¡Ay, cómo hemos cambiado!
A principios de los años setenta, cuando apenas tenía uso de razón, el cortarme el pelo era una experiencia algo traumática. Mi padre me llevaba a su barbería habitual, donde un señor después de tirarse un montón de rato (que se me hacía eterno) cortándome el pelo, me quemaba el cuero cabelludo con el secador y me dejaba repeinado como una señora. Yo me iba llorando a casa impregnado con un olor a masaje viejuno.
Las tendencias urbanas de los años 80
Tal mala era experiencia que convencí a mi madre para que me cortase el pelo, así fue hasta los 16 años. Llegaron los ochenta y ávidos de moda, inspirados por los Pecos, Duran Duran o Spandau Ballet íbamos a peluquerías de renombre donde un estereotipado peluquer@ nos dejaba listos y muy bien peinados. Las barberías se convirtieron en un espacio reservado a señores un tanto grises que mantenían los viejos cánones de la peluquería masculina de épocas ancestrales.
En aquel tiempo teníamos la opción de ir a peluquerías de señoras camufladas bajo el nombre de Unisex.
Con frecuencia se reservaba un espacio separado por un biombo en la parte más oscura del salón para que los caballeros pasaran sin ser vistos por el resto de las clientas porque, en esa época, asistir a una peluquería de mujeres podía poner en entredicho la hombría de los clientes. Conclusión: espacios ocultos condenados al fracaso, quizás nunca se les dio la importancia que merecían, o quizás el mercado de la belleza masculina apenas existía entonces.
Los primeros cuidados
Ya bien entrados los noventa, observamos poco a poco cómo el cuidado de la imagen del hombre empezaba a cobrar importancia. Primero fue la liberación sexual, el colectivo gay y luego lo siguieron el resto de los hombres. Comenzamos a ver cada vez más productos de belleza, hasta entonces dedicados a la mujer. Llega la palabra metrosexual. Los futbolistas se convirtieron en inspiración para los chicos del momento. David Beckham fue ese modelo a seguir: futbolista, varonil y lo más importante, nada relacionado con temas femeninos. Una década después se había creado la necesidad de cuidarse en el hombre de la que ya no podía prescindir. Empiezan a proliferar las revistas masculinas para cuidado de cara y cuerpo y, en los salones de peluquería, la afluencia de caballeros se hace cada vez más notoria. Ellos quieren hacer notar su presencia en los salones de referencia y ese boom se hace aún más palpable con la llegada de las redes sociales.
El hombre valora su imagen
Los hombres ya no se conforman: quieren cortes de pelo con una base técnica que les permita lucir su cabello,
se interesan por el color, conocen los productos de acabados, siguen a influencers y con la llegada de los “hipster” las anquilosadas barberías se apuntan a la modernización. Se rescata la peluquería masculina sin perder su toque Old School, vuelven los cabellos degradados y las barbas abren un nuevo filón en el mercado.
Actualmente, el cliente, en función del resultado que persigue, de la experiencia que quiere vivir, puede decidir ir a una peluquería mixta donde el género y las etiquetas quedan en un segundo plano, como hacemos en los salones de Corta Cabeza, o bien echar mano de las nuevas y flamantes barberías con nombres muy piratas que también se esmeran por ofrecer un servicio diferente y global. En cualquier caso, todo en beneficio de la imagen que los hombres de hoy decidimos proyectar.
Artículo realizado por Luciano Cañete
CORTA CABEZA HAIR
C&C Magazine #183