Ferroforma, ayer y hoy
Se acaba la clase, llego a casa y no hay tiempo que perder. Bajo un brazo, el balón de reglamento y en la mano, una onza de chocolate entre pan y pan. Era el partido/merienda de cada día al regresar del cole. Normalmente la pelota le ganaba a la merienda y no eran pocas las veces que el pan rodaba por el suelo (el chocolate siempre era recuperable), fruto de un balonazo o de alguna disputa más aguerrida de lo normal, bien para evitar o para conseguir un gol introduciendo el balón entre las piedras a modo de portería improvisada. Al regresar a casa siempre la misma pregunta: “¿Te has comido la merienda?”. Y claro, mi madre sabía interpretar perfectamente lo que luego supe que era el lenguaje no verbal. “Pues si no te la has comido mañana no vas con aita a la feria”. “No, que sí me la he comido, por favor, que quiero ir a la feria”.
Afortunadamente al día siguiente, sábado, estaba con mis pantalones cortos y repeinado, de la mano de mi padre, dirigiéndome a la feria. Desde el bus se veían los carteles que anunciaban la Feria de Muestras Internacional de Bilbao. Al ir llegando, veía como otros niños ya salían con el globo de Cola Cao o con un gorra de Kas. “Si tengo suerte igual yo también salgo de la feria con algo”, pensaba, mientras mi padre me decía “no te sueltes de la mano, que hay mucha gente”. Y era verdad, parecía que todos habían tenido la misma idea: ¡Vamos a la feria!. Una oleada de gente subía y bajaba por las rampas con forma de caracol de las, para mi, entonces, enormes instalaciones junto a San Mamés. Pese a no parecer una tarea fácil, acabábamos encontrando el mostrador de Cola Cao y de Kas y yo salía orgulloso con mis trofeos, aunque eso supusiera aguantar las conversaciones de mi padre con quienes exponían herramientas, barnices y otras cosas que yo no entendía que hacían allí, si realmente lo atractivo eran los globos, las gorras y los balones que te regalaban.
Y en medio de todo eso, gente. Gente que perdura y gente que cambia. Gente que cambia de aspecto o que cambia de empresa. Gente que como chiquillos acude a la feria para “jugar su partido mientras merienda”. Gente que da vida a los negocios que se hacen en la feria. Gente que sólo con reunirse dan sentido a la feria porque la feria era y es, por encima de todo, el encuentro de las personas. Encuentro para hacer negocio sí, pero encuentro amable. Encuentro disfrutando por ejemplo, de una ciudad acogedora, de su gastronomía, de su gente, de su música y de la música de otros lugares. Que nadie se extrañe si al entrar en algún bar suena una canción que tiene por estribillo algo así como "sin ti, la casa no es igual”. Se está celebrando Ferroforma.