New York - Los Angeles - Chicago Capítulo 2: Welcome (back) to California
Buscamos, sin saberlo, recuperar nuestra sombra, hacerla coincidir con la huella de nuestros pasos. Los Ángeles, hemos estado aquí antes: en las novelas de detectives de Raymond Chandler, en los cuentos de Bukowski, en tantas novelas y tantas películas, tantas fotografías.
Bienvenidos a California, donde el automóvil forma parte del uniforme, como los pantalones tejanos o los zapatos. Hoy he conducido desde Orange County hasta San Diego para visitar el Salk Institute for Biomedical Research Center de Louis Isadore Kahn, como quien va a visitar una pirámide maya entre la selva, el vestigio de una civilización remota. Algo de eso hay en estos edificios gemelos simétricos, donde parece que el tiempo se hace forma, si se me permite la licencia, un tiempo solar, antiguo, que no tiene muy en cuenta los relojes de pulsera ni los horarios de oficina. No se trata aquí de la búsqueda de la monumentalidad, y en el fondo la escala no es tan imponente como para resultar -del todo- inhumana. Lo imponente es el océano Pacífico, el azul violáceo del cielo, el barranco que serpentea entre el edificio y el mar. El patio central, perfectamente orientado a poniente, atravesado por una pequeña acequia que en realidad es un instrumento astronómico, que marca el rumbo del sol durante los equinoccios de otoño y primavera.
Richard Kelly disfrutó mucho trabajando con Louis Kahn en dos proyectos emblemáticos que le ayudaron a dar lo mejor de sí mismo en el tratamiento de la luz natural: el Kimbell Art Museum en Forth Worth, Texas, y la biblioteca de la Academia Phillips Exeter en New Hampshire. El arquitecto que trabajaba el espacio con parámetros ópticos, y el iluminador que sabía emplear la luz como un elemento estructural del espacio…
Abandono el complejo del Salk Center por el acceso principal (al llegar me colé por una entrada de servicio que da directamente a la cafetería). Hay un huerto de naranjos de camino al párking, y la fruta espera depositada en cajas para cualquiera que quiera disfrutarla. Cargar con el futuro a las espaldas es demasiada responsabilidad, y hay personas que no consiguen conciliar su vida personal con el ejercicio de su arte, de su oficio, hay personas que viven perseguidas por el demonio de su propio genio y que raramente consiguen ser felices, o hacer felices a aquéllos que viven a su lado. La historia de Kahn es una de estas historias. A una distancia prudentemente mayor, estoy seguro de que el mundo es feliz con el trabajo de Louis Kahn, su visión enlaza directamente con un origen primitivo de la forma, con un anhelo muy profundo del ser humano. Algo que quizás no hemos perdido del todo, algo que podemos tratar de perseguir, que sólo podremos recuperar emprendiendo un viaje hacia el futuro. No tiene pérdida: el camino está marcado por el murmullo del agua.
Alberto Barberá, Julio 2015.
Foto: Jordi Soler Quintana (www.jordidu.com )