Fertilizantes complejos tradicionales: contienen nitrógeno, fósforo y potasio
Los abonos complejos NPK tradicionales contienen nitrógeno, fósforo y potasio y, en algunos casos, también aportan nutrientes secundarios, fundamentalmente, magnesio y azufre.
Nitrógeno: es determinante en el crecimiento y el desarrollo de la planta. Además es el componente esencial en las proteínas.
Fósforo: favorece el desarrollo de las raíces y da vigor al cultivo. Es componente de ácidos nucleicos y lípidos. También es muy importante en la transferencia de energía.
Potasio: incrementa la resistencia de los cultivos al frío y a la sequía. Es fundamental para el metabolismo, la fotosíntesis y la activación de las enzimas.
Magnesio: esencial para la fotosíntesis. Necesidades elevadas en suelos lixiviados, arenosos y calizos. Aumenta la calidad del grano, mejorando el contenido proteico y lipídico.
Azufre: componente de aminoácidos, vitaminas, proteínas. Deficiencias cada vez mayores por los bajos niveles en los suelos. Además regula la disponibilidad de nitrógeno y moviliza el fósforo y el potasio, y los micronutrientes del suelo.
Forma de aplicación:
- Se aconseja aplicar los abonos complejos NPK de manera homogénea sobre la superficie del suelo y, si es posible, enterrarlos con una labor para situarlos cerca de las raíces, para facilitar la absorción del fósforo y el potasio, elementos poco móviles.
- En el caso de cultivos arbóreos, también se puede localizar entre las calles.
- Se recomienda que la aplicación de todos los abonos complejos NPK se realice:
- Poco antes de la siembra en el caso de cultivos herbáceos.
- Al menos un mes antes de la brotación en el caso de cultivos arbóreos, es decir, con antelación suficiente a que la planta necesite los nutrientes que aportamos.