Salvar al mejillón gallego, la última misión de la nanotecnología
El proyecto de biotoxinas marinas está listo ya para ser testado en la industria y cuenta, al menos, con una empresa gallega interesada en validar su eficacia, explica a Efe Begoña Espiña, investigadora del INL, con sede en Braga (Portugal).
El prototipo, que surge de un trabajo iniciado a finales de 2017, puede detectar de forma rápida si hay “biotoxinas producidas por microalgas en el contexto que se conoce como mareas rojas”, muy presentes en las Rías Baixas gallegas pero también en la Ría de Aveiro, en Portugal.
En este contexto se producen unas toxinas que afectan principalmente a mejillones y almejas, que en elevada proporción son perjudiciales para la salud y por tanto quedan impedidas de llegar a consumo.
La industria de la acuicultura es una de las grandes afectadas y, por ende, sería la más beneficiada por esta iniciativa financiada a través del proyecto 'Transferencia y valorización de nanotecnologías a pymes innovadoras' de la Eurorregión Galicia - Norte de Portugal.
La inversión en el proyecto, liderado por la Agencia Gallega de Innovación, es de 4,2 millones de euros, financiado en un 75% por el Fondo de Desarrollo Regional FEDER a través del Programa de Cooperación Transfronteriza Interreg España - Portugal (POCTEP).
El mecanismo podría evitar que los moluscos se contaminen hasta un nivel que impida su consumo. Foto: Luis Lafuente Agudín.
Un problema para la industria española y portuguesa
Espiña es gallega y conoce bien el problema de las mareas rojas, más frecuente donde hay subida de aguas profundas. “Son crecimientos muy exponenciales de algas en el ambiente marino y algunos de ellos son capaces de producir toxinas”, explica con académica precisión.
Autora de una tesis de doctorado que aborda precisamente esta cuestión, ha liderado por el lado del INL el equipo de unos siete investigadores portugueses y españoles que ha encontrado una forma de detectar estas toxinas en moluscos de una forma más rápida a la actual.
“El prototipo es una cámara hecha en acrílico, lleva microlitros y está conectado a un sistema de tubos, y dentro de la cámara está inmovilizado una enzima o proteína”, detalla.
“Lo que conseguimos es ver la actividad de la enzima. Si hay toxina, reacciona con la enzima”, apunta. Así, el equipo ha conseguido “unos datos que superan a los test comerciales que se utilizan actualmente en plantas de explotación de acuicultura”.
Con este mecanismo, se podría de forma más temprana evitar que los moluscos se contaminen hasta un nivel que impida su consumo, algo que mejorará la actividad ya no solo en el norte de España y Portugal, sino también en la sureña región lusa del Algarve, donde hay una fuerte presencia de la industria acuífera.
Listo para ser validado
“Empezamos a trabajar a finales de 2017. El desarrollo del prototipo se llevó a cabo durante dos años y después entramos en la fase de validación. Y ahora es cuando estamos lanzando a las empresas que puedan estar interesadas en hacer la validación”, explica Espiña.
Hay al menos una empresa gallega que estaría interesada, por lo que en breve puede empezar la transferencia de conocimiento a la industria, explica la investigadora, que trabaja desde 2011 en el INL. Casi todos trabajan en esta ciudad, salvo un miembro del equipo que reside en Oporto y un trabajador transfronterizo, que se desplaza desde Vigo.
No ha habido problemas con la pandemia, asegura Espiña, aunque han pasado por necesarias restricciones de seguridad, como la imposibilidad de estar todos al mismo tiempo en el laboratorio, lo que inevitablemente cambia el trabajo. Esta investigadora, no obstante, es optimista. Si todo sigue según lo previsto, pronto casi tres años de trabajo darán un mayor respiro a una importante industria en un momento de incertidumbre agregada.