Renovación de antepechos de balcones y barandillas en un conjunto arquitectónico
En la Plaça Sanllehy, en confluencia con las calles Vallseca y Mare de Déu de Montserrat, en el barcelonés distrito de Guinardó, se ha llevado a cabo la renovación de los antepechos de balcones y barandillas de tres fincas colindantes de viviendas. La sustitución de la piedra artificial y barandillas de tubulares metálicos originales por placas de GRC y barandillas de vidrio, no solo ha dado un nuevo aire a la fachada sino también al entorno de la plaza.
El conjunto arquitectónico de este edificio fue construido en 1970 y sus tres fachadas originales se caracterizaban por unos antepechos macizos, de unos 65 cm de altura, aplacados con piedra artificial, y rematados con un pasamano de perfil tubular metálico, de geometría característica, anclado por la parte exterior y superior del alféizar. La diferencia de alineación entre antepecho y pasamanos generó, a lo largo de los años, la presencia de jardineras que minimizaban el efecto de la baja altura del antepecho.
“Las armaduras de los aplacados de piedra artificial originales y sus barandas metálicas con el tiempo se fueron oxidando“, explica Josep Ortín, arquitecto responsable de la renovación de la fachada. “La armadura interna de la piedra artificial se oxidó y aunque tuvo una reparación global hace 20 años, la descomposición de la piedra artificial siguió su curso. Además, el edificio obedecía a una estética de una época ya pasada, por lo que vimos que la rehabilitación en cuestión debía enfocarse también como una oportunidad para la renovación”.
Premisas de la renovación
El proyecto de definición de los nuevos antepechos de piedra artificial partía de 6 premisas fundamentales:
- Aumentar la altura de protección de los antepechos y pasar de los 80 cm iniciales (65 cm de altura del antepecho macizo y 15 cm de protección del pasamanos) a la superior altura normativa marcada por el CTE (1,10 m).
- Mantener las visuales hacia el exterior desde el interior de los balcones, con una gran sensación de apertura, y mantener las proporciones compositivas de la fachada desde el exterior.
- Realizar una actuación que permitiera reconocer un progreso y una modernización de los sistemas constructivos y de los materiales y que a la vez se integrara con los elementos sobre los que no se intervino y que respondían al estilo arquitectónico propio de los años 70.
- Permitir también la integración de jardineras sobre los antepechos.
- Conseguir que el nuevo sistema constructivo evitara el paso de animales domésticos entre terrazas colindantes.
- Resolver la propuesta con el mínimo de materiales diferentes, con la voluntad de evidenciar que la nueva solución, 50 años más moderna que la original, supone una mejora en la tecnología y los sistemas constructivos.
Uno de los problemas que planteaba el proyecto de rediseño de la fachada era que “las terrazas carecían de bajantes de desagüe, por lo que el agua se evacuaba a través de unas gárgolas. Esto implicaba ajustarse a unas medidas exactas para que todas las pendientes interiores del pavimento desaguaran correctamente”, explica Josep Ortín.
Las armaduras de los aplacados de piedra artificial originales y sus barandas metálicas con el tiempo se fueron oxidando. La rehabilitación en cuestión debía enfocarse también como una oportunidad para la renovación. En la imagen se aprecian las gárgolas por donde se evacuaba el agua de las terrazas.
Otro problema fue la adecuación de la altura real de los antepechos a la marcada en la actualidad por el CTE, que es de 1,10 metros. “La altura de los aplacados era la misma, pero los pasamanos que los coronaban originalmente se encontraban a 75 u 80 cm de altura. Con el proyecto de renovación queríamos alcanzar la altura normativa según CTE, pero empleando el mínimo número de elementos posibles. Mantener el elemento metálico implicaba colocar más material y añadir un elemento ya en desuso. Como solución planteamos unos elementos estructurales o costillas del mismo material que el nuevo aplacado y utilizar vidrio para cerrar y alcanzar los 1,10 m de altura, reduciendo así el impacto visual. Así, tanto desde el interior como del exterior hay una buena visión. Desde fuera, sin embargo, al utilizar ese nuevo elemento como costilla rigidizadora, se mejoraba la privacidad ante las vistas oblicuas”, indica Héctor Ortín, también implicado en la obra de renovación.
El vidrio empleado fue laminado 4+4 con butiral, sellado con silicona, de alturas de 40 cm o 110, según el caso. “El vidrio debía ser transparente para preservar las espectaculares vistas que los vecinos habían tenido toda la vida desde sus terrazas. No queríamos que elementos translúcidos u opacos pudieran interferir con estas vistas. Además, las costillas rigidizadoras debían ser perpendiculares a las vistas, de manera que estas no se impidieran cuando se mira frontalmente desde el interior”.
Preservar el contexto
La apariencia final del conjunto no podía desentonar con el contexto en el que se alzaba el edificio ni con su herencia histórica, por lo que se hizo un planteamiento en el que se buscaba dar una imagen renovada sin introducir texturas, colores o acabados que desentonaran con los ya existentes en las fachadas. Se buscaba la integración y simplificación, tanto del sistema constructivo como de la imagen del edificio rehabilitado terminado.
La propuesta de renovación se realizó mediante la sustitución de los antepechos de piedra artificial por piezas de GRC, de mejores prestaciones y sin armadura metálica interna, ya que esta función es asumida por la fibra de vidrio. Se mantuvo la ubicación en planta y alzado del elemento gárgola de los balcones y también la altura del elemento macizo, pero reduciendo a la mitad la longitud de las piezas para hacerlas más manipulables en una obra de rehabilitación.
La empresa Decomol aportó la propuesta de la aplicación del GRC Premix en esta obra y se encargó de la fabricación de modelos principales, de la tecnología en moldes y de la producción y suministro de este sistema de cerramiento de antepechos de fachada.
“Estudiamos diversas opciones para la sustitución del aplacado, como materiales poliméricos o, incluso, piedra artificial, como se había hecho en el origen de la construcción, pero con armadura de acero inoxidable. Si se hubiera tratado de una obra nueva no habría existido ningún problema en emplear este material, pero al ser una rehabilitación con andamio, el peso de cada uno de los paneles, de 1,10 metros x 0,90 de ancho como promedio, hubiera sido excesivo. Se optó por un material algo más liviano que la piedra artificial, ya que su contenido de fibra de vidrio tiene una densidad menor que hace que el conjunto pierda algo de peso. Podríamos decir, aproximadamente, que una piedra artificial tiene una densidad de 2,5 kgm3 y un GRC 2,4 kgm3. Esto permitía reducir el grosor de la placa, que en piedra era de 4 cm, y en consecuencia el peso. Diseñamos también unas juntas que nos permitía partir las piezas de los aplacados en dos mitades y montarlas con cuatro anclajes, con lo que la manipulación de cada una de ellas entre dos personas era más sencilla”.
Carlos Giménez, responsable de Decomol, explica al respecto de las placas de GRC que “teníamos que conseguir un producto con garantías de durabilidad óptimas y con un peso manejable. La pieza principal de piedra artificial de origen, tenía un peso de 65 kg. El GRC Premix consiguió reducir este peso hasta la mitad. Esta disminución de peso ayudaba, en gran medida, a la manipulación y montaje de las piezas, así como a la producción en fábrica, el suministro y la instalación”.
Plano de los aplacados desde el interior de los balcones.
Las costillas, también de GRC, ejercen de soporte de los acristalamientos y a la vez evocan el ritmo de la ornamentación del perfil metálico original de pasamano. Este elemento es remate, soporte y rigidizador a la vez, con lo que se trata de una pieza clave de la propuesta. “Las costillas –explica Héctor Ortín- tienen doble junta, una de ellas enrasada en el interior de los balcones. Si algún vecino quería mantener las jardineras originales, el vidrio podía montarse al exterior y al colocar la jardinera sobre la parte maciza se garantizaba una altura no escalable. Con esta facilidad de montaje de los vidrios en el momento mismo de la obra, conseguíamos que cada vecino escogiera la opción que mejor se ajustara a sus necesidades. Si ejercemos una mirada lineal sobre la fachada, se puede advertir un pequeño juego compositivo de los vidrios variando hacia dentro o hacia fuera en función de la colocación o no de jardineras. Frontalmente, este juego no se advierte, con lo que se mantiene la uniformidad de la fachada”.
Por otro lado, para que no se ensucie la fachada, la pieza de GRC tiene forma de L. Sobre el murete de soporte esta inclinación se orienta sobre el interior, con lo que el agua de lluvia o la que queda retenida no tira hacia fuera, sino que cae hacia la terraza, con lo cual puede evacuarse mejor y contribuye a no ensuciar la fachada. “Debido a las exigencias del proyecto –indica Carlos Giménez- en las piezas de aplacado en L se diseñó un sistema de moldes fabricados en resina de poliéster reforzado con fibra de vidrio, más estructura metálica y partes de elastómero de poliuretano, que permitiera variar las medidas para poder fabricar al milímetro todas las piezas especiales”.
Estudio de la fachada y de la relación de los vecinos con las terrazas
La propuesta de renovación surgió a partir de un estudio de la fachada y de analizar las opiniones de los vecinos acerca de los problemas que tenían de funcionamiento interno de las terrazas, como el paso entre ellas: “Originalmente, al tener todo el grosor del antepecho libre, algunos vecinos con animales domésticos veían cómo estos se colaban de una terraza a otra. Al colocar las costillas y quedar alineadas con las mamparas de separación, este paso se impide”, explica Héctor Ortín.
La elección de GRC y vidrio como materiales predominantes resolvía la mayor parte de las incidencias que pudiera generar la fachada: “La idea era exprimir al máximo las posibilidades de los materiales y encontrar un sistema que con dos piezas y sus variantes nos permitiera solucionar toda la fachada. Teníamos el elemento del aplacado frontal, muy similar al de un aplacado de canto, y el elemento costilla, anclado a la obra mediante las piezas de GRC. El mismo elemento de costilla apoyado en el antepecho macizo se convertía en una costilla entera cuando nos encontrábamos con los tramos donde no había antepecho de obra. Asimismo, también existía una pieza intermedia que remataba el final de los antepechos macizos y hacía de transición entre el vidrio de 40 cm de altura que está sobre el macizo y el vidrio de altura total, de 1,10 m, que tenemos en los balcones”, explica Héctor Ortín.
Uno de los problemas del proyecto era que la geometría de la arquitectura original no se podía modificar. Las oberturas entre balcones eran las que eran y las gárgolas estaban ya situadas. Había que remodular pues toda la fachada, dividiendo las piezas por la mitad y buscando una modularidad racional que permitieran ir encajándolas. “Tenemos dos tipos de piezas, una maciza y la otra con medio escupidor. De cada una hay diferentes versiones en función de su ubicación. Se intentó racionalizar al máximo porque necesitábamos varias medidas diferentes, pero intentamos ajustarlo todo para, de cara a su fabricación, tener el mínimo de módulos posibles. Básicamente, jugamos con los condicionantes de la finca y de la arquitectura del edificio y con las características del material”, indica Héctor Ortín.
Proceso del montaje de las placas.
Asimismo, Carlos Gimenéz explica que una de las dificultades que entrañaba el proyecto era “la variedad y complicación de los diferentes modelos de piezas y la perfección en las medidas que implicaba su fabricación. Otro reto fue realizar los moldes para las costillas, con sus diferentes tipologías, con la particularidad que en estas piezas es donde se encajan los vidrios y que son de hormigón visto, lo cual obligaba al hormigonado en vertical. Para ello se fabricaron moldes en poliéster reforzado con fibra de vidrio más estructura metálica y partes de elastómero de poliuretano”.
Un proceso largo
La renovación de los antepechos de los balcones del edificio afectaba a tres fincas y un total de 72 vecinos, con lo que se tuvo que hacer un trabajo de gestión con los vecinos para explicarles cuál sería el alcance de la operación y su apariencia final. “Durante un año –explica Josep Ortín- hicimos un estudio profundo de cómo era el edificio, con un levantamiento exhaustivo de las geometrías de todos los balcones y de la situación de las gárgolas. La idea de los vecinos era rehabilitar, simplemente, lo que ya tenían. Analizamos muchas soluciones diferentes, algunas incorporando el pasamanos metálico, barrotes horizontales, verticales… y al final apostamos por esta solución y se tuvo que gestionar con cada una de las tres comunidades. Si no hubiera habido una paridad de criterios entre los vecinos de todas las fincas, hubiéramos tenido un problema. Aquí hubo una gestión intensa con el administrador de las fincas, Adase Tot Finques. El hecho de poner de acuerdo a todo el mundo nos llevó un tiempo considerable”.
Para convencer a los vecinos, los arquitectos aportaron infografías con la representación de cómo quedaría el edificio al final de la renovación, para que los vecinos pudieran visualizarlo. “Estas infografías se colgaron en los vestíbulos y con su ayuda pudimos ir explicando cómo sería el resultado final. Al final, se escogió la solución tras una votación. Mientras duró la obra, algunos de los vecinos no acababan de estar seguros, pero una vez finalizada, la respuesta ha sido muy favorable, incluso por otros vecinos del barrio. Esta ha sido una de las satisfacciones”.
Montaje milimétrico
La ejecución de la obra de renovación de los antepechos implicó también la renovación de los falsos techos exteriores, el refuerzo de los cantos de los forjados de las terrazas, principalmente en las esquinas, y la renovación de las mamparas de separación entre balcones. Todas las piezas de GCR respondían a un modulado, ya estuviera condicionado por las alineaciones de fachada o por la disposición de las piezas, que implicó la fabricación de moldes específicos en taller, incluso un primer montaje del sistema completo en taller, y la necesidad de utilización de plantillas de montaje en obra.
El proceso previo de estudio del edificio y de sus geometrías y de planificación fue determinante para que la obra en sí no presentara mayores dificultades: “Surgieron los problemas normales en este tipo de intervenciones, que se fueron resolviendo bien. Trac, la empresa constructora ha estado muy involucrada, así como Decomol, el fabricante de los moldes de las piezas. El proceso de construcción ha sido lento, porque todas las piezas se han ido colocando una a una a plomo. Además la fachada es curva, y presenta pequeñas variaciones que afectan la coplanariedad entre una pieza y la siguiente. Todas las piezas deben tener finalmente la misma altura, pero a lo largo de la curva se manifiestan diferencias de uno o dos centímetros que deben tenerse muy en cuenta en la colocación. Aunque visualmente parecen todas iguales, en lo que respecta a su fabricación esta diferencia es muy importante”.
Así, el montaje debía ser muy meticuloso y calibrado: “Cada pieza venía numerada, con una referencia y una medida y se montaba en función del plano, donde ya tenía adjudicado su espacio, que habíamos tomado de las piezas originales. Uno de los problemas que presenta el edificio original es que no estaba perfectamente a plomo, sobre todo en las esquinas. Ahora sí que lo está. No podíamos fallar ni en un centímetro, porque las nuevas piezas no entrarían o se partiría la alineación. La rehabilitación se ha tenido que hacer planta a planta. Marcábamos los plomos desde la planta ático, que es la primera que se hizo, y luego se fue bajando. La planta ático es la única donde los vidrios se sitúan todos en la parte interior, lo que nos permitía que la alineación continua de los vidrios, de punta a punta. En los áticos no era necesario poner jardineras, al existir gran superficie de terrazas”.
Desarrollo fluido
El desarrollo de la obra fue muy bien, gracias a la coordinación de la constructora Trac: “Puede haber existido algún pequeño desfase temporal —recuerda Josep Ortín—, porque la fabricación fue lenta, pero la buena coordinación permitió que mientras se acababa una fase, se empezaba a preparar la siguiente. La primera que se finalizó fue la de Verge de Montserrat, 19. Después se hizo Plaça Sanllehy, 10 y luego, la 8, para acabar finalmente con Vallseca. En total, desde que se inició la primera fase, la obra ha durado un año y 8 meses”.
Detalle del resultado final de la fachada.
“De hecho –matiza Héctor Ortín- la ventaja que tuvimos en el buen desarrollo de la obra es que la primera fase en la que trabajamos ya reunía todas las problemáticas que podían darse después en las otras dos fincas. No nos sirvió de ensayo, propiamente dicho, porque en la fábrica Decomol ya se había montado un prototipo de las piezas a escala real y ya sabíamos cómo funcionaría. Pero una vez en obra, sí nos sirvió como un test de todo lo que nos íbamos a encontrar después. Esta primera fase sí que fue un poco más lenta, pero el resto ya fue mucho más fluido, con los problemas particulares que nos fuimos encontrando en cada una, pero con un ritmo mucho mejor”.
Para Carlos Giménez, de Decomol, “una de las claves del buen resultado de la obra fue la unión en una misma empresa de la experiencia y la capacidad necesarias para la fabricación de moldes y la buena aplicación de tecnologías innovadoras en nuestra planta de prefabricados”.
Evolución técnica y arquitectural
La rehabilitación ha supuesto pues una mejora formal al tiempo que cumple los requisitos iniciales que solicitaban los vecinos. No obstante, el objetivo no se ha alejado del encargo de una substitución de los antepechos originales por elementos constructivos con mejor rendimiento y funcionalidad y que adaptaran la fachada a unos cánones estéticos actuales, evocando al mismo tiempo, el concepto original.
“La fachada original se caracterizaba por la combinación de la obra vista, el elemento de piedra artificial y las barandas de barrotes metálicos. Nuestro deseo era mantener esa obra vista, cambiar la piedra por GRC y sustituir el elemento metálico por vidrio, pero sin introducir ningún otro material. Nos parecía que nuestra intervención debía seguir una evolución de la técnica y de la arquitectura, hacer prácticamente lo mismo, pero sin añadir más materiales. Con la incorporación del vidrio transparente al mismo tiempo, eliminábamos visualmente un material, subíamos la altura de la protección, mejorábamos la resistencia y así obteníamos un mejor resultado de conjunto, pero con menos elementos. Para nosotros éste era el plus arquitectónico que le podíamos dar a esta intervención”, finaliza Héctor Ortín.
Ficha técnica
Arquitectura: Josep Ortin Meseguer - Hector Ortin Isern
Constructor: Trac Rehabilitació d'Edificis S.L.
Moldes y prefabricado de piezas: Decomol
Administración: Adase Tot Finques S.L.
Fotografíes: Josep Ortín Meseguer (estado inicial y proceso de obra) - Pol Viladoms (fotos final de obra)
Infografías: SBDA