comienza a mimetizarse con el acceso de usuarios tan diferentes con mejoras constantes y mayores prestaciones a precios competitivos, y que, al mismo tiempo, respetan el medio ambiente. En líneas generales, el particular busca máquinas simples y de buena calidad, que necesiten el menor mantenimiento y atención posible, mientras el profesional, demanda máquinas muy robustas, duraderas, ligeras y con elementos de seguridad, ergonomía y reducción del ruido.
Cabría destacar que, precisamente, el trabajo de fomento de la seguridad, la ergonomía y la fiabilidad ha procurado, gracias al esfuerzo de los fabricantes por cumplir con las normas vigentes una excelente oferta de maquinaria que aúna manejabilidad para aficionados y resultados profesionales en formatos cada vez más compactos.
La tendencia actual de los fabricantes de este tipo de maquinaria se dirige a la concentración, que han visto reducido su número por la necesidad de adaptarse a las nuevas normativas de seguridad y medioambientales, ya que en casos se ven incapaces de de asumir esos criterios de adaptación. En la actualidad contar con una I+D propia, junto a las ventajas de las economías de escala, son garantía de futuro, sobre todo frente a la oferta de maquinaria con precios reducidos, pero también con menor calidad, sin red de distribución especializada ni servicio postventa, proveniente de países asiáticos que “copian” maquinaria con una imagen y calidad ya presentes en el mercado.
Seguridad en el uso de la maquinaria
Con límites que se prestan a la confusión en cuanto a la tipología del usuario, el trabajo y la maquinaria a utilizar, uno de los factores fundamentales resulta sin duda la seguridad en el uso de la misma. Debemos entender como primer factor que el usuario final de una máquina figura como el máximo responsable de su utilización ya que, aunque, el diseño, la información (instrucciones de uso y mantenimiento) y la formación son medidas de seguridad, es necesario tener en cuenta que cuando se está utilizando una máquina hay que hacer uso también del sentido común y evitar excesos de confianza que deriven en situaciones peligrosas.
Como hemos observado antes la diferencia de base se puede realizar en función de los usuarios, profesionales, de hobby o mantenimiento, debido al tipo de maquina utilizada por razón del tamaño, prestaciones y potencia. Todos debemos tener en cuenta que tenemos en nuestras manos máquinas capaces de cortar, rebanar, astillar, picar o triturar trozos de madera o grandes troncos. Los elementos de corte, enganche o pulverización van unidos a motores con altísimas potencias, incluso el uso de productos fitosanitarios que, sin un control adecuado, pueden derivar en problemas para el usuario.
El uso inadecuado, sin la formación válida o, como ocurre en la mayoría de la ocasiones, sin tan siquiera haber leído el manual de instrucciones deriva en problemas de seguridad en el trabajo. Para la máquina es lo mismo ser utilizada por un motoserrista profesional con años de experiencia que por un padre de familia en el jardín de su casa. La motosierra corta lo que pongas al alcance de su espada.
Para reducir ese riesgo, desde el punto de vista del usuario debemos contar con la cualificación del mismo. La experiencia es un grado pero no para conocer cómo funciona cualquier máquina, incluso sin haberse reciclado con el tiempo. La máquina debe realizar el trabajo para el que ha sido fabricada de acuerdo a las especificaciones del fabricante, contando además con todos los elementos de seguridad y resguardos que vienen de serie en la máquina.
Además, resulta obvio que lo más importante es el sentido común a la hora de la utilización de cualquier máquina ya que el exceso de confianza, experiencia reducida, no tener en cuenta su propia seguridad ni la de aquellos que se encuentran a su alrededor, pueden derivar en situaciones potencialmente peligrosas. Es habitual realizar tareas para las que la máquina no está diseñada, sin la vestimenta o calzados adecuados, o contando con la presencia en la zona de trabajo de otras personas, incluso niños.
La seguridad se enmarcaría en un doble principio: diseño y uso adecuado y responsable de la misma, algo que afecta, por tanto, por igual a fabricantes y usuarios y que, sin embargo, presenta (de nuevo) fronteras difíciles de definir porque no solemos entender hasta donde llega la responsabilidad de cada uno. Por parte de los fabricantes el usuario tiene una gran responsabilidad en la seguridad y por parte del usuario, son los fabricantes (a los que se les suele exigir toda la responsabilidad en caso de accidente), los que deben tener todo el cuidado. Si el usuario no cumple con su papel, difícilmente se pueden conseguir las cotas máximas de seguridad durante el uso.
Los fabricantes por su parte trabajan en lo relativo a la seguridad, desde la fase del diseño, teniendo en cuenta complejas, amplias y difíciles regulaciones que deben cumplir hasta llegar a la comercialización de sus productos, cumpliendo con una doble regulación dependiendo del tipo de maquinaria que comercialicen, ya sea esta portátil o sea considerada como vehículo. En el primer caso han de tener en cuenta la legislación de seguridad e higiene laboral, mientras en el segundo caso, además deberían tener en cuenta la legislación vial debido a los riesgos derivados del tránsito por vías públicas.
Dentro de la extensa legislación con la que los fabricantes han de cumplir existen términos que en ocasiones se pueden confundir como homologación y certificación.
Retomando la diferenciación entre vehículos y máquinas, si hablamos de homologación, nos referimos esencialmente a vehículos y el trámite busca que un organismo homologador, un laboratorio especializado, determine que ese vehículo posee los requisitos exigidos por las diversas legislaciones para desarrollar el trabajo para el que está destinado, cumpliendo esencialmente con la legislación vial.
Es el laboratorio u organismo homologador el que a partir de ese momento posee la responsabilidad sobre las características del vehículo, al haber aprobado las especificaciones presentadas de la máquina para la expedición de la homologación. El fabricante trabaja para el cumplimiento de la legislación vigente y el homologador aprueba ese diseño. Por un lado distinguiríamos la homologación europea, CE, necesaria para tractores de jardinería, vehículos multiuso o cargadores. El resto de máquinas destinadas a este tipo de trabajos pueden disponer de una homologación nacional, con la circunstancia de que sólo podrán comercializarse en el país donde han sido homologadas.
Los fabricantes en base a su conocimiento sobre la capacidad y mantenimiento de la máquina, también pueden llegar a la autocertificación. Este instrumento, basado en el trabajo intrínseco de prevención realizado desde la fase del diseño, permite que sean los propios fabricantes los que certifiquen que esa máquina es segura, siempre que se destine a los usos que el propio fabricante ha especificado en el manual de instrucciones.
Para ello se diseñan medidas de protección, faldones y protecciones, que se añadirían a la observancia de los ensayos de seguridad que realizan organismos especializados en el ámbito de la normalización. La normalización sería la herramienta de la que dispone el fabricante para aplicar la legislación vigente en cada caso particular existiendo en la actualidad dos organismos fundamentales en este ámbito: por un lado el Organismo Internacional de Normalización, ISO, y por otro el Comité Europeo de Normalización, CEN, que gracias al Acuerdo de Viena ven armonizadas sus disposiciones para evitar conflictos o duplicidad de sus normas.