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La madre, una santa

Ibon Linacisoro. Director02/11/2009
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3 de noviembre de 2009

En esto del trabajo, y mucho más ahora que, exceptuando a los de las mascarillas y los tamiflús, nadie vende nada, la gente se pone nerviosa y llega a donde no quería llegar. Que por cierto, ¿sabías que el antiviral éste pertenece al grupo de los inhibidores de la neuraminidasa, una enzima que, junto a la hemaglutinina, se encuentra en la envoltura de la partícula viral, todo ello con el fin de inhibir la acción de la enzima neuraminidasa del virus, que es la que permite su diseminación dentro del organismo y la consiguiente infección de nuevas células en el interior del cuerpo humano? Yo me he enterado hace poco, pero la información me ha aliviado mucho.

Pero a lo que íbamos, los nervios en el trabajo. Esto igual sí lo sabes: un señor X, por el motivo que fuera, se puso nervioso y, en el fragor de la batalla le llamó ‘hijo puta’ a su jefe, un insulto que ha dejado de serlo, porque de tanto usarlo es ya una forma cariñosa de dirigirse a alguien. El jefe, un amargado, va y le despide. El trabajador, muy decepcionado con su jefe porque no aprecia su cariño, le denuncia y gana, porque el juez dice que llamar ‘hijo puta’ al jefe tampoco es para tanto, es más, debería valorarse positivamente esa muestra sincera de cariño y ese recuerdo de la familia del jefe, en este caso por parte materna. Y en éstas llega otra trabajadora que se confunde y va y llama ‘maricona’ a su jefe, también en el fragor de la batalla. El jefe, otro amargado, va y la despide. Y la señora cariñosa le denuncia. Pero esta vez, el juez dice que ‘hijo puta’ es cariñoso pero ‘maricona’ no. Más define a un español su elevada capacidad para definir al prójimo que su conocido desapego a la inversión en I+D+i.

El que dijo ‘hijo puta’ era un varón. Entre varones mentar a la madre es entrañable. Madre sólo hay una y la tenemos presente, a la propia y también a la ajena, desde que nacemos hasta que dejamos de nacer. Y el juez, si nuestras fuentes de información no fallan, era varón, y entre hombres, como son todos iguales, captan mejor el alcance de un ‘hijo puta’ dicho a tiempo. Un ‘hijo puta’ a tiempo puede enternecer al receptor, retrotraerle a su infancia y a aquellos momentos del bocadillo de chocolate.

Pero un ‘maricona’ a tiempo sólo tiene intenciones dañinas, mucho más si la que dedicó el ‘maricona’ al prójimo, era mujer. La mujer, al decir ‘maricona’ a un hombre tiene una intención mucho más insana que el hombre al llamar ‘hijo puta’ al hombre. En esa contundente expresión ella pone de manifiesto su desaprobación por lo que ella considera una falta de hombría suficiente. Qué diferente habría sido si un hombre le hubiera dicho a otro hombre ‘maricona’; el sentido, el sentimiento al decirlo, habría sido otro. Pocas cosas unen más a dos hombres que un “¡qué maricón eres!”

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