Juventud, divino tesoro
Tal vez sea cierto aquéllo que dicen de que los jóvenes son difíciles y rebeldes pero, bien pensado, ¿no hay que ser un poco rebelde para alcanzar aspiraciones y hacer crecer el mundo?
"La Columna" de Francisco Ponce Carrasco de Horticultura-188, octubre 2005.
Se suele decir que los jóvenes son difíciles y rebeldes, y puede que sea cierto, ¿cómo si no ha crecido el mundo? Así pues, si yo fuera joven, seguro que le daría alas a mis labios para que buscaran el nido de un primer beso, despacio sin prisas; posándose con la suavidad de las mariposas. Si fuera joven hablaría de nuevo con las hadas y llevaría siempre junto a mí un pequeño duende en el bolsillo, y si así fuese, volvería a leer Moby Dick... sí, volvería a por la ballena blanca.
Convencería a mi mente para que descifrara a Neruda a Pessoa... Si fuera joven escribiría poemas para niños, sólo para niños, niños sin edad; haría versos de amor y de furia, contaría cómo los libros hacen volar los sueños, cómo las luciérnagas son trocitos de luna caídos sobre la tierra y cómo hacen los relámpagos y los truenos para ser, a la vez, tan fieros y tan bellos.
Trataría de explicar que las alegrías y las tristezas vienen a lomos del viento, y a lomos del viento se van. Enterraría las guerras, los odios y los fanatismos. Sería lluvia que llenaría los pantanos y apagaría los incendios; también justiciero como el Zorro para ayudar a los desfavorecidos.
Seguramente tengan razón, y los jóvenes sean inconformistas, complicados e indomables; es muy posible que todo eso sea verdad.
Recuerdo que de niño soñaba con ser joven; luego con ser mayor, ahora confieso que a veces no sé muy bien lo que quiero, pero ante la duda no me importaría volver a ser joven...
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¿Sabéis qué?, dicho todo lo anterior siento una desazón en lo más íntimo, en lo más auténtico de mi ser y me revelo. Pienso que la edad tiene otras virtudes, aquéllas que, no siendo tan idílicas, mantienen un "poso" de experiencia; por ello, he tomado la firme decisión de procurar ser joven por dentro y poner en práctica los mismos dictados e ilusiones que en esta columna se enumeran -los posibles, claro está- para seguir así en la búsqueda de ese divino tesoro... ¿por qué no intentarlo?.