Efectos de los incendios forestales en el mercado de la madera
21 de octubre de 2010
Un incendio forestal no tiene nunca consecuencias benéficas. Ni una. Y sí, en cambio, muchas consecuencias negativas. Las más evidentes son también las más inmediatas: la pérdida de ecosistemas, la erosión del terreno, la pérdida de hábitat para muchas especies animales, la pérdida de vidas humanas (con frecuencia), la pérdida de bienes materiales y la que se deriva de los costes de la actividad desplegada para apagar el incendio y revertir, en lo posible, sus efectos. A todo ello hay que añadir, en el caso de los incendios muy grandes, una súbita sobreabundancia de determinadas maderas en los mercados (la procedente de las sacas) que presionan los precios a la baja y, en el caso de los incendios muy grandes, pueden tener efectos durante años, y son el preludio de futuros desabastecimientos.
Galicia, año 2006
En agosto del año 2006 ardió Galicia. Por los cuatro costados, o casi. Se declararon 1.970 incendios forestales, 37 de ellos muy grandes, que arrasaron sobre todo las provincias de Pontevedra y A Coruña. En total, se quemaron entre 80.000 y 90.000 hectáreas (las cifras varían de una fuente a la otra; desde las 77.000 que calculó la Xunta hasta las 175.000 que dejó caer el PP de Galicia; el Ministerio de Medio Ambiente y el Centro Europeo de Información Forestal coincidieron en torno a unas 86.000, la Comisión Europea calculó 88.000 y el CSIC, 92.058). Las pérdidas económicas se cifraron, según la Xunta de Galicia, en 99 millones de euros. Es una cifra puntual, a la que habría que sumar los millones de euros perdidos por el subsiguiente desplome del precio de la madera en los mercados; especialmente la de eucalipto, una de las especies más utilizadas y, en consecuencia, más cultivadas en Galicia.
Ocurre siempre tras un incendio forestal, pues entonces los propietarios de los terrenos forestales incendiados proceden a la saca de la madera, una práctica muy habitual: una vez eliminadas las ramas y los restos vegetales, así como la madera que haya quedado carbonizada, aún queda una gran cantidad de madera en más o menos buenas condiciones de uso. Se trata de madera verde, pero a veces afeada, oscurecida en parte por el efecto del fuego, desecada en parte por el mismo efecto, lo que hace que al ser sometida al proceso habitual de secado en autoclave, y a media plazo, tenga comportamientos impredecibles.
Pero con el árbol muerto o moribundo y el entorno en el que está plantado calcinado, esta madera se expone a pudrirse rápidamente o a ser víctima del ataque de los hongos. La saca se manifiesta entonces como una actuación necesaria y urgente. El resultado es que llega de pronto al mercado una enorme cantidad de madera (mucha de ella, a pesar de lo dicho anteriormente, en un estado bastante aceptable) y a muy bajo precio, pues la madera de las sacas se tasa y se vende en lotes en pública subasta, a un precio muy inferior (hasta a menos del 25% de su valor se ha vendido la madera quemada de Galicia) al que hubiera conseguido de haber llegado al mercado tras ser talada con normalidad. La depreciación del precio de adjudicación de la madera a causa de los incendios es mucho más acusada conforme va aumentando el volumen del árbol medio. Ello es consecuencia de la aplicación que tiene la madera conforme van aumentando sus dimensiones. El destino más frecuente suele ser el de convertirse en celulosa para la industria papelera.
Además, en el caso de Galicia, las especies más habituales son el Pinus Pynaster, el Pinus Radiata y el Eucalyptus Globulus (precisamente una especie muy utilizada por las papeleras), tres tipos de madera ya de por sí muy abundante y, en consecuencia, de bajo precio en el mercado, habitualmente.
Al principio, sobreabundancia
Tal fue el volumen de madera extraído en las sacas efectuadas tras los incendios de 2006 en Galicia, que han ido apareciendo en el mercado lotes subastados durante los siguientes tres años; se optó por espaciarlas un poco dado que su enorme volumen en conjunto era difícil de absorber por el mercado, y también para evitar una bajada excesiva de los precios; que, de todas formas, se produjo. La madera gallega ha estado presionando el precio del Pinus Pynaster, el Pinus Radiata y el Eucaliptus Globulus a la baja durante un largo periodo de tiempo. Se da la circunstancia, por otra parte lógica, que el año 2006 fue el que dejo más subastas desiertas de los últimos diez años. Para acabarlo de arreglar, al año siguiente el huracán Kyrill azotó los bosques de Centroeuropa, afectando particularmente a los de Alemania, un gran productor forestal, llevando al mercado internacional, ya muy saturado, mucha más madera extraída en sacas de urgencia.
Después, escasez
A largo plazo, tras la etapa inicial de saturación de mercados, los incendios generan otro problema: el desabastecimiento. Y es que un incendio corta bruscamente el ciclo de explotación del bosque, que, tras la quema, debe ser sometido a procesos de recuperación, lo que implica que no serán productivos durante un periodo de tiempo que puede ser de seis, diez o incluso veinte años, dependiendo del tiempo de crecimiento de la especie plantada.
Esto llevará a que, tras la sobreabundancia, la industria dependiente de la zona afectada por los incendios sufrirá un periodo de varios años de escasez, en el mejor de los casos teniendo que recurrir a mercados exteriores y a pagar precios más caros por madera cuyo suministro tenían antes más próximo. De hecho eso es precisamente lo que le pasó a Portugal, que ya había sufrido una gran oleada de incendios varios años antes, que destruyeron buena parte de su superficie forestal. Entre los pujantes por los lotes de madera quemada de Galicia en los años siguientes a 2006 hubo muchas empresas portuguesas, principalmente de la industria papelera, que habían caído en un problema de desabastecimiento como el antes relatado.