Biopolímeros, una solución ecológica para la industria alimentaria
El plástico es el material de envasado de la mayoría de los alimentos que consumimos hoy en día. Esto genera un grave problema, ya que el plástico es un derivado del petróleo, un recurso limitado con un precio altamente variable, y supone un gran impacto ambiental, ya que los residuos plásticos necesitan más de 400 años para descomponerse.
Investigadoras del departamento de Seguridad y Conservación de los Alimentos del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC), ubicado en Paterna (Valencia), están buscando formas más sostenibles de producir envases de alimentos. En concreto, investigan biopolímeros que pueden obtenerse a partir de residuos de biomasa, como las algas.
“Necesitamos buscar fuentes alternativas que no compitan con los alimentos. Esta es la razón por la cual los recursos marinos como las algas y las microalgas son muy interesantes. Proliferan muy rápidamente, crecen en una amplia variedad de ambientes y no interfieren con la producción de los alimentos”, comenta Ámparo López Rubio, investigadora del IATA-CSIC.
Las científicas han analizado cómo al agregar diferentes especies de microalgas se pueden modificar las propiedades de los biopolímeros basados en almidón. Durante el proceso, han estado realizando experimentos de dispersión de rayos X en la renovada línea de luz (denominada NCD-SWEET) del Sincrotrón Alba, localizado cerca de Barcelona.
Los resultados muestran que la microalga espirulina es una alternativa prometedora para reemplazar parte de la matriz de almidón de maíz de los biopolímeros, ya que mejora las propiedades de barrera al oxígeno y al vapor de agua, manteniendo así los alimentos en mejores condiciones.
“También se debe destacar que hay otra ventaja importante de estos biopolímeros basados en microalgas. Su producción se puede escalar y aplicar fácilmente en procesos industriales”, según Marta Martínez-Sanz, otra investigadora del grupo IATA-CSIC.
El investigador del Sincrotrón Alba, Juan Carlos Martínez, junto a las investigadoras Amparo López Rubio y Marta Martínez Sanz del IATA-CSIC en la cabina experimental de la línea NCD-SWEET del Sincrotrón Alba. Foto: Sincrotrón Alba.