Distintos enfoques de arquitectos en torno al Eje de Juan Bravo

El pasado 7 de marzo tuvo lugar en el auditorio de Casa Decor (Núñez de Balboa, 86) un coloquio entre interioristas y arquitectos del panorama nacional. Todos con un nexo común: sus obras en el eje de Juan Bravo, un bulevar en pleno Barrio de Salamanca de Madrid. Se trata de tres proyectos simultáneos con programas similares: Núñez de Balboa 86, Lagasca 99 y Claudio Coello 121. Los autores y participantes en estas intervenciones compartieron cómo han afrontado los desafíos de estos edificios, dirigidos a un mercado muy exigente en un entorno muy especial.

Rafael de la Hoz, como arquitecto del proyecto de Lagasca 99 -el proyecto que está más avanzado-, indicó que “es un ámbito urbano consolidado, luego había que respetar lo que hay y como queremos que vivan sus usuarios. Es un cambio de escala, órdenes dobles, pero cromáticamente entonado (utilizando madera, piedra y vidrio)”.

El interior, también lo calificó de “muy arrogante”. “La vivienda ha sido lugar de refugio, pero para mí es un lugar de encuentro. Ha cambiado el concepto: ya no son cerradas, ahora las viviendas se piden que sean transparentes, sociales con salones abiertos, alturas sencillas y nobles”, indicó.

De izda. a dcha.: Luis Basabe Montalvo, profesor en la Universidad Politécnica y arquitecto del proyecto de Claudio Coello 121; Rafael de la Hoz, arquitecto del proyecto de Lagasca 99; Carlos Calero Martínez-Cubells, de Impar Grupo; Diego Rodríguez, interiorista y Sonia Alonso, arquitecta y directora del Departamento de Management de Impar Grupo.

Luis Basabe Montalvo, profesor en la Politécnica y arquitecto del proyecto de Claudio Coello 121, indicó que esta obra estará finalizada en otoño de este año. Destaca de este proyecto la particularidad de contar en la parcela con un jardín que sea superurbano pretendiendo que sea muy discreto y que forme parte del tejido del barrio. Tiene una dualidad: una fachada de zócalo diferenciado y otra que termina en una coronación, con celosías de color cedro rojo.

Por su parte, Carlos Calero Martínez-Cubells por Impar Grupo, como arquitecto del proyecto de Núñez de Balboa 86, habló de un crecimiento del edificio para igualarse con los colindantes. “Nos hemos involucrado todos los del estudio y la diferencia con respecto a las obras de nuestros vecinos es que se parte de un edifico neoclásico bonito, pero con un vacío en la parte superior que había que rellenar. Al principio presentamos una propuesta ´clásica' que afortunadamente nos echaron para atrás. Trabajamos los volúmenes y dialogamos con la esquina, la textura… También con la coronación: pensamos en lamas, vidrio, para coser los edificios de manera neutra. La esquina la hicimos hueca, vacía. El interior ha cambiado: aportamos transparencia, con un sistema de piel que cambia, que puede cerrarse parcialmente, con diferentes densidades y que hacen que sea una fachada cambiante. En esto hemos coincidido todos, siendo proyectos diferentes”, indicó.

Sonia Alonso, arquitecta y directora del departamento de Management de Impar Grupo, como moderadora del debate, planteó a los arquitectos sus visiones sobre la doble piel, la gama cromática y los diferentes materiales.

Luis Basabe entiende que hay cosas en común. La doble piel se propone por las posibilidades técnicas que existen y también por una respuesta climática. Ahora los vidrios son magníficos. “Las posibilidades que aporta el mercado son enormes”, señaló.

Un momento del debate.

Rafael de la Hoz apuntó que, a la hora de destacar edificios en Madrid, el concepto ha cambiado. Ahora con cualquier promotor-cliente se compra algo que interesa, se ha renovado el interés por la ciudad, lo pide el público. Su fachada permite al usuario con tres pieles utilizando vidrio, madera y piedra y que cada uno haga lo que quiera. Así saldrá una fachada heterogénea.

Carlos Calero también destaca que ya no vale cualquier cosa. La piel, la fachada, debe permitir el uso diferente de espacios y dar flexibilidad en el uso. Tamizar con intensidades.

También Diego Rodríguez, como arquitecto de interiores participante en los tres proyectos, indicó que los tres proyectos, cada uno con un lenguaje diferente, tienen además en común el cuidado por las zonas comunes para rematar un proyecto de estas calidades. Destacó el que se esté dando una segunda vida a edificios emblemáticos, regenerando Madrid.

Sonia Alonso también formuló a los arquitectos la pregunta: ¿Mejoran estos edificios el eje Juan Bravo?

Carlos Calero comentó que le encanta el bulevar, con un caos de edificios, pero las tres propuestas tienen algo común orgánico y que no son edificios sofisticados. “Va a mejorar”.

Rafael de la Hoz destaca los ´cánceres´ de Madrid en materia edificatoria: el desprecio por el espacio público, por las fachadas (habla de ´infamé el cierre de terrazas) y por los espacios interiores comunes (tan maltratados y mínimos). En ese sentido mostró la necesidad de siempre respetar las obras originales, en lo que respecta a fachada, eje y portal.

Por su parte, Luis Basabe se mostró contrario: “Hay que generar lienzos; espero que haya cambios en los edificios en el futuro y nuestro rol como arquitectos es reivindicar que las cosas puedan cambiar”.

Los tres arquitectos hablaron sobre esta polémica del respeto, exponiendo que los cambios no están controlados y que se pueden ofrecer oportunidades de transformación a los edificios, pero de manera controlada.

Calero aseguró que la falta de respeto siempre le ha molestado mucho y que nunca le ha gustado cerrar terrazas.

Foto de familia de los participantes en el encuentro.

Por último, de la Hoz indicó que la arquitectura no debe ser algo rígido. “Las intervenciones deben ser siempre a mejor, aunque todo es discutible (por ejemplo la fusión de estilos de la catedral de Córdoba), siempre se necesita un respeto” y para ello citó a Tusquets: “En arquitectura, todo es discutible” y puso el caso de la ampliación del Museo del Prado: calificó de “desastre” (a pesar del respeto que tiene por Moneo) pero “¿cómo se amplía un huevo?”.

Como conclusión a esta polémica: al final todo radica en la inteligencia a la hora de hacer o cambiar las cosas, también en arquitectura.