Del ocre al verde... nos lo merecemos!
Llego de un viaje que me ha dejado “espantada” por la España que he conocido; seguramente la había visto ya, pero al calor del verano y con nuevas inquietudes, adquiere otra dimensión. Pueblos rodeados de caminos polvorientos, con calles calcinadas bajo el sol, donde se entiende aquéllo de que se puede cocinar un huevo con sólo echarlo sobre el pavimento...
Llego de un viaje que me ha dejado “espantada” por la España que he conocido; seguramente la había visto ya, al menos parcialmente, pero al calor del verano y con nuevas inquietudes, adquirió otra dimensión. Unos, pueblos rodeados de caminos polvorientos, otros –y generalmente también los mismos del polvo- con calles calcinadas bajo el sol, donde se entiende aquéllo de que se puede cocinar un huevo con sólo echarlo sobre el pavimento... En una demostración de que la explicación no está en la economía, sino en la percepción cultural, hasta el Escorial –bellísimo en su austeridad- está rodeado de una explanada, que forma una amplísima y elegantísima L en las fachadas que miran hacia el pueblo, que en verano sólo puede aprovecharse por las noches. Aquí no hay polvo, pero todo es piedra.
Tampoco vale la explicación –ojalá sí...- de que sólo ocurre en diseños del pasado. Por citar un ejemplo, existe una ciudad en el centro mismo de la Península Ibérica, que se anuncia, cuando vas llegando, por su cúmulo de grúas, indicio de una floreciente industria inmobiliaria. Con esas grúas se construyen edificios muy altos, que en este aspecto sí se muestran modernos en el concepto de que afecta menos al medio ambiente una población vertical que una horizontal... Pero, ¡oh sorpresa!, cuando te acercas más, ves que todo aquello está creciendo en medio de la nada –las ciudades dormitorio típicas, donde hasta comprar el periódico es una odisea-.
Y la “nada” incluye la ausencia de espacios verdes, de arbolado en las calles. ¿Por dónde pasearán estos vecinos? Aunque sean “ciudades dormitorio”, alguien quedará paseando un perrito o un niño...
En España se da la paradoja de existir empresas que han creado su propio negocio de plantas adultas para ser capaces de atender las demandas de sus clientes de Europa del Norte, que no están dispuestos, cuando compran su piso o chalet aquí, a tener que esperar años para disfrutar de sombra en su urbanización o su jardín. En Holanda, antes de que se monte una sola grúa de construcción, ya existen los servicios, y el ajardinamiento ya se está haciendo.
A esta situación se contrapone la histórica cultura ibérica del gris (o, más correctamente, del ocre, ya sea del ladrillo o de la piedra, según las zonas), en una zona del mundo donde el verde debería ser un culto, para que todos vivamos mejor. No todo es gris, ya se están haciendo cosas también en España; en Salou, un ejemplo, ya existen las urbanizaciones que empiezan a construirse con los elementos de bienestar (su alcalde tiene experiencia en jardinería). La iniciativa “Per + Verd” va en este mismo sentido. Pero hay muchísimo por hacer, para mejorar lo hecho y para no reincidir en estos “atentados” al vivir bien.
Urbanistas, alcaldes y promotores inmobiliarios son quienes pueden abordar cambios –en el caso de lo que ya existe- o proyectos –cuando se trata de algo nuevo- en que la calidad para los usuarios –futuros o presentes- sea lo primero. El verde es una de las herramientas que da más juego. Y, por plantearse una meta concreta: ¿qué tal si nos desafiamos a una España en que todas sus calles tengan un arbolado? En ello, hay negocio, trabajo y disfrute para todos!
