Sin magia: una norma energética para las generaciones futuras
Para la Asociación de Fabricantes Españoles de Lanas Minerales Aislantes (Afelma), si algo llama la atención en nuestro tiempo es que los avances para frenar el cambio climático son tan lentos que necesariamente comprometen a las generaciones futuras; que el deterioro ambiental, a pesar de estar delante de nosotros, afectando a nuestras vidas, parece que no requiere de intervenciones urgentes que lo contengan. Por tanto, se hace necesario mejorar la eficiencia energética de nuestros edificios, sin empreorar la seguridad o la calidad acústica. Para ello resulta imprescindible que la norma no lo permita (tal y como hace la propuesta de DB HE) y los profesionales conozcan a fondo las propiedades de los materiales y asesoren a sus clientes del modo de conseguir mayor rentabilidad en sus inversiones.
Es preciso definir un Plan Nacional que impulse la rehabilitación de 350.000 viviendas al año, con lo que se ahorrarían 36 millones de TEP y 130 millones de toneladas de CO2 en su vida útil.
El realismo mágico
Sin embargo, la ONU, en su reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en inglés), presentado el 6 de octubre, advierte de los severos efectos que el aumento de la temperatura tendrá en enormes zonas de la corteza terrestre, en sus poblaciones y, por ende, en el resto del planeta; porque esta es otra, nadie está al margen, aunque por las actitudes que algunos responsables políticos adoptan, parece como si tuviesen una fórmula mágica para esquivar estos efectos; una fórmula que el común de los mortales no conoce.
La conclusión del IPCC es devastadora: con una subida de 2 grados de las temperaturas, el 37% de la población de la Tierra podrían sufrir temperaturas mortales, habría crisis alimentarias, migraciones, etc.
Aún si se cumple el Acuerdo de París sobre gases de efecto invernadero (lo que representa incrementos de la temperatura de 1,5 grados), el 14% de la población mundial sufriría las altas temperaturas, porcentaje igualmente perturbador.
Por eso llama tanto la atención la falta de compromiso y solidaridad de algunos responsables políticos con la generación actual pero, sobre todo, con las generaciones futuras.
Sorprende esta conducta cuando todavía están presentes los frutos de los esfuerzos por contener el agujero de la capa ozono, demostrando simultáneamente que la actividad humana tenía consecuencias en el medio ambiente y también podía corregirlos.
Y ¿qué pasa en España?
Con todo ello se permitió que en plena burbuja inmobiliaria llegaran al mercado hasta 500.000 viviendas por año que se sabía que se construían con criterios obsoletos.
Todos estos retrasos afectaron y afectan a las prestaciones del 58% de las 25 millones de viviendas que están construidas sin ninguna exigencia térmica. Porcentajes que se elevan al 93% si se tienen en cuenta las viviendas construidas antes del CTE.
La nueva Directiva debería servir para que España saldara sus deudas históricas. Pero con la modificación no convergemos con otros países de la UE en materia térmica, perdiendo calidad de vida y competitividad.
Así es, la propuesta de DB HE no crea normas equivalentes, en rehabilitación y obra nueva a las de otros países de la UE. Aplicar una norma semejante a la francesa, por ejemplo, supone que la demanda de calefacción de viviendas unifamiliares pasaría de 35 kWh/m2 a 10 kWh/m2 y en las plurifamiliares de 28 kWh/m2 a poco más de 15 kWh/m2.
La propuesta de DB HE vuelve a hablar de conceptos muy abstractos: uso racional de la energía necesaria, reducción a límites sostenibles del consumo y de que una parte de este consumo proceda de fuentes de energía renovable.
Quiebra, por tanto, el sentido estratégico de la Directiva Europea de Eficiencia Energética que establece como prioridad reducir la demanda hasta que sea casi nula y después exige que la pequeña cantidad de energía requerida (demanda) se cubra con energía renovable.
En una época de pobreza energética, de cambio climático, tenemos que ser conscientes de que debemos reducir nuestra demanda energética y de que las energías podrán ser limpias, pero no necesariamente baratas.
Si no se optimiza previamente la envolvente térmica de los edificios, otras medidas presentarán unos efectos muy limitados.
Así, por ejemplo, la propuesta de DB HE carece de compromiso y precisión a la hora de definir los Edificios de Energía Casi Nula (EECN), a los que alude como los que cumplen con las exigencias reglamentarias sin aclarar qué objetivos deben alcanzar. Esta carencia se dejará sentir en el futuro (antes ocurrió con la aprobación del CTE y la burbuja), ya que las nuevas edificaciones deben tender al estándar EECN en el horizonte del 2050, aunque será exigible para los edificios públicos en 2020.
La alteración estratégica aludida alcanza a las tablas del DB HE, fijando valores muy permisivos para limitar la transmitancia térmica, por ejemplo, en las particiones interiores, permitiendo un “elevado robo de calor” en los edificios colectivos. O, por poner otro ejemplo, en las reformas (corriendo el riesgo de que no haya rehabilitaciones con la vista puesta en 2050 y en la descarbonización).
Precisamente la renovación es una gran asignatura pendiente, porque el lastre energético del futuro tiene su origen en los edificios actuales y en los edificios envejecidos. Sin embargo, las estimaciones del Grupo de Trabajo sobre Rehabilitación (GTR) no afloran nada bueno. En 2020 sólo se habrá intervenido en el 1,79% del parque y en 2030 y 2050 se prevé la intervención en el 0,02% y 0,03% respectivamente de los edificios residenciales.
Conclusiones
Con estos déficits nos vamos dejando por el camino la ventaja del clima, perdiendo competitividad, salud y dinero, como ciudadanos y como país. Si sólo con el clima, sin normas, España necesita menos energía para calentar una casa que Francia o Reino Unido, cuando introducimos las normas de eficiencia esa diferencia debería mantenerse. Y no es así.
Es preciso definir un Plan Nacional que impulse la rehabilitación de 350.000 viviendas al año, con lo que se ahorrarían 36 millones de TEP y 130 millones de toneladas de CO2 en su vida útil, como señala la fundación La Casa que Ahorra. Con él descendería la factura energética nacional y la de los ciudadanos.
Son las normas las que orientan el mercado y las que lo impulsan hacia su superación o retroceso. Si queremos impulsarlo necesitamos ambición normativa y no creer que la magia a la que aludíamos al principio funcionará, porque no lo hará, como no lo hizo antaño.
Se hace necesario, en fin, que si mejoramos la eficiencia energética de nuestros edificios no empeoremos la seguridad o la calidad acústica, para lo que resulta imprescindible que la norma no permita este empeoramiento (tal y como hace la propuesta de DB HE) y que los profesionales conozcan a fondo las propiedades de los materiales y asesoren a sus clientes del modo de conseguir mayor rentabilidad en sus inversiones. Las lanas minerales, por ejemplo, aportan con el mismo producto, la eficiencia energética, el aislamiento acústico y la protección pasiva porque son incombustibles, con la consiguiente reducción de costes e incremento de calidad de vida.
Requerimos una edificación (nueva y existente) que apunte al estándar de EECN. Y también requerimos la participación de las pymes y la industria en pro de la eficiencia energética, cuyo potencial de ahorro energético anual es de 13.600 GWh y 3,4 Mt de CO2 según la EiiF, es decir, 400 millones de euros al año.
Si perseguimos este grado de eficiencia, deberemos hablar de rehabilitar la envolvente de los edificios. Así, en una experiencia piloto de en un edificio de Madrid (liderada por WWF, con el Ayuntamiento de Madrid y el patrocinio de Reale), el aislamiento con lanas minerales aislantes proporcionó un ahorro económico de hasta los 578€/año por vivienda. En términos porcentuales la rehabilitación de la envolvente supuso, en la mencionada rehabilitación, el 58% de los 30.000 kWh/año ahorrados y más del 60% de la reducción del CO2 con la totalidad de medidas adoptadas que afectaron a todos los elementos de la edificación.
Es decir, tal y como señala WWF: si no se optimiza previamente la envolvente térmica de los edificios, otras medidas presentarán unos efectos muy limitados.
Quizá con todo esto y con normas adecuadas estemos consiguiendo una realidad energética para las generaciones futuras.