La barbería, un oficio que sabe reinventarse
Es el momento de la digitalización del pequeño comercio y la hostelería, de la reinvención para muchos profesionales, del reciclaje formativo, del cambio y la transformación. De adecuarse a una nueva realidad que no sabemos a dónde nos llevará pero sí que para aquellos que apuesten por el inmovilismo supondrá un varapalo mayúsculo.
La pandemia ha acelerado unos procesos que parecían lejanos con el cambio de siglo y que ahora se han convertido en vitales. Si escaneo lo que pasa en mi sector pienso que estamos ante un nuevo desafío para demostrar que el barbero siempre ha sabido reinventarse y por ello estamos ante uno de los oficios más antiguos del mundo.
Diferentes documentos y hallazgos permiten asegurar que el arte de cortar y modelar el cabello se remonta al siglo V antes de Cristo en la antigua Grecia. Allí surgieron las primeras lociones de cera de abeja y los primeros tintes y perfumes elaborados con flores y aceite de oliva. En Egipto se encontraron afeitadoras fabricadas con piedras de más de 3.500 años de antigüedad y en Roma, bajo el nombre de tonstrinae, los barberos comenzaron a encargarse de realizar también extracciones dentales prestigiando la figura de aquellos profesionales que vivieron una de las épocas doradas para el sector.
Con el paso del tiempo el oficio siempre ha estado en constante evolución, adaptándose a los requerimientos y demandas de la sociedad del momento e innovando en utensilios, herramientas y tratamientos. Hace casi mil años, en el 1096, nació en Francia el primer gremio de barberos. Ni por asomo podrían imaginar entonces lo que hoy conocemos como peluquería unisex, peluquería psicoestética o estilistas; ni que en el siglo XVIII se iba a popularizar el uso de pelucas entre la aristocracia disparando la actividad de los barberos que rápidamente se convirtieron en fabricantes y diseñadores de estos complementos elaborados con cabello humano, de fibra de algodón o de pelo de animales. Algunos llegaron a regentar fábricas con más de seiscientos empleados. Otra época dorada para el sector.
El paso de los años y los siglos constata que nuestro gremio es especialista en adaptarse a cualquier cambio y estoy convencido de que ahora, en una situación inesperada para todos, lo volverá a hacer. Hace cien años patentaron en Wisconsin el primer secador de pelo, una auténtica revolución para el oficio. Poco después, también en Estados Unidos, surgió la primera afeitadora eléctrica, otro revolcón.
Más reciente es la moda de dejarse barba como consecuencia de la expansión del llamado movimiento hipster que hizo proliferar cientos de negocios de peluquería imitando el estilo y el diseño de las antiguas barberías de primeros del siglo XX conscientes sus propietarios de que los hombres cada vez consumen más productos de cosmética y perfumería. Pulchra sunt quae visa placent, dejó escrito Tomás de Aquino, es decir, bellas son las cosas que agradan a la vista.
A nadie se le escapa que vivimos sumergidos en un mundo que cada vez presta más atención al aspecto físico y a la imagen. Da igual que nos obliguen a salir a la calle con mascarilla, la sociedad se ha concienciado de la importancia que tiene su apariencia y que, en el caso del público masculino, va más allá de un cuidado rápido después del afeitado.
Vendrán nuevas modas y tendencias, a buen seguro tendremos que seguir reorganizando nuestros espacios de trabajo para respetar distancias de seguridad, emplearemos nuevas herramientas, aplicaremos nuevos productos y tratamientos y tal vez hasta modificaremos el estilo que cada uno tiene a la hora de manejar un peine y una tijera pero estoy convencido de que el gremio es lo suficiente maduro como para saber adaptarse, como siempre lo ha hecho, a todos los cambios que hemos tenido que afrontar y a los que vienen por delante. Larga vida al sector que siempre ha sabido reinventarse.