De niño a mujer
2 de diciembre de 2009
El asunto tiene su miga. Un estudio de la Universidad de Rochester revela que los chicos expuestos a altas dosis de PVC y similares en el útero materno tienen después menos inclinación a jugar con juguetes considerados masculinos, como aviones, coches, etc. Según dicen, las sustancias químicas que contiene el plástico alteran el cerebro de los bebés varones volviéndolos más femeninos. Así que ya lo sabe, si su niño de dos años prefiere hacer puzzles en vez de jugar con camiones y meter los dedos en los enchufes, es más que probable que su mujer haya sido sometida a los efectos del PVC. Por ejemplo, ¿era usted, cuando estaba embarazada, la encargada en casa de abrir y cerrar las ventanas de PVC? Terrible error: ahora el niño ya no se pelea con otros niños en el patio sino que juega con ellos e incluso los abraza.
Claro que no se entiende bien qué pasa si el bebé es niña. Es de suponer que acabará siendo lo que en sociedad se conoce como una mujer muy femenina. ¡Y todo por el PVC! Como casi todas estas visiones catastrofistas del mundo, la teoría del estudio flojea. ¿Qué es eso de estar expuesto al PVC? ¿Cómo se hace eso? ¿Se tapa uno con mantas de PVC? ¿Come uno mandarinas de PVC? ¿Se compra uno un solarium que emite PVC? Además, el PVC está en todas partes y, durante muchos años, se utilizó con mucho menos control que ahora. Bien sea en el ámbito doméstico o en el laboral o en cualquier otro, el PVC se encuentra en muchas aplicaciones. Así pues, o la existencia de niños y adultos varones feminizados actual es consecuencia del PVC o algunos, cuando son mayorcitos, fingen un pasado oscuro bajo el manto del PVC para conseguir presentar un programa del corazón.
La industria, el progreso en el modo de vida está irremediablemente ligado a la polémica sobre lo bueno y lo malo. El agricultor estará muy contento con su tractor, pero emite CO2. El impresor, encantado con su máquina, pero consume mucha energía y utiliza tintas. El constructor hacía casas como churros, pero llenas de materiales extraídos de canteras —destrucción de montes— o sintéticos —consumo de recursos no renovables y proceso de transformación—. Por no hablar del que hace coches. ¡Buf! Éste si que es malo —lo que consume y lo que emite— y, en el colmo de los colmos, el transformador de plásticos. Y así con todos los que hacen algo.
¿Qué hacemos entonces? Es obvio: dejemos que el niño mude a mujer. Por su bien, por el bien de todos.