“Bodegón: pepinos, tomates y recipientes”: dos historias contrapuestas unidas en la cocina y en la pintura del siglo XVIII
En efecto, el pepino, originado en forma silvestre en el sur de Asia, empezó a ser utilizado en occidente ya antes del primer milenio antes de Cristo, pero fue desconocido en el continente americano hasta su introducción por los conquistadores. El tomate, en cambio, es de origen andino, y no llegó a Europa hasta el siglo XVI aunque su utilización en la cocina no se generalizó hasta bien entrado el siglo XVIII.
El cuadro que nos ocupa fue pintado por Meléndez en 1774, cuando el tomate era todavía una hortaliza relativamente moderna, tanto en la cocina como en la pintura. Luis Meléndez es lo que llamaríamos un pintor de género, esto es, un pintor especializado en una temática concreta, en este caso el bodegón, dentro de la cual adquiriría una técnica y una maestría inigualable. Hoy sus lienzos se exhiben en los principales museos de todo el mundo pero en su tiempo adornaron las paredes de mansiones y palacios en las que nobles y caballeros mostraban sus colecciones de arte. Colecciones en las cuales nunca podía faltar un buen bodegón.
En cuanto a los tomates y los pimientos hay que decir que aparecen muy poco dentro de la ingente producción de Meléndez. En este cuadro vemos junto a ellos un cuenco y algunos platos. Y, remarcando el sentido diagonal de la composición, una alcuza o aceitera, una vinagrera y un salero, tres recipientes que, aún siendo de materiales distintos, son tratados por el artista con una naturalidad y una pericia dignas de un maestro singular. Por otro lado, miren lo que son las cosas, pepinos y tomate, aceite, vinagre y sal. ¡Qué poco han cambiado algunas cosas en doscientos cincuenta años!
Esta es pues una obra excepcional que ha ido adquiriendo modernidad con el paso del tiempo. Tanto por su valor artístico como culinario. No nos extrañaría encontrarla reproducida cualquier día de estos en un moderno tetrabric de gazpacho.