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Ferroforma: ¿Quién dijo miedo?

Iñaki Garmendia Ajuria, presidente de Ega Master y cofundador de Ferroforma 197428/03/2011

28 de marzo de 2011

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Vivimos sin duda tiempos difíciles para la industria en general y el sector ferretero en particular. Han pasado ya tres años desde que, en 2008, se atisbó el inicio de una crisis que, todo hay que decirlo, nadie a pie de obra se imaginaba que iba a durar tanto tiempo. Después de casi tres lustros de bonanza continuada recibimos a las vacas flacas como quien ve llover, convencidos de que en cuestión de meses, a lo sumo un crudo y largo invierno, escamparía de nuevo, volverían las golondrinas y retornaríamos a nuestra controlada velocidad de crucero. Pero no ha sido así.

Tres años son muchos años para subsistir en barbecho y lo peor de todo ello es que hace falta mucha ilusión y no menos imaginación para confiar que el mercado vuelva a recuperarse de nuevo y alcance las cotas que en 2007 considerábamos poco menos que normales y habituales. Lo cierto es que, a caballo ya de 2011, todo el sector de producción, fabricación y distribución de ferretería está sumido en una grave crisis, desde la tornillería hasta la cerrajería, pasando por la herramienta de mano.

Pero siendo esto así, lo que tampoco cabe aceptar es la presunción de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Probablemente haya sectores industriales nuevos, emergentes, recientemente constituidos, que por su juventud apenas disponen de tradición, memoria empresarial o datos históricos con los que pergeñar un mínimo panel comparativo, pero un sector maduro como la ferretería, cuyos confines se solapan con la industria de arma blanca y, por tanto, nos retrotrae sin solución de continuidad hasta prácticamente el siglo XVI, ni puede derrumbarse a las primeras de cambio ni sucumbir ante las incertidumbres del mercado como si nunca antes hubieran existido.

Precisamente la convocatoria de una nueva edición de Ferroforma es una muy buena ocasión para recordar que cualquier tiempo pasado no fue mejor. Y no porque allá por 1974, coincidiendo con la inauguración de la primera feria, la generalidad de las cuentas de explotación de las industrias ferreteras viviera una situación más difícil que la actual, sino porque, paradójicamente, en aquellos tiempos de autarquía y autocomplacencia apenas nadie era consciente del tsunami que se nos echaba encima.

La bienal vasca de ferretería ha acompañado al sector en su puesta en escena internacional, nos ha situado en el mundo, nos ha recordado que el mercado es universal

Se nos ha olvidado, pero eran tiempos supuestamente idílicos, en los que las fronteras estaban cerradas a las importaciones, toda la producción estaba vendida de antemano, la competencia exterior era nula y nuestra competitividad bien escasa, el valor cuantitativo primaba sobre el cualitativo, el término de productividad no tenía reflejo práctico alguno; conceptos hoy en día tan básicos como innovación, internacionalización y orientación al cliente estaban por desarrollarse, y los parámetros de sostenibilidad y responsabilidad social simplemente no existían, estaban por inventarse. De hecho, la propia puesta en marcha de la feria de Ferroforma fue cuestionada con la peregrina idea de que no era necesaria. ¿Para qué queremos un escaparate si vendemos todos lo que hacemos? Es decir, la tesorería puntual de las empresas era sin duda mucho más holgada entonces que ahora, pero el futuro era mucho más negro… de no haber sabido reaccionar a tiempo.

Pero el sector supo reaccionar y lo hizo, precisamente de manos de la —en sus inicios— tan denostada y menospreciada Ferroforma. Desde entonces, la bienal vasca de ferretería ha acompañado al sector en su puesta en escena internacional, nos ha situado en el mundo, nos ha recordado que el mercado es universal, que la competencia ni es tan cara ni tan torpe como pudiera interesarnos, que la inversión es necesaria, la innovación imprescindible y la internacionalización inevitable.

No es que ahora las cosas sean más difíciles que hace cuarenta años. Es que hemos dejado de ser unos ingenuos llaneros solitarios en el mercado interno español y somos ya expedicionarios conscientes de las dificultades que en sí mismo entraña la imperiosa necesidad de competir en el ámbito internacional. Y el ferretero que cuarenta años más tarde se acerque a Ferroforma lo sabe mejor que nadie porque, de lo contrario, ya no estaría aquí.

Mucho ha cambiado el panorama ferretero mundial desde 1974. Baste recordar que en el transcurso de este tiempo han desaparecido ferias tan representativas como las de Nueva York y Chicago. Al mismo tiempo, Bilbao se ha convertido junto con Colonia –con quien comparte su celebración en años alternativos— en escaparate mundial del sector. Estamos en el ojo del huracán.

En torno a la cabecera de Ferroforma, el sector ferretero vasco se encuentra hoy más y mejor preparado que nunca. Conoce sus propias limitaciones y dificultades, pero también sus grandes ventajas y fortalezas competitivas. Es consciente de su buen saber hacer y a nadie se le escapa que el futuro no está en tratar de ser más barato que la competencia, sino en innovar, servir, seducir y ‘vivir al cliente’, desde Alaska hasta Tasmania. Nunca antes en la historia el mercado emergente fue de tal envergadura. Nunca antes las oportunidades objetivas se presentaron tan propicias. Nunca antes la letra y espíritu del Gernikako Arbola de Iparragirre tuvo tanta proyección potencial: “Eman eta zabal zazu munduan frutua”. Vamos, que es tiempo de ofrecer y distribuir nuestros frutos por el mundo.

¿Quién dijo miedo?

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