Amigos… pero no tanto
Me voy a remitir principalmente a nuestra experiencia en este sector en el ámbito de España en el que llevamos trabajando más de 20 años. Las empresas de nuestro entorno son empresas relativamente pequeñas, que diseñan y fabrican máquinas de tamaño considerable, productos muy personalizados y con un componente tecnológico elevado.
Son pocas, a nivel global, las empresas que comprenden el alcance que puede tener este servicio cuando está bien dirigido y gestionado. Tampoco es fácil tener esta visión cuando las estructuras de las empresas, son como en el caso que nos ocupa, relativamente sencillas, sin departamentos de marketing, con oficinas técnicas que no están del todo acostumbradas a trabajar con equipos externos, especialmente con equipos de diseño, cuyas propuestas son más difíciles de valorar que las de otras colaboraciones más técnicas sobre las que sí puede haber mayor cercanía cultural.
Si bien son meritorias, por tempranas, las experiencias de Ona Electroerosión con Giugiaro y Merino, de Soraluce con G. Capdevila, no ha sido hasta los años 70 en que poco a poco comenzó a tomar pulso el diseño industrial de forma estable en la máquina Herramienta en España.
Fue a finales de los años 90 cuando Ona Electroerosión (1999) retomó el camino de implementar el diseño en sus productos, ejemplo que siguieron Nicolás Correa (2000), Goiti (2003), Anayak y Kondia (2004) Ibarmia (2004/2009), Zayer (2005), Danobat (2007) y bastante más tarde, Bost (2009), Juaristi (2010), Gurutzpe (2011), Loxin (2012), Ekin (2013), MTE(2013), AGME (2014), Soraluce (2015) y Pinacho (2016)…Dimeco (2018), Addilan (2018) y Geminis (2018).
Siempre hemos sentid, que, sin decirlo, la motivación principal por la que se adentraban en el mundo del diseño era el “porque los demás hacían…”. La competencia “mandaba” lo que había que hacer y el cómo se debían presentar los productos. Por otro lado hay que considerar que quien compra un producto, también debe de venderse y desea que sus inversiones le aporten credibilidad en capacidades y calidad, todo lo cual se lee mejor con máquinas visualmente más ‘bonitas’.
Podría decirse que las empresas se conforman con estar, con hacer sus incursiones en el mundo del diseño industrial de tal forma que les permita una visibilidad, al menos en los eventos más trascendentales, sin analizar tanto el por qué, para qué y hasta cuándo debo usar este servicio.
Por este motivo nuestro servicio ha tenido o más bien, ha aprendido a adaptarse al entorno para no ser rechazado. Donde debieran primar ideas formales, conceptuales, formas diferentes de interpretar la relación hombre máquina, hemos tenido que evolucionar el servicio aprendiendo a diseñar con unos condicionantes muy restrictivos desde diferentes puntos de vista. Además de los costes, las bajas series, las pocas disponibilidades de los proveedores de carenados a ofrecer soluciones complejas, las necesidades de modularidad, las limitaciones de costes …. las carencias de partida de los propios diseños ejecutados con conceptos poco evolucionados y no pensados de forma integral, la necesidad de modificarlos desde su base para conseguir mejoras ergonómicas, mejoras en costes, en limpieza, han hecho que nuestro trabajo esté muy encorsetado para dar una salida digna a la parte creativa de diseño puro. Estamos obligados a aportar mucho más valor de lo que sería normal para una consultoría de diseño como la nuestra, en la parte constructiva y de definición de detalle, acercándonos mucho a labores de pura ingeniería, para que los conceptos de imagen, aunque sencillos, puedan ser valorados, fabricados e integrados en el producto y en la empresa.
Principios como integración, orden, sencillez, limpieza, modularidad, cuidado exquisito de los detalles, buscar nuevas formas constructivas, materiales alternativos con nuevas y mejores propiedades y costes, pensar en cada pieza como si ella misma fuese un proyecto de diseño... son los parámetros con los que podemos jugar, lejos de aventuras formales como las que se acostumbra a ver en ferias. Buscamos la calidad de forma compulsiva. Somos capaces de invertir horas en solucionar un detalle, una necesidad de integración, que de forma convencional se resolvería en cinco minutos.
Por desgracia suele suceder que los desarrollos que se realizan con un especial esfuerzo para estos eventos, en el día a día se diluyen por diferentes motivos. Costes elevados en el primer prototipo que no son asumibles, soluciones complejas difíciles de implementar, el poder fabricar con un mínimo de calidad y nuevos diseños personalizados en los que el diseñador ya no actúa, pasando esta responsabilidad de adaptación al fabricante del carenado. Los fabricantes son ajenos a los motivos de un determinado concepto. Para ellos el diseño industrial es un problema que dificulta su labor y para cuyas exigencias no están adaptados, con lo cual rediseñan las máquinas con soluciones pobres y poco integradas. La empresa entiende que como el coste es menor le es más rentable y asume los resultados. El proveedor impone sus limitaciones generándose un círculo vicioso.
Cambiando de ámbito, las culturas de los diferentes países y organizaciones dan lugar a muy diferentes resultados en la aplicación del diseño industrial a sus productos.
Empresas como DMG MORI utilizan el diseño industrial con su máxima carga — expresión formal— creando ritmos de evolución, de cambio difícilmente alcanzables por ninguna otra empresa. La asociación innovación y diseño se unen intrínsecamente dando lugar a una lectura de avance por cada evolución formal que se produce. Su pretensión es definir qué es y cómo se presenta la innovación, que sea inconfundible la forma de hacerlo. Investigan, profundizan en nuevas y más cercanas formas de relación hombre-máquina, no solo desde el punto de vista técnico y ergonómico, sino también y quizás lo que les es más importante, desde el punto de vista de creación y transmisión de una cultura, de qué es, por qué, cómo y para qué usar el diseño industrial en el sector de máquina-herramienta.
Si bien otras compañías de este entorno geográfico centroeuropeo siguen estos criterios, conviven con una mayoría de empresas que ofrecen diseños más sobrios, funcionalmente muy correctos, de excelentes acabados y cuyas pretensiones se encuentran lejos de las anteriormente mencionadas. Diríamos que siguen a rajatabla el viejo principio de ‘la forma sigue a la función’.
Las culturas empresariales japonesas son salvo excepciones, mucho más sobrias en estos aspectos, son menos expresivas y el diseño se limita, podríamos decir, a cumplir con una estricta y exquisita funcionalidad de excelentes calidades que no sobrepasan la línea de lo necesario. Son las necesidades puramente funcionales las que condicionan los diseños frente a las de comunicar.
Es muy cierto que se ve mucho diseño espectáculo en las ferias, diseño que no pertenece al alma de la cultura de la empresa, diseños que no son sinceros, que no son asumibles por tamaño empresarial y cultura, que probablemente se diluyan al terminar los días de feria y si no lo hacen, se leerán como conceptos falsos, no apropiados para el entorno en el que se han de mover esas máquinas. Son diseños que se asemejan a las ‘máscaras de Carnaval de Venecia’ que intentan ocultar otras verdades.
Esta es la realidad que percibimos día a día. Aun así, la estabilidad y futuro que tiene el diseño industrial en el sector es incuestionable. Son aún bastantes las empresas que están pendientes de subir a este tren y casi todas, las que deben de esforzarse en utilizarlo de forma correcta, de aprender a convivir con el diseñador y beneficiarse de un punto de vista ajeno, al tiempo que estos deben de aprender a trabajar con las restrictivas necesidades de cada empresa sin menoscabo de su creatividad.
El diseñador que desea trabajar en este entorno debe aprender y llenarse de paciencia para ‘negociar’ constantemente sus propuestas. Debe de invertir tiempo, más que en crear conceptos, en buscar la forma en la que convencer a unos y otros y el pensar cómo llevar a cabo las propuestas, sin perjuicio de la calidad. No se puede pretender que lleguen a comprender de inicio el por qué y para qué de cada detalle, de algo cuyo resultado no puede ser medido o pesado, pero sí valorado en euros y que para ellos supondrá en inicio un acto de fe. Esta labor llevará mucho más tiempo, resultados positivos y gente abierta a aprender de los demás.
A nuestras empresas les será suficiente con el que se les ayude a que sus valores, sus esfuerzos y sus novedades sean al menos percibidos, y esto ha de hacerse sin estridencias, con diseños sólidos, duraderos, con diseños pensados desde las raíces, en definitiva, con diseños sinceros.