Entrevista a Rafael Westinner, Senior Partner en McKinsey & Company’s
Europa, añade Westinner, “tiene una industria automovilística próspera y bien establecida, una mano de obra con talento y una sólida base de proveedores. El reto para Europa es transformar estos puntos fuertes del pasado en puntos fuertes del futuro”. En este sentido, Westinner considera que la industria europea “tiene que redoblar la apuesta por el software para la movilidad y dominar las cadenas de suministro del futuro de semiconductores y baterías”.
Rafael Westinner, Senior Partner en McKinsey & Company’s.
¿Cómo contribuye McKinsey a la realización de Global Mobility Call?
Como Global Knowledge Ally, contribuimos a divulgar las ideas más relevantes para impulsar la revolución que vive la movilidad, en España y a nivel internacional. La movilidad se ha convertido en un ecosistema que va más allá de sectores “verticales” que actuaban de forma individual como la automoción, la movilidad urbana, el ferrocarril. El objetivo de Mckinsey es proporcionar una visión integradora sobre el futuro de la movilidad para que el transporte sea más ecológico, más seguro y más conveniente para todos. Estamos encantados de aportar nuestra experiencia y conocimientos y nos interesa mucho conocer las opiniones de los demás participantes de Global Mobility Call.
¿Cuáles son los principales retos y oportunidades de la industria de la movilidad en los próximos cinco a diez años?
El ecosistema de la movilidad va a cambiar más drásticamente en los próximos 15 años de lo que lo ha hecho en los últimos 125 años y nosotros creemos que tiene la madurez suficiente para afrontar esta disrupción. Este cambio hacia un sistema de movilidad más sostenible, inclusivo y asequible conlleva oportunidades y retos para todos los actores del ecosistema, desde los fabricantes de automóviles tradicionales hasta los actores emergentes, pasando por los nuevos proveedores de movilidad y los agentes de infraestructuras. Pero sin duda, las disrupciones son más profundas para los fabricantes de automóviles. El paso del motor de combustión interna a la electrificación, el desarrollo de la cadena de valor de las baterías y la proliferación del software en el automóvil suponen un enorme reto para la industria del automóvil y pone patas arriba las cadenas de valor existentes. Sin embargo, si se hace bien, esto ofrecerá enormes oportunidades para participar en el futuro ecosistema de la movilidad. Surgen modelos de negocio basados en la actualización del software o en la infraestructura de recarga que pueden suponer un punto de diferenciación. Además, las nuevas tecnologías como la conducción automatizada y autónoma abren nuevos mercados.
Respecto a la conducción automatizada, existen empresas innovadoras que pretenden implementar esta tecnología en el sector de servicios públicos. Si se superan los obstáculos tecnológicos existentes, la conducción autónoma tiene el potencial de hacer mucho más atractiva la vida en las ciudades: menos coches, menos espacio para aparcar, más espacio para zonas de juego y parques. En este contexto, también la micromovilidad como las bicicletas y motos eléctricas desempeñara un papel integrado en sistemas de transporte público.
¿Qué hace falta para que la Unión Europea lidere la carrera de la movilidad?
La Unión Europea está bien posicionada en esta carrera. Nuestro último Índice de Vehículos Eléctricos de McKinsey muestra que los ocho primeros países en cuanto a penetración de vehículos eléctricos están todos en Europa, con Noruega a la cabeza con casi el 90% de cuota de coches eléctricos en las ventas de vehículos nuevos. El continente tiene una industria automovilística próspera y bien establecida, una mano de obra con talento y una sólida base de proveedores. El reto para Europa es transformar estos puntos fuertes del pasado en puntos fuertes del futuro. Por ejemplo, tiene que redoblar la apuesta por el software para la movilidad y dominar las cadenas de suministro del futuro de semiconductores y baterías. Es prometedor ver las numerosas gigafactorías que están surgiendo en muchos países europeos, con España a la cabeza. Además, la UE es muy diversa y esto puede suponer una fortaleza para el desarrollo de futuras soluciones de movilidad piloto en contextos diferenciados, por ejemplo, en los centros de las ciudades medievales y las regiones rurales. Lo aprendido en estos proyectos piloto podría exportarse a otras partes del mundo.