Fertilizantes complejos tradicionales: con boro, hierro y zinc
Los fertilizantes complejos NPK adaptados a necesidades y cultivos específicos han sido diseñados por Fertiberia como resultado del estudio exhaustivo de las necesidades de los cultivos y condiciones edafoclimáticas en las que se desarrollan.
Fertiberia dispone desde hace muchas décadas de un servicio gratuito de análisis de tierras y vegetales que le permite un conocimiento profundo de los suelos españoles y de los cultivos implantados, a través del tratamiento de los numerosos análisis de suelos y vegetales llevados a cabo.
Las ventajas que aportan son:
- La rentabilidad, porque son fórmulas adaptadas a las necesidades de cada cultivo y zona.
- El respeto por el medio ambiente, porque aseguran el aprovechamiento por los cultivos de los elementos que contienen y, por tanto, minimizan las pérdidas.
- La exclusividad, porque son fórmulas diseñadas por Fertiberia a partir de su extensa base de datos de los suelos de España.
- Los fertilizantes complejos NPK además de contener nutrientes primarios y secundarios, contienen micronutrientes, fundamentalmente el boro y el zinc.
- Los elementos secundarios y micronutrientes se aportan al suelo cuando no están presentes en el mismo o cuando el cultivo sea incapaz de asimilarlos en el estado que se encuentran. Se deben aportar en la fertilización de fondo, ya que deben estar disponibles para el cultivo desde la siembra.
- Los micronutrientes son necesarios en pequeñas cantidades, pero imprescindibles para la vida de la planta.
Forma de aplicación:
-Se aconseja aplicar los abonos complejos NPK de manera homogénea sobre la superficie del suelo y, si es posible, enterrarlos con una labor para situarlos cerca de las raíces, para facilitar la absorción del fósforo y el potasio, elementos poco móviles.
En el caso de cultivos arbóreos, también se puede localizar entre las calles.
Se recomienda que la aplicación de todos los abonos complejos NPK se realice:
- Poco antes de la siembra en el caso de cultivos herbáceos.
- Al menos un mes antes de la brotación en el caso de cultivos arbóreos, es decir, con antelación suficiente a que la planta necesite los nutrientes que aportamos.