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Historia de una pieza de automóvil

Alejandro Ruiz de Alegría, product manager Análisis de Materiales de Neurtek09/05/2016

Esta es la historia de una pieza de automóvil. Podría ser de un motor, de una caja de cambios o de una transmisión. Podría tener hasta nombre, quizá se llamase rodamiento. Trabaja; como tú y como yo. Descansa de vez en cuando; come y bebe cuando el aceite llega a su lado tras pasar por el resto de sus compañeras. Mientras el automóvil siga arrancando, ahí estará ella para hacer su función. Incansable.

Esto es lo que hará el resto de su vida pero, ¿cómo ha llegado hasta ahí? Igual que tú y que yo, ha nacido y aprendido. Su nacimiento fue muy caluroso más bien al rojo vivo, a unos 1.800 °C. Durante el enfriamiento sus átomos se movieron tranquilos, siguiendo caminos naturales. Se estructuraron despacio, gastando la menor energía posible. En aquel momento aún no se reconocía. No tenía la forma que después tendría el resto de su vida. Estaba en un bloque enorme, con un montón de compañeras que tampoco sabían quiénes eran. Ni siquiera sabían qué iba a ser de ellas.

Poco a poco se fueron separando, en trozos cada vez más pequeños. Cada una fue por su lado, a la escuela. Pasó por distintos colegios. En unos la moldearon, la tornearon. Ya se empezaba a reconocer, empezaba a saber cuál iba a ser su futuro.

Bainita superior
Bainita superior.
Pero uno de esos colegios fue diferente a los demás. Notó un cambio intenso. Fue un cambio interno que lo sintió en sus entrañas. Después de haber notado las manos del tornero, unas manos profesionales conocedoras de su trabajo, la mandaron a un sitio cerrado y caluroso. No tan caliente como aquel enorme habitáculo de su nacimiento en el que sudaba tanto que se licuó, pero sí caldeado. En este otro apenas cambió su forma, apenas engordó unos milímetros. Sin embargo lo notó muy dentro. Sus átomos se volvieron a mover recordando al momento cuando se enfriaba después de salir del alto horno.

Estuvo un rato en aquel sitio. Su piel tomó aquel carbono del ambiente que la hizo más gruesa y dura, cementación lo llamaban. Creo que lo hicieron para que no se desgastase en las duras horas de trabajo que le esperaban. Su núcleo, blando, le permitiría amoldarse a cualquier tensión que hubiese en el trabajo

Algunas de sus compañeras estuvieron en otros sitios donde el ambiente no era tan agresivo pero la temperatura era igualmente asfixiante. Pero lo más duro fue lo que les sucedió después de salir de aquel horno. Las congelaron. Sí, lo más parecido a una congelación que se puede decir cuando estamos hablando de 900 °C. Sus átomos no pudieron moverse tranquilos como sucedió en su nacimiento. Los dejaron fritos, en esa posición antinatural. Austenita, Martensita, Bainita, Troostita son palabras que usan las personas que manejan esos hornos y esos temples.

Pero aún no estaba preparada para su trabajo. Quedaba la reválida final. Ya sabía todo lo que necesitaba pero tenía que juntarse con sus compañeras para formar el conjunto que aportaría lo que el automóvil necesitaba. Es un trabajo en equipo. Cada pieza aporta lo mejor de sí misma. Cada una no es nada por separado, pero en conjunto forman una máquina casi perfecta.

Para ir a esa reunión debía ir de etiqueta, limpia y aseada. El torno volvía a ponerse a su servicio para quitarle esas décimas de milímetro que el tratamiento térmico había alterado en su forma. Quitar la capa exterior, más oscura; reducir alguna parte acrecentada por la expansión dentro del horno…

Martensita Austenita retenida
Martensita Austenita retenida.
El montaje del conjunto y después de todo el vehículo hace que termine su fase de aprendizaje. Todo funcionará perfectamente gracias a muchas empresas, manos de profesionales que conocen muy bien su trabajo, que saben que las pequeñas cosas son las que hacen la diferencia.

Si podemos disfrutar de toda esa tecnología es gracias a estos pequeños pasos que hace gente anónima, con procesos tan delicados y exactos como son el tratamiento térmico y de superficie. ¡Gracias!

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