La pregunta del millón: ¿Cómo mantener la motivación de nuestro equipo?
Sin duda el dinero es importante. Se ha hablado mucho del éxito de la marina inglesa en tiempos de Nelson. Fueron los primeros en implantar un entrenamiento intensivo, lo que les permitía disparar tres andanadas por dos de sus rivales. Sus barcos tenían ventajas tecnológicas, por ejemplo, fueron pioneros en utilizar recubrimientos de cobre en los cascos, lo que les daba más velocidad. Además, tenían un sistema muy bien estructurado de reparto de botines. Si un barco español hacía una presa, sus tripulantes cobraban su parte tarde y mal, si es que la cobraban. Los ingleses cobraban rápido y bien, con el consiguiente efecto positivo en su motivación.
¿Motiva el miedo? ¿Y la inseguridad? ¿Motiva la presión?
Recordemos el concepto de motivación positiva y negativa, tradicionalmente conocido como del palo y la zanahoria. En mi opinión la motivación debe ser básicamente positiva, pero también necesitamos un poco de la negativa. Ahora bien, la aplicación de presión, que en momentos puntuales es efectiva, pierde esa efectividad si es continua. Además, es muy complicado trabajar a gusto en una situación demasiado inestable, quien esté así tendrá la cabeza centrada en la búsqueda de otras opciones. Sin embargo, tampoco es bueno creerse intocable.
Un buen amigo me contó un caso en su empresa, una empresa rentable. ‘Ficharon’ a un director comercial que entró como un oso en una cacharrería. En poco tiempo despidió a seis personas. Parecía disfrutar malmetiendo y, en consecuencia, creó un ambiente enrarecido que, al final, se reflejó en los resultados. Estos ‘figuras’ que en un tiempo mínimo quieren demostrar que son más listos y agresivos que nadie, suelen ser nefastos para la motivación. Es cierto que cuando se entra en una empresa algunas acciones hay que tomarlas con rapidez, ya que cuando algo está mal, si no lo arreglas, con el tiempo te acaba pareciendo normal. Además, si el problema en la empresa es pagar la nómina del próximo mes, no habrá más remedio que acelerar el ritmo. Pero una cosa es actuar rápido con una base razonable y otra muy diferente hacerlo con precipitación. Siempre he pensado que entre estos ‘figuras’ hay muchos acomplejados que necesitan usar el poder que les da la jerarquía en la empresa para compensarlo.
Recuerdo a un responsable de departamento que con frecuencia encargaba a su secretaria trabajos justo cuando tenía que irse a casa. Trabajos supuestamente urgentes que la obligaban a dedicar un tiempo extra no retribuido y que luego veía quedaban intocados varios días en la bandeja del indicado. Se habla de la conveniencia de organizar actividades puntuales, que pueden tener una componente lúdica, para hacer equipo. No estoy en contra en absoluto. Pero es mucho más importante como actuemos en nuestro comportamiento diario.
Se dice que es poco motivante recibir un premio que no se ha pedido. Esto enlaza con el viejo dicho de que ‘el que no llora no mama’. Siguiendo este criterio he visto a responsables que no han movido ficha con un subordinado competente porque no reclamaba y, sin oportunidad de reaccionar, se han encontrado con que este dejaba la empresa. Sin duda un premio debe ser la solución a una necesidad y tiene que costar conseguirlo, ya que lo que no cuesta no se aprecia. Ahora bien, creo que debemos reconocer y premiar el buen trabajo de nuestros subordinados sin necesidad de que lo estén reclamando continuamente.
Para estimular una determinada conducta, experimentos con ratas demuestran que, con ellas, es más efectivo un refuerzo intermitente. Las ratas tienen que presionar una palanca para obtener comida. Si cada vez que la presionan la obtienen, aprenden a presionarla solo cuando tienen hambre. Si la condición para obtener comida es que presionen la palanca, pero no siempre que la presionan la obtienen (refuerzo intermitente), aprietan la palanca con más aplicación, aunque no tengan hambre, porque no saben cuándo van a disponer de comida. Sin embargo, los humanos no somos ratas. No podemos ni debemos jugar con las personas. Además, cada persona es un mundo. Yo siempre he necesitado ver una relación causa efecto entre lo que doy y lo que recibo, que no dependa de decisiones aleatorias de un tercero.
Creo que en las empresas son muy importantes los refuerzos colectivos y que es conveniente mezclar refuerzos colectivos e individuales. Por ejemplo, teniendo una prima colectiva por la consecución de determinados resultados globales de la empresa. La presión social suele ser relevante y no es agradable que tus compañeros te consideren una persona poco trabajadora o ineficiente que les impide alcanzar un premio.
Como he indicado antes, la motivación depende de las personas y es complicado generalizar. Para mí lo más importante era sentirme tratado como una persona con capacidad para pensar. Sentirme escuchado, valorado y ver la posibilidad de desarrollar una carrera profesional. Además, aunque en una empresa se requiere dureza y efectividad, se puede ser duro y efectivo sin perder algo tan fundamental como un buen ambiente de trabajo y el sentido del humor.
También era muy importante tener un jefe competente y sentirme en un equipo ganador. Si nuestro jefe se pasa el día dando bandazos, si estamos mal organizados, si los productos que vendemos fallan más que una escopeta de feria, si nos pasamos el día resolviendo marrones, si nuestros medios y condiciones de trabajo son deficientes, difícil será estar motivado. Sin duda una buena retribución económica también está ahí. Es frecuente que aparezca como el primer factor de motivación. Sin embargo, todos conocemos a personas con trabajos seguros y bien retribuidos que declaran estar ‘quemadas’. Así pues, una retribución adecuada es condición necesaria pero no suficiente.
Para terminar, hacer de cuando en cuando una lista con todas las cosas buenas que tenemos nos ayudará a apreciarlas, más aún en un mundo en el que hay 750 millones de personas que carecen de agua potable. Además, cuando, cosa inevitable en la vida, tengamos que afrontar momentos difíciles, no vendrá mal recordar las sabias palabras de Don Quijote: “Sábete Sancho que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que ni el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca”.