El papel del grupo electrógeno en la transición energética
Sin embargo, existe una realidad innegable: un mix energético con estas características todavía no es viable. No sólo somos todavía incapaces de cubrir el 100% de la demanda energética con energías renovables, sino que aún existen limitaciones considerables para almacenar grandes cantidades de energía. Y hay más factores para tener en cuenta: no en todos los sitios hay disponibilidad y acceso a las energías renovables e, incluso aunque lo hubiera, está el problema de la intermitencia de éstas. Los ciclos de máxima producción de estas energías no siempre coinciden con los de máxima demanda, y, a diferencia de lo que ocurre con la generación de fuente fósil, esta producción no es ajustable, salvo que introduzcamos tecnologías de almacenamiento.
Esto nos lleva a que, a corto y medio plazo, la tendencia consista en combinar las energías fósiles y las renovables, buscando eliminar los aspectos negativos de utilizar cada una de ellas de modo individual al tiempo que se va reduciendo de forma progresiva la dependencia de los recursos fósiles. Y es este escenario el que favorece la utilización de los grupos electrógenos.
En primer lugar, su instalación permite el acceso a una energía de calidad en lugares en los que o no se dispone de acceso a energías renovables y no llega la red convencional, como zonas rurales o islas. Además, incluso en aquellas ocasiones en las que se integran en un mix energético formado por energías limpias, sus características les permite aumentar la fiabilidad y la eficiencia de los sistemas, lo que se traduce a su vez en una disminución de costes de operación. A diferencia de las renovables, los grupos electrógenos no dependen de condiciones naturales muchas veces impredecibles, por lo que resuelven de manera sólida la inestabilidad de estas. Además, su capacidad de proporcionar una respuesta rápida ante las variaciones de carga los convierte en una alternativa de almacenamiento óptima. Finalmente, destaca el hecho de que, gracias a los sistemas integrados de gestión inteligente, es posible planificar su funcionamiento en base a condiciones específicas y espacios temporales concretos, permitiendo adelantarse a potenciales situaciones adversas.
En este contexto de ir más allá del diésel, se están explorando diferentes caminos. Una opción que se ha ido posicionando como gran alternativa es el biocombustible HVO o diésel renovable. Producido a partir de diferentes materias primas vegetales y no vegetales, como el aceite de cocina vegetal usado o los residuos de grasa animal, el HVO supera muchos de los problemas que hasta ahora presentaban los biocombustibles más tradicionales como el biodiésel. Para empezar, el HVO puede utilizarse como combustible directo, sin necesidad de mezclarse con diésel fósil ni de hacer modificaciones sobre los motores. Además, su almacenamiento no requiere una planificación concreta ya que, al no ser propenso a la degradación, se puede almacenar en un tanque sencillo de plástico o metal. Y lo que es más importante: cuando se fabrica a partir de aceites de cocina usados, permite reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en hasta un 90% respecto al diésel fósil.
A largo plazo, otra potencial solución que también está acaparando focos son los grupos electrógenos de hidrógeno. Aunque no se contempla que su uso esté completamente extendido antes de 10 años, debido sobre todo a los altos costes que supone su utilización, los estudios actuales muestran resultados más que optimistas. A diferencia de los convencionales, los grupos de hidrógeno también permiten disminuir las emisiones entre un 70 y un 95%, lo que ayudaría considerablemente a alcanzara los objetivos netZero. Pero, además, las pruebas que se están realizando con estos grupos muestran que esta no va a ser su única ventaja: algunos estudios hablan de aumentos de potencia del motor de hasta un 20%; y de mejoras de rendimiento que permiten alargar la vida útil del grupo. Sin embargo, como se ha dicho, esta tecnología aún no es viable a gran escala, sobre todo por los costes asociados. Si, por ejemplo comparamos los precios con el HVO, el coste del kW de potencia de un grupo hidrógeno es hoy en día entre 9 y 10 veces superior a uno equivalente alimentado por HVO.
Es decir, que incluso bajo el actual paradigma de transición en el que nos encontramos, gracias a sus características y a las nuevas tecnologías sostenibles que están apareciendo, el sector del grupo electrógeno aún tiene un largo camino que recorrer.