...Y ahora, los coches
Al crecimiento de las pilas que usamos diariamente hemos de sumar otro igual de importante: el de las baterías de los coches híbridos y eléctricos. Tal es así, que, en 2017, el entonces Ministerio de Economía, Industria y Competitividad estimaba que el número de vehículos eléctricos que recorrerá nuestras carreteras en 2020 alcanzará los 110.000. Una cifra que se queda corta si nos atenemos a un estudio de Deloitte, según el cual, ese año, deberían circular 300.000 coches eléctricos en nuestro país, si queremos cumplir con los compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero contraídos con la Unión Europea.
José Pérez, presidente de Ecopilas.
A nivel tecnológico, el futuro que se vislumbra pasa por un aumento sin precedentes de la capacidad de almacenamiento de estas baterías. De hecho, el último hito es el desarrollo por un equipo de científicos surcoreanos de nanopartículas de óxido de silicio, un material que duplicaría la autonomía y reduciría sus costes entre un 30% y un 50%.
Pero esta explosión tecnológica no nos debe hacer olvidar que este almacenamiento del futuro traerá consigo una proliferación de los que podemos bautizar también como ‘residuos del futuro’. Porque si algo no cambiará es el hecho de que las pilas y las baterías seguirán siendo un recurso muy valioso por su contribución al bienestar medioambiental y social, pero, siempre y cuando, sean gestionadas correctamente, una vez desechadas.
En este sentido, hasta el 70% de los materiales contenidos en una batería de vehículo eléctrico ya es reutilizable en la fabricación de nuevos productos usando la tecnología actual del reciclaje. Concretamente, permite recuperar metales como níquel, cobre, aluminio, litio y cobalto, siempre y cuando sean tratadas en plantas adecuadas y autorizadas, donde puedan ser sometidas a avanzados procesos de tratamiento térmico, trituración y, finalmente, hidropirólisis.
Cabe señalar que la heterogeneidad de este residuo es la principal dificultad para diseñar un único proceso de reciclaje que permita recuperar el máximo de materias primas. De hecho, al contrario que en el caso de otro tipo de baterías industriales que suelen tener un tamaño y formato estándar, las de propulsión eléctrica están adaptadas a cada modelo de coche y su composición es muy variada, a pesar de que en su mayoría se basan en tecnologías Li-Ion.
Hasta el 70% de los materiales contenidos en una batería de vehículo eléctrico ya es reutilizable en la fabricación de nuevos productos usando la actual tecnología de reciclaje.
Esta es, precisamente, la otra gran cuestión que revela el futuro desarrollo del mercado de pilas y baterías. Es decir, dado el volumen de residuos de pilas que se generarán -a causa, por ejemplo, del aumento de la movilidad eléctrica por las políticas de restricción al tráfico establecidas en numerosas ciudades-, y sus composiciones tan variadas, es fundamental que los progresos en materia de reciclaje corran paralelos a los avances en el terreno de la tecnología electroquímica.
Así, desde el punto de vista de la sostenibilidad, el desarrollo de pilas y baterías sigue pasando, como hasta ahora, por seguir avanzando en proteger el medio ambiente de la agresión que supondría la manipulación incontrolada de un tipo de residuos cuyos componentes exigen tratamientos técnicamente muy avanzados; así como por frenar el agotamiento acelerado de los recursos naturales y energéticos, gracias a la reutilización del máximo de materias primas.
Como mencionaba al comienzo de este artículo, las cifras de crecimiento previsto de baterías de vehículo eléctrico e híbrido son solo la punta de un iceberg que se convertirá en uno de los grandes retos que el sector del reciclaje de pilas mundial tendrá que enfrentar en los próximos años. Un desafío al que, afortunadamente, las industrias española y europea de pilas dedican cada vez más esfuerzos y recursos en una buena muestra de su compromiso con el cierre del ciclo vital de los residuos actuales y futuros.
