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50 años de instalaciones renovables

José María González Moya, director general de Appa Renovables02/10/2017

Appa Renovables y El Instalador comparten este año importantes aniversarios. Para El Instalador, se trata ya de medio siglo de existencia, en Appa Renovables cumplimos 30 años. En los cincuenta años que El Instalador lleva liderando la información técnica sobre instalaciones de climatización, refrigeración o eléctricas, ha sido testigo de cómo las energías renovables pasaban de ser la principal fuente de generación eléctrica a ser consideradas energías “alternativas” y, de nuevo, volver a ser la principal fuente de generación.

Planta solar de Amaraleja de Acciona

Planta solar de Amaraleja de Acciona

El declinar de las energías limpias

Las energías renovables llevan toda nuestra vida suministrando energía a nuestro país y más de un siglo generando nuestra electricidad. Una historia que comenzó a finales del siglo XIX. La energía hidráulica, había pasado de menos del 40% a más del 80% en los años previos a la Guerra Civil, con un fuerte ritmo constructor entre 1915 y 1925 de pequeñas centrales. En los primeros años del siglo XX el principal uso de la energía eléctrica era el alumbrado público y privado, pero a partir del año 1920 el uso industrial comenzó a pesar, siendo ya el uso principal desde la década de los años 20 en adelante. El desarrollo industrial de nuestro país durante las décadas 40, 50 y 60 se sostuvo, en su inmensa mayoría, gracias a las energías renovables.

Cuando El Instalador vio la luz, en el año 1967, las energías renovables – entonces hidráulica únicamente – estaban viviendo su particular “transición energética”. De representar más del 80% de la generación eléctrica, la energía hidráulica pasó a ser, al final de la década, responsable de la mitad de la producción. Treinta puntos porcentuales que no solo pueden explicarse por un menor consumo energético. En aquel momento, una vez utilizados los principales recursos hidráulicos y ante un escenario de energía fósil barata, las centrales térmicas fueron ganando peso debido a que se podían gestionar mejor. La dependencia energética y la contaminación ambiental no eran aspectos que preocupasen especialmente.

El retroceso porcentual de las energías limpias, esa transición energética a favor de las fósiles, fue más sencillo en una economía creciente, como era la de España en los años 60, con un consumo energético ávido de nuevas unidades de generación. En esa economía expansiva, convivieron sin dificultad las antiguas unidades de generación con las nuevas centrales térmicas, algo que no ocurrirá en la actualidad.

La Transición Energética que va a vivir nuestro país no puede estar marcada por una acumulación de unidades de generación. Hoy, la eficiencia energética hace que los crecimientos económicos que se vayan a producir, lo hagan con unas necesidades energéticas que no aumentarán a la par. Por lo tanto, cuando ponemos objetivos de renovables para 2020, 2030 y 2050, debemos marcar también cuáles – y en qué medida – serán las unidades de generación que vayan desapareciendo.

Planta termosolar de Acciona en Majadas
Planta termosolar de Acciona en Majadas

El inicio de las renovables “modernas”

Las renovables que hoy podemos ver en las portadas: eólica, fotovoltaica, biomasa… son relativamente modernas para nuestro sistema eléctrico. Cuando en 1987 se fundó APPA Renovables, nuestras siglas provenían de “Asociación de Pequeños Productores y Autogeneradores”. Entonces, las energías renovables, más allá de las grandes centrales hidráulicas, habían pasado a ser una parte pequeña del sistema eléctrico.

En los treinta años de existencia de APPA Renovables, hemos sido testigos de la irrupción de distintas tecnologías renovables, de algunos errores y de grandísimos logros. En todos los casos, la búsqueda de fuentes de generación alternativas a las fósiles no ha obedecido a criterios medioambientales como torticeramente se ha querido dar a entender. Ese es uno de los beneficios de las energías renovables, que son autóctonas, pero no ha sido el motor del cambio. Parafraseando la campaña electoral de Bill Clinton es “the economy, stupid”.

Nuestra energía, desde esos ya lejanos años sesenta, ha estado basada en energías fósiles. Esto, nefasto desde el punto de vista medioambiental, no tendría por qué serlo desde el punto de vista económico. Con la pequeña salvedad de que España no tiene petróleo, no tiene gas y sólo tiene carbón para satisfacer parte de su demanda. El 72,3% de la energía consumida en España tuvo que ser importada, frente a una media europea del 53,5%.

El coste de la energía condiciona todas las actividades económicas de nuestro país, como bien sabe nuestro ministro Nadal. Estaría bien que, ahora que el consenso internacional es que la reducción de costes de estas energías, presente y futura, garantiza que las renovables van a ser la forma de generación más barata a corto plazo, esos mismos que las demonizaban por caras las defiendan. Y que, en lugar de perseguir el autoconsumo, se permita a las empresas – y los ciudadanos que opten por ello – que realmente quieran ser eficientes en su abastecimiento energético, disfrutar de la opción energética que prefieran.

“Estaría bien que en lugar de perseguir el autoconsumo, se permita a las empresas y los ciudadanos que opten por ello que realmente quieran ser eficientes en su abastecimiento energético, disfrutar de la opción energética que prefieran”

Debido a esta relación entre energía y economía, las energías renovables se han visto siempre impulsadas cuando los precios del petróleo – y los del gas natural, indexados a estos – se han disparado. Desde el sector renovable hemos visto como un ministro de Economía, que se presupone conocedor del carácter cíclico de ésta, se jactaba de que, gracias a precios del petróleo baratos, nuestro país se ahorraba 10.000 millones de euros anuales en importaciones energéticas. Si nos vanagloriamos de este ahorro y no nos preparamos para cuando el precio del crudo vuelva a subir, flaco favor hacemos a nuestra economía.

Parque eólico de Els Escambrons (Lleida)
Parque eólico de Els Escambrons (Lleida)

El parón renovable

La reciente crisis económica coincidió con una época de precios del petróleo bajos. Esto, sumado a un escenario de exceso de potencia instalada (claramente no por la potencia renovable, que no ha alcanzado sus objetivos) y un déficit tarifario generado a lo largo de muchos años, hizo que se decretara un parón renovable en España que ha lastrado su desarrollo.

El parón renovable ha coincidido en el tiempo con una aceleración a nivel nacional. Un nuevo impulso mundial que difícilmente puede achacarse a la conciencia medioambiental. Hoy, en el mundo se instala más potencia renovable que fósil. Y son los países en vías de desarrollo los que más apuestan por estas energías. Precisamente aquellos países donde el compromiso medioambiental suele estar en un segundo plano frente a necesidades más acuciantes para sus ciudadanos. Y esta apuesta es por la reducción de costes de estas energías.

Cuando se critica la apuesta que diversos gobiernos – no solo el español – realizó en el pasado por las energías renovables, se suele decir aquello de “por qué no nos esperamos a que bajara el precio”. Si bien en el desarrollo de las renovables se han producido errores y precipitación denunciada por el sector, esta coletilla de “esperar” recuerda al “que inventen ellos” de Unamuno.

Si no hubiera sido por el esfuerzo combinado de ciudadanos, gobiernos y empresas de todo el mundo, seguiríamos en el mismo escenario que al principio. La economía de escala y el mercado que se ha creado para tecnologías como la fotovoltaica o la eólica, han conseguido que, en siete años, se haya reducido un 85% y un 66% su coste respectivamente. Uno de los principales objetivos para apostar por estas energías era conseguir reducir sus costes, algo que se ha conseguido con gran éxito.

Un nuevo futuro para las energías limpias

Tecnologías que antes eran criticadas por caras, hoy son competitivas en coste frente a tecnologías fósiles. Sin embargo, al no haber establecido criterios y señales medioambientales claras, no se ha trasladado al mercado el principio de que, quien contamina, paga. Esto, que es aplicable a las fuentes de generación contaminantes, también debe ser aplicado a diversos sectores. La electricidad suele ser el sector en el que pensamos cuando hablamos de porcentajes de renovables (eólica, fotovoltaica…) pero son los sectores que llamamos difusos donde debemos acometer un mayor esfuerzo. El año pasado más del 38% de la electricidad fue renovable en España, ahí sí se han producido grandes avances en nuestro país.

Si queremos alcanzar los objetivos de 2030 y de 2050, debemos empezar a mirar hacia los sectores difusos. El transporte, entre ellos, hoy muy dependiente del petróleo. Los biocombustibles, de forma directa, contribuirán a incrementar el porcentaje de renovables en este sector. En el futuro, el vehículo eléctrico será una vía importante también para introducir renovables si el mix eléctrico es el adecuado. Los usos térmicos en climatización, con biomasa, biogás, solar térmica o geotérmica, es una de las grandes asignaturas pendientes.

“Los usos térmicos en climatización, con biomasa, biogás, solar térmica o geotérmica, es una de las grandes asignaturas pendientes”

Para que una asociación como APPA Renovables y una publicación de referencia como El Instalador sigan cumpliendo años, es necesario que las instalaciones presentes y futuras de nuestro país tengan como base a las energías renovables. Energías autóctonas que equilibran nuestra balanza comercial, que evitan nuestra dependencia energética, que son competitivas en coste y que ayudan a cumplir nuestros objetivos medioambientales. Para garantizar la sostenibilidad de nuestro sector económico, las renovables son la respuesta.

Empresas o entidades relacionadas

Asociación de Productores de Energías Renovables

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