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El proyecto podría culminar con el lanzamiento de la App en 2015

foodLinker, la aplicación que puede cambiar la vida de millones de consumidores en todo el mundo

David Pozo21/07/2014

El número de consumidores alérgicos a algún componente de su dieta habitual se está multiplicando en los últimos años de forma exponencial. Por ello, y a raíz de un caso muy particular, se pusieron manos a la obra hace más de 5 años Pere Guerra y su hermano Esteve. El resultado es foodLinker, una start-up que ha despertado un gran interés en la comunidad científica y en las principales cadenas de distribución a nivel nacional e internacional. Escaneando un código de barras con una aplicación móvil el consumidor sabrá si ese producto que quiere comprar es apto o no para él, según una serie de parámetros introducidos previamente. El proyecto, que ha contado con la colaboración de la industria, la supervisión del Hospital de Sant Joan de Déu de Barcelona y la verificación por parte de Applus y Bureau Veritas, ha entrado en su recta final. Los consumidores podemos estar de enhorabuena.

Pere Guerra (en la foto) y su hermano Esteve han desarrollado foodLinker
Pere Guerra (en la foto) y su hermano Esteve han desarrollado foodLinker.

¿Cómo surgió la idea de crear una aplicación que ayudase al consumidor a identificar en el punto de venta si un alimento es apto o no para él?

La idea surgió a partir de un caso muy concreto. El hijo de Pilar, secretaria de la familia, era alérgico al huevo con una hipersensibilidad muy alta. Un día le dio un yogur de limón que en principio no tenía trazas de huevo, pero contenía el colorante E-161b, uno de los alérgenos del huevo. El niño sufrió un choque anafiláctico y casi fallece. A raíz de este suceso nos dimos cuenta que había la necesidad de una App con la cual personas alérgicas pudiesen escanear el código de barras de un producto y saber de una forma personalizada y simple (verde o rojo) si un producto era apto o no para su perfil de dieta.

Esta fue la idea inicial del primer año y medio de proyecto. En seguida nos dimos cuenta que dar un resultado tan inmediato no era fácil, porque la App solo era la punta del iceberg. Detrás de este proyecto hay cinco años de trabajo y se ha contado con la colaboración absolutamente necesaria de una institución como el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, porque definir claramente los alérgenos no era nada trivial. Se hizo todo un estudio para entender la industria productora y congeniar sus procesos con las opiniones médicas. El gran reto de foodLinker ha sido precisamente congeniar tres mundos tan diferentes como la ingeniería informática, la medicina y el mundo de la industria. La primera vez que nos sentamos con las empresas y les enseñamos el proyecto realizado junto a los médicos éstos no entendían nada, evidentemente porque el lenguaje que utilizan unos y otros no es el mismo.

¿Y cómo han unido a estos dos actores imprescindibles para llevar a cabo el proyecto?

Para acabar dando este servicio hemos tenido que desarrollar una metodología para que los fabricantes puedan introducir correctamente los datos. Nada más comenzar nos fijamos que responder unos simples cuestionarios sobre los componentes de los alimentos no resultaba fácil, ya que el propio fabricante habría de verificar anteriormente la procedencia de toda la materia prima antes de poder contestar con exactitud la pregunta. No se trata de simplemente confirmar si un producto lleva leche o no, sino saber si ese producto lleva caseinato de amonio, caseína, colorante E-270 o E-325, etc. Por ello desarrollamos una plataforma tecnológica con la estrategia de doble validación —como en la industria médica—, forzando de esta manera a una persona de la empresa productora a que defina los productos y otra que sólo los valide. Pero aún así, los médicos del Hospital Sant Joan de Déu, pedían un tercer control y este lo hemos encontrado ahora creando una estándar de certificación solo de gestión de alérgenos, que complemente la propia plataforma y que asegura, a través de inspecciones de dos agencias de prestigio internacional como Applus+ y Bureau Veritas, que un centro de producción esté certificado conforme al estándar de gestión de alérgenos de foodLinker. Es a partir de ese momento cuando dejamos introducir al fabricante los datos en la plataforma.

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¿En qué ha consistido exactamente la colaboración con el Hospital Sant Joan de Déu?

Nuestra suerte ha sido poder contar con el Hospital Sant Joan de Déu desde el primer minuto. Nosotros íbamos con la idea de copiar las etiquetas de los productos y ofrecer la información al consumidor, pero cuando le planteamos eso a los profesionales médicos nos advirtieron en seguida que entender el sistema inmunológico de la gente y dar una un servicio con información de calidad era otra cosa totalmente diferente. Un alérgico puede no tener una reacción en un momento determinado del día y, en cambio, afectado por el estrés o por otra situación tener una reacción en otro momento ingiriendo el mismo producto. De ahí el nombre de foodLinker, de unir la industria alimentaria con algo tan peculiar como el sistema inmunológico de las personas, y hacerlo con un nivel científico-médico que aporte seguridad y rigor. Evidentemente no podemos hablar de una protección total, pero si va a ser válida para el 95% de los alérgicos.

Es indiscutible que para que el proyecto llegase a buen puerto foodLinker debía de contar con la colaboración de las empresas y de las grandes cadenas de distribución. ¿Cuáles han sido las principales dificultades?

Nuestra percepción generalizada es que la industria alimentaria está llegando al nivel de calidad adecuado para poder dar este servicio informativo, pero en cambio le falta de dar un último paso. Por ello que foodLinker se decidió por crear este estándar de gestión de alérgenos, porque los actuales estánderes del GFSI contemplan los alérgenos muy por encima. Nosotros no podemos jugarnos nuestra reputación con unos controles genéricos, por ello realizamos una solución integral para que el fabricante pueda tratar bien los alérgenos y comunicarlos al consumidor. En este camino nos ha ayudado mucho el Reglamento (UE) 1169/2011 que obligará a partir de finales de 2014 a explicitar la información de forma obligatoria antes de realizarse la compra, ya sea en el envase o también online. ¿Cómo hará Mercadona, Eroski o cualquier otra cadena para ofrecer esa información a su cliente? Parece difícil que vaya a cada fabricante producto por producto preguntando sus ingredientes, por lo que cobra una gran relevancia una plataforma tecnológica como la que proponemos nosotros con una gestión integrada del tratamiento de datos. No hay suficiente con intercambios de Excels, porque la tasa de errores es de un 6%, y eso es aceptable en otros ámbitos, pero no cuando se juega con la salud del consumidor. Se ha creado un grupo de trabajo y existen cadenas en España que están muy interesadas en utilizar nuestro enfoque integral de tratamiento de alérgenos. Actualmente estamos realizando las pruebas piloto con estas cadenas y con los fabricantes de más confianza. Una vez seamos capaces de demostrar que el procedimiento funciona y es 100% fiable de cara al final de año estaremos en disposición de lanzar esa plataforma que permitirá, por un lado, al consumidor ir a comprar con el móvil y, por otro, ver en la página web de forma didáctica y fácil los alérgenos de cada producto.

El proyecto foodLinker cuenta con el aval científico-médico del Hospital Sant Joan de Déu
El proyecto foodLinker cuenta con el aval científico-médico del Hospital Sant Joan de Déu.

¿Pero qué le supondrá al fabricante?

Pues no le supondrá un esfuerzo muy elevado, y en cambio le supone una oportunidad para incrementar ventas de forma exponencial. El target de alérgicos supone el 5% de la población adulta y el 8% de la escolar, y se ha doblado en los últimos años. De un nicho que antes se ceñía a los celíacos, ahora nos encontramos con un abanico mucho más amplio formado por las personas alérgicas y por las que conviven con ellas. Siempre me gusta poner el ejemplo de la primera prueba piloto que hicimos con la app foodLinker. Observamos a muchos clientes que se iban con un pollo asado bajo el brazo, la mayoría de ellos alérgicos al huevo. El motivo era que hasta entonces esos consumidores identificaban el pollo con el huevo, cuando la carne de pollo poco tiene que ver con el propio huevo. Evidentemente el productor de pollo quedó extraordinariamente satisfecho.

¿Cuáles serán los próximos pasos y cuándo estará la App finalmente disponible para el consumidor?

Si fuese por nosotros estaría disponible mañana mismo, porque la tecnología está totalmente desarrollada y la investigación científica está en un 95% acabada. En lo que trabajamos ahora es en conseguir un apoyo firme y decidido de la grandes cadenas de distribución que se preocupan por la seguridad alimentaria de sus consumidores. Una vez que tengamos esas masa crítica involucrada lanzaremos la app. No queremos que el consumidor pueda hacer una compra de 20 productos, sino que pueda hacer con foodLinker su experiencia de compra completa. Para ello construimos sobre el consenso de toda la industria, porque nos vemos como una herramienta a través de la cual la industria puede ser transparente con el consumidor. En este sentido nos llena de satisfacción el reconocimiento otorgado por Codex Alimentarius, la agencia de seguridad alimentaria de Naciones Unidas, que nos reconoce como futura tendencia mundial en seguridad alimentaria.

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¿Quién y cómo se introducen los datos del consumidor?

En la primera fase de este proyecto el consumidor introducirá exclusivamente el genérico a lo que es alérgico, es decir, el huevo, lácteos, etc. A medida que los estudios científicos vayan avanzando y se pueda distinguir entre distintos niveles de tolerancia, es posible que en una segunda fase, además del perfil estándar del consumidor, se pueda escoger si se es, por ejemplo, alérgico sólo a aquellos elementos relacionados con la yema de huevo y no a la clara, por lo que ese consumidor podría tolerar vinos aclarados con clara de huevo. Solo el futuro dirá si podremos hilar tan fino, pero si tiene un sentido para la industria y para el consumidor, nosotros pondremos las herramientas para que así sea.

¿Y quién pagará este trabajo que lleváis desarrollando desde hace 5 años?

Es evidente que no somos una ONG y donde aportamos realmente valor es cuando le damos el servicio informativo al consumidor final, es decir, un resultado con el icono en forma de manzana (verde o roja). Dentro de la analogía de la incertidumbre de la cantidad de consultas que pueda tener una empresa hemos creado 'packs', por lo que cobramos al fabricante según la cantidad de consultas recibidas de su producto, con precios muy competitivos, con un máximo por producto/año de 95€. Es decir, participar es gratis, pero si se recibe un número importante de consultas es cuando el fabricante contribuye. Para el consumidor la aplicación será totalmente gratuita.

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¿Ha habido reticencias a la hora de aceptar este modelo de negocio?

El modelo es aceptado porque lo que pedimos a nivel de márketing es un presupuesto ínfimo, otra cosa es lo que demandamos a nivel de calidad que les supone un esfuerzo mayor. Pero al final el fabricante está para vender al consumidor y ellos también ven este proyecto como una gran oportunidad. Es el caso de Estrella Damm, que está presente con todos sus productos, y ve en foodLinker como la forma de potenciar la marca entre la masa de consumidores en España y también internacionalmente. Este modelo de negocio está revisado y validado también por una de las cadenas de distribución más importantes de EE UU, a quien fuimos a presentar nuestro proyecto para implantar foodLinker.

En los últimos meses habéis presentado el proyecto no sólo en España, sino también a nivel mundial. ¿Cuál ha sido la respuesta? ¿Ha habido cadenas de distribución interesadas?

En otros países, como es el caso de EE UU, existe un ejercicio de ser muy riguroso en lo que se refiere a la seguridad alimentaria. Cuando fuimos les pareció un proyecto espectacular, muy correcto desde el punto de vista científico-médico, pero evidentemente éramos unos desconocidos. Por ello fue fundamental contar con la colaboración de dos empresas certificadoras a nivel mundial como Applus+ y Bureau Veritas, que se convierten en la mejor carta de presentación al encargarse de inspeccionar la fábrica y el funcionamiento de nuestra plataforma, dotando a las cadenas de supermercados de las garantías necesarias de que se trata de un proyecto riguroso. Nuestra plataforma llega a cualquier punto del mundo, y a nivel de congresos de seguridad alimentaria ya hemos participado en citas en Taiwán, EE UU, Holanda, etc. y seguiremos estando presente. Somos una start-up que ha procurado hacer las cosas bien, porque nos preocupa la seguridad alimentaria del consumidor, y en este sentido estamos alineados con las cadenas de distribución, porque tienen el mismo reto que nosotros, que el fabricante ofrezca la información correctamente.

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