Más allá de la imagen de la ciudad*
La imagen poética abre corrientes de asociación y afecto; refuerza el sentido existencial y sensibiliza la frontera entre el sujeto y el mundo. Libera la imaginación, genera a su alrededor el verdadero silencio que, posibilitando la experiencia, crea memoria y funda recuerdos...
Ana María Moya Pellitero La percepción del paisaje urbano
Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2011.
Es este un libro que me ha acompañado los últimos meses, que voy leyendo y anotando a saltos de un tren a otro. Se trata de una traducción/adaptación/ampliación de la propia autora de su tesis doctoral “The Image of the Urban Landscape. The Re-discovery of the City through Different Spaces of Perception” presentada en la TU de Eindhoven. Entre sus fuentes y referencias se encuentran autores a los que he ido descubriendo siguiendo un rastro instintivo de lecturas dispersas a lo largo de los años: Paul Virilio, Guy Debord, Gaston Bachelard... De algún modo estas lecturas dispersas han encontrado un hogar, un acomodo donde relajarse y conversar. Este libro lo hace posible, y multiplica ciertos aspectos de las teorías que se exponen en ellos. Resulta que se trataba de urbanismo, y no lo sabía, la Ciudad, así en mayúsculas...
El clásico de Kevin Lynch es de 1960, y podría decirse que el trabajo teórico de Moya Pellitero parte de esa década y sigue hacia adelante, atravesando la segunda mitad del siglo veinte, sobreviviendo al situacionismo y al fin de la imagen, o a la aparición de la post-imagen. No quiero pretender ser demasiado analítico al respecto: como en muchos otros campos, me muevo por intuiciones y asociaciones, disfruto con los conceptos que la autora desgrana en los capítulos y le agradezco el haber compartido este esfuerzo. En lugar de eso, copiaré aquí algunas de las notas a vuelapluma que he ido tomando de su lectura en mi cuaderno de trabajo mientras preparaba un taller sobre iluminación de entorno urbano.
[1] Virilio: “La sociedad de la información sufre miopía”. A fin de prevenirla, se recomienda tomar distancia, alejarse de los eventos mediáticos temporales “en tiempo real”, y optar por estar presente en los escenarios reales, en busca de identidades y esencias. Sin embargo, la aceleración del tiempo, que provoca la aceleración de la realidad, acentúa un estado de desgana del sujeto, el cual se limita a un pasivo estar-aquí-presente frente a los acontecimientos.
[2] Para comprender el paisaje, es necesario analizar la relación entre el entorno y el sujeto, y conocer las condiciones culturales, sociales e históricas que modelan esta relación. El paisaje es siempre producto de una mediación (hay tantos paisajes como observadores). Esta mediación pone en relación los procesos mentales y la memoria del sujeto con los objetos de su entorno.
Y, por último, una cita de la solapa del libro, que presenta la colección Paisaje y Teoría de la editorial Biblioteca Nueva, que es toda una declaración de intenciones, un alegato: “se está enseñando a intervenir y se está interviniendo a diario en el paisaje sin discutir previamente su naturaleza o los cimientos teóricos e históricos sobre los que los creadores levantan sus obras y, aunque los resultados nos afecten a todos, a nadie parece importarle.”
http://www.bibliotecanueva.es
*LYNCH, Kevin. The Image of the city. MIT Press, Cambridge 1960.