Retos y beneficios de la industria del pescado tradicional
Diego Salvadores, SINC
17/01/2022En 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2022 como el Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales (AIPAA), como forma de dar visibilidad a la diversidad de actores y técnicas que participan de estas formas de sustento en todo el mundo. La ONU busca resaltar la contribución que realizan ambas industrias tradicionales a la seguridad alimentaria, la nutrición y bienestar globales.
En esta línea, la organización ya celebró en septiembre de 2021 una Cumbre Sobre Sistemas Alimentarios, donde se debatieron las acciones encaminadas a cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para la década de 2030, en el que la pesca y acuicultura de pequeña escala tuvieron un papel central.
Con motivo de la conferencia, la iniciativa internacional Blue Food Assessment reúne a más de 100 científicos de más de 25 instituciones para estudiar los alimentos azules, aquellos derivados de animales, plantas o algas acuáticas.
Sus investigaciones, que sirven de apoyo científico en la toma de decisiones, a la hora de diseñar e implementar dietas saludables, equitativas y sostenibles, subrayan la idoneidad de las dietas basadas en el consumo de productos del mar para la salud global, y analizan los retos y oportunidades que presentan ambas formas de sustento, tanto la pesca como la acuicultura.
Más pescado y menos carne roja
“Vivimos en un mundo con grandes deficiencias alimentarias, donde hay miles de millones de personas con un pobre aporte de micronutrientes, y sufriendo de enfermedades crónicas relacionadas con patrones alimentarios inadecuados”, explica Christopher Golden, profesor asociado de la Universidad de Harvard (EE UU).
El estudio que lidera este investigador sugiere que se podrían evitar unos 166 millones de personas carentes de micronutrientes de aquí a 2030 si la producción sostenible mundial de alimentos marinos y de agua dulce aumentara en 15,5 millones de toneladas (8%). Es la primera vez que un trabajo científico perfila los beneficios nutricionales de miles de especies marinas y de agua dulce.
Gracias a las inversiones en acuicultura y a una mejor gestión de la pesca se produciría una disminución de los precios en un 26%, haciendo que el pescado y el marisco sean más asequibles para las poblaciones de bajos ingresos de todo el mundo.
La investigación resalta “la importancia que tienen los alimentos de origen acuático a la hora de cubrir las necesidades nutricionales de la población vulnerable”, dice el experto, para quien estos productos pueden constituir una vía potencial para la equidad nutricional.
El equipo evaluó la cantidad de ácidos grasos (omega-3), vitaminas (A y B12) y minerales (calcio, yodo, hierro y zinc) presentes en algunos tipos de alimento marino, confirmando que la mayoría posee más carga nutricional que la carne de animales con gran arraigo culinario, como la ternera, la cabra, el pollo, o el cerdo.
Según los autores, los alimentos acuáticos ofrecen la posibilidad de que los países en desarrollo mejoren sus dietas sin sufrir los riesgos negativos para la salud asociados a las dietas intensivas en carne de los países más prósperos.
Los resultados están disponibles en una base de datos, la más completa de su tipo, que analiza los nutrientes en 3.753 organismos acuáticos —incluyendo peces, crustáceos, y algas— comparándolos con alimentos de origen terrestre.
Entre los productos marinos más nutritivos se encuentran peces pelágicos como el atún y el arenque; el marisco, salmónidos como la trucha y el salmón, las carpas, y los cefalópodos. En el octavo puesto de este ranking nutricional se encuentra el primer animal terrestre: la vaca.
La demanda de productos del mar podría duplicarse
En la misma línea, otro estudio revela que las mejoras en la producción acuícola, la bajada de los precios y el cambio de las preferencias culturales impulsarán la demanda de pescado, marisco y algas. Así, es probable que en 2050 el mundo consuma el doble de pescado y alimentos acuáticos que en 2015.
En este documento, los expertos proyectan que el consumo mundial aumentará de 80 millones de toneladas en peso vivo a casi 155 millones de toneladas en todas las categorías de pescado y marisco en las próximas tres décadas, siempre que la producción mantenga el ritmo y los precios reales no suban.
“Deberíamos enfocar nuestro esfuerzo en mejorar la producción para ajustarnos a la creciente demanda mundial de un producto marino asequible, nutritivo y sostenible”, advierte Rosamond Naylor, directora y fundadora del Centro de Seguridad Alimentaria y Medio Ambiente de la Universidad de Stanford (EE UU) y una de las coautoras del estudio.
Se prevé que China siga siendo el mayor consumidor de pescado del mundo, ya que la mayor parte del crecimiento reciente de la demanda procede de Asia. Sin embargo, los autores señalan el inicio de una transición dietética en el África subsahariana, donde la demanda ha crecido más rápido que la oferta.
Por otra parte, el trabajo indica que la sostenibilidad del consumo de alimentos azules dependerá fundamentalmente de los tipos de pescado que se consuman y de dónde y cómo se produzcan. Es probable que el futuro aumento de la demanda se satisfaga casi exclusivamente con la acuicultura, que se encuentra principalmente en Asia.
¿Cuál es el impacto ambiental?
Para ayudar a orientar la producción de alimentos y dietas hacia la sostenibilidad, una investigación pone de manifiesto que la acuicultura tiene el potencial (aún no aprovechado) para ser más sostenible, junto a las especies que ejercen una presión limitada sobre el medio ambiente, como las algas, los bivalvos y ciertas carpas.
De este modo, el equipo de la investigadora Jessica Gephart, profesora de la Universidad Americana (EE UU) y autora del trabajo, evaluó el impacto ambiental que genera la producción de alimentos de origen acuático. Gephart analizó 23 grupos de especies de fauna acuática, que en total representan tres cuartas partes de la producción mundial, para determinar las emisiones de gases de efecto invernadero, nitrógeno, y fósforo que genera su producción, así como registrar el uso medio de agua y recursos terrestres que necesitan las actividades de piscicultura.
Para ello, los científicos se basaron en estudios que informaron colectivamente de los datos de más de 1.690 piscifactorías y 1.000 registros pesqueros únicos en todo el mundo. Los resultados revelaron que las algas marinas y los bivalvos de piscifactoría, como los mejillones y las ostras, son los que menos emisiones de gases de efecto invernadero y nutrientes generan y los que menos tierra y agua utilizan.
La pesca de captura también genera pocas emisiones de nutrientes y utiliza poca tierra y agua, pero las emisiones de gases de efecto invernadero oscilan entre las relativamente bajas, como en el caso de las sardinas y el bacalao, y las relativamente altas de los peces planos y las langostas, en comparación con el pescado de piscifactoría.
Los peces de aleta de consumo habitual, como el salmón y la carpa, superan a otros alimentos azules de piscifactoría en varios indicadores medioambientales, mientras que la mayoría de los alimentos azules superan al pollo, que genera presiones medioambientales similares a las de la tilapia.
El trabajo muestra, así, cómo mejorar la sostenibilidad medioambiental, impulsar evaluaciones de impacto ecológico en la industria, y divulgar sobre dietas sostenibles basadas en productos del mar.
Así afectará el cambio climático a la pequeña industria
Entre los impactos ambientales están los efectos del cambio climático que provocarán consecuencias económicas en los países que dependen de la pesca, según un estudio. “Este es el primer trabajo de este tipo que evalúa los riesgos que el cambio climático supone para todos los alimentos acuáticos, incluidos los de agua dulce y los marinos, los de acuicultura y los de captura silvestre, que proporcionan empleo a más de 100 millones de personas y sustento a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo”, afirma Michelle Tigchelaar, coautora e investigadora del Centro de Soluciones Oceánicas de la Universidad de Stanford.
Para el investigador William W.L Cheung, de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y coautor de este trabajo, es urgente “tomar medidas para mitigar las emisiones de carbono, así como adaptar la industria en aquellos países donde el impacto climático es ya inevitable”.
Si no se toman medidas urgentes, la pesca de captura –sobre todo en regiones como África tropical, Centroamérica y el Indo-Pacífico– se enfrenta a los peligros más graves. Los sistemas de acuicultura en aguas costeras y de alta mar, por el contrario, hacen frente a menores peligros específicos del clima, aunque la acuicultura de agua dulce sí está expuesta a altas amenazas.
De hecho, el documento constata que en un escenario de altas emisiones para el año 2050, más de 50 países se enfrentan a la triple amenaza de altos riesgos climáticos, exposición y vulnerabilidad.
Por ello, Cheung propone la creación en estos países de “sistemas de aviso temprano, planes de respuesta a desastres, y medidas enfocadas a mejorar la resiliencia del sistema ante estas amenazas crecientes”.
Los pequeños productores, grandes olvidados
A todos estos problemas se añade el hecho de que la pesca y la acuicultura a pequeña escala no son tenidas en cuenta por los responsables políticos, a pesar de que proporcionan medios de vida a más de 100 millones de personas y sustento a mil millones de personas en todo el mundo.
“Los actores locales son los más indicados para ayudar a la gente a comer los alimentos nutritivos que desean y de una manera culturalmente aceptada”, comenta Rebecca Short, coautora de un trabajo publicado en la revista Nature e investigadora del Centro de Resiliencia de Estocolmo en Suecia.
Un total de 30 autores se basaron en 70 estudios de casos de todo el mundo para destacar el valor de los productores, comerciantes y procesadores de alimentos acuáticos a pequeña escala, que han desempeñado recientemente un papel clave en la seguridad alimentaria local y los medios de subsistencia durante la pandemia de covid-19. En países como Kenia, por ejemplo, estos pescadores llenaron rápidamente el vacío dejado por los grandes productores internacionales que redujeron sus operaciones.
“Este estudio resalta la diversidad de pequeños productores que existe en la industria pesquera, que varía desde negocios con un equipo tecnológico puntero que suministran almejas a restaurantes uruguayos, hasta los comerciantes locales de Zambia, que usan cestas de caña caseras para pescar”, subraya Stefan Gelcich, coautor principal y director del Instituto Costero del Milenio Social-Ecológico (SECOS) de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Finalmente, la investigación subraya la necesidad de fomentar y apoyar la diversidad de los actores a pequeña escala, y de garantizar que la tecnología, las inversiones, las políticas y el desarrollo puedan permitir que los SSFA sigan alimentando a millones de personas en el futuro en un contexto de rápida intensificación de los efectos del cambio climático.