El desplastificador que lo desplastifique buen… ¿Seguro que debemos desplastificar el mundo?
¿Alguien se puede imaginar cómo sería vivir en un mundo sin emplear materiales plásticos? ¿Podremos reducir drásticamente el uso de los materiales plásticos en nuestra vida diaria? ¿Podemos creernos que el culpable de la contaminación mundial es la humilde bolsa de plástico que suministran en los supermercados y centros comerciales?
Analizando fríamente estas simples preguntas parece que la respuesta es muy clara. ¿O a estas alturas, hay alguien que piense que cuando las bolsas se entregaban de forma gratuita en los establecimientos contaminaban mucho más que ahora que debemos pagar por ellas?
El uso continuado de los plásticos ha significado una gran revolución en la industria y también en nuestra vida diaria, pero también es cierto que todavía no hemos aprendido a convivir adecuadamente con ellos, y la verdad es que no nos queda otro remedio, dado que será muy difícil, por no decir imposible, que podamos cambiar los hábitos de consumo y las demandas de nuestra sociedad actual.
De forma periódica y más o menos regularmente van apareciendo en los diferentes medios de comunicación y canales de televisión campañas dirigidas contra de los materiales plásticos, en las que todos hemos contribuido a que persista la mala imagen que tienen los plásticos, aunque sea de forma inconsciente. ¿O es que nunca hemos escuchado una conversación en la que se expresa una afirmación despectiva hacia este material? “Es que está hecho de plástico”, refiriéndose a un producto que se ha roto o bien no parece que sea lo suficientemente rígido, o se le han degradado los colores prematuramente. Quizás deberíamos haberle dedicado unos minutos a explicarles a estas personas que quizás es porque el material empleado podría no ser el más adecuado para esta aplicación, o que a la vista del país de procedencia del producto, pueda ser probable que el fabricante, para reducir mucho sus costes, haya empleado materiales de baja calidad, facilitado en parte también por la falta de obligación en cumplir las rigurosas normas que existen en Europa, o bien que pueden haber empleado unos criterios de diseño de producto totalmente erróneos.
¿Podríamos imaginarnos como sería hoy día un automóvil sin ninguna pieza de plástico? Muy probablemente tendría los asientos más rígidos e incomodos, el cinturón de seguridad sería de un material textil o de cuero, el volante muy probablemente de madera, todas las palancas de accionamiento metálicas, al igual que los diferentes depósitos de aceite, líquido de frenos, refrigerante o combustible, con todo ello el peso se vería incrementado y el consumo de combustible en lugar de reducirse se dispararía, además seguro que no existirían los airbags, y sin ellos ¿qué clase de seguridad pasiva tendrían nuestros vehículos?
Si salimos del automóvil y nos concentramos en otro importante sector como el del packaging y, además, ponemos el foco más concretamente en la rama alimentaria y doméstica y si hacemos un pequeño ejercicio mental y volvemos la vista unos años atrás, veremos cómo se presentaban los productos en las estanterías de las cadenas de alimentación o limpieza. Prácticamente no existían los envases para productos que contuviesen líquidos que no fueran de cristal o suministrados a granel. Pensar en productos de envasados en formato mono dosis, o en los recipientes para productos congelados o precocinados, era pura ciencia ficción. Todos los envases eran reutilizables, porque eran de obligado retorno. Hoy día esto parece, si no impensable, difícil de aceptar por los consumidores.
Otro ejemplo más claro es el sector médico y hospitalario. El otro día, mientras esperaba ser atendido en una consulta, observé que tenían varias vitrinas con diferentes utensilios médicos, los cuales habían sido empleados no hace muchos años en España, y supongo que similares a los empleados en otras ciudades europeas. La verdad, sentí pavor, pues algunos como, por ejemplo, las jeringuillas de cualquier tamaño eran totalmente de cristal, o las agujas hipodérmicas, que eran metálicas por completo, y así ocurría con otros innumerables instrumentos cotidianos que empleaban los médicos de la época con todos sus pacientes, donde a buen seguro, la asepsia de los mismos podría ser más que dudosa en ocasiones. Eso es algo que ahora con los plásticos para uso médico está fuera de toda duda.
En definitiva, miremos hacia donde miremos estamos rodeados de plásticos y su uso seguirá en continuo crecimiento, puesto que nos facilitan enormemente nuestra vida diaria, y prescindir de ellos no parece que sea la mejor solución ni la más inteligente. ¿Se imaginan vivir sin ordenador portátil o teléfono móvil? O, peor aún, que fuesen todos sus componentes metálicos. Entonces serían equipos, con suerte, simplemente transportables.
Así que no tenemos más remedio que aprender a convivir con ellos y, para ello, debemos continuar focalizando todos nuestros esfuerzos en hacer que los diseños de los nuevos productos se realicen siempre pensando en que los materiales plásticos empleados para fabricarlos puedan volver a ser reutilizados al máximo en un nuevo producto, una vez que finalice su ciclo de vida útil. Para ello es imprescindible que las empresas incrementen mucho sus inversiones en I+D+i pero, sobre todo, muy especialmente con especial énfasis en la innovación, dado que la vida de los productos continuará siendo efímera y su obsolescencia, más o menos programada, no dejará de existir.
Por otro lado, de ninguna manera podemos sentirnos satisfechos con nuestros actuales porcentajes de reciclado, entorno al 35% en España, y mucho menos cuando enviamos al vertedero más del 50% del material plástico consumido. Si nos fijamos en los países europeos de referencia, envían al vertedero menos del 5%.
Desafortunadamente, no todos los productos futuros fabricados con los plásticos podrán ser reutilizados y convertidos en otros nuevos productos directamente; tampoco sabemos con certeza el impacto que tendrán en el largo plazo este incremento de la producción. Por ello, es imprescindible potenciar las actividades formativas en las escuelas, mediante campañas de concienciación cívica que eviten el abandono de envases y, por supuesto también, que contribuyan a implantar y asimilar la cultura de reciclaje a todos los niveles. Es la única forma que se fomentará y facilitará la rápida implantación de las directrices sobre Economía Circular, promovidas por la Comunidad Europea, y que, desde luego, es la dirección que debemos tomar todos sin la menor dilación, identificando y aplicando soluciones que sean 100% sostenibles, dado que los plásticos no dejarán de formar parte de nuestras vidas.
